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lunes, 8 de diciembre de 2008

La Vida Casera

Dakar 8 diciembre 2008
Cuando alguien menciona una palabrota como la de que estamos de vacaciones o nos estamos pegando la vida padre o cosas parecidas, sonreímos. También cuando se nos mete en categorías definitorias (de alta definición, claro) como que hemos venido a África a estar con los negritos junto a baobabs, dado que sus fuentes emisoras suelen ser de desconocedoras de ambas palabras, también sonreímos. Cuando alguien nos dice si el desierto llega hasta Dakar, sonreímos. Cuando alguien nos dice que en Senegal se pasa hambre, seguimos sonriendo. Con todas esas primicias nos vamos a un restaurante y entre bocados de chawarma o pizza vegetariana masticamos los comentarios ajenos como parte del lote de entradas de la vida. Un viaje existencial incluye el recorrido pro los comentarios ajenos. Si viajar es ir a campo ajeno; pasar por los comentarios de los demás, aunque no te muevas de tu lugarcito, también es viajar. En Dakar, segunda visita, seguimos con la práctica que ya hicimos la primera vez, la de la vida casera. Ni siquiera visitamos el centro, ya lo hicimos. La habitación alquilada, en realidad un apartamento, a 7000cefas dia y nuestra rutina diaria de grabaciones, música, elaboraciones nos daba más aspecto de currantes que de exploradores. Los ratos de calle eran los menos. Vic tenía que recordarme que tenía hambre para salir. Yo apelaba a gorduras y exceso de kilogramos para no hacerlo o demorarlo. Ella amenazaba con ir sola hasta el restaurantito más próximo, arriesgándose a ser atropellada en el primer paso cebra, yo le pedía que me dejara terminar lo que estaba escribiendo y luego salíamos. De alguna manera, salir a comer sin haber hecho los deberes de la mañana era como faltar a clase, hacer ovillos de mi mismo, no estar actualizado. Por otro lado mis consideraciones sobre la comida por adicción más que por necesidad me tenían anclado en uno de mis galimatías sin salida: si comer es una adicción y terminas con ella también puedes terminar con toda tu carcasa. ¿Sí o no? Nuestra dieta en Dakar no fue de las más entusiastas. Dejamos el ritual del té para no perder tiempo usando la cocina en la planta superior y pasábamos la mañana con cuatro cacahuetes y dos plátanos. En esta ocasión los arashids venían sin arena Luego, a la hora del protesto estomacal, salíamos a comer para reintegrarnos antes de dos horas a nuestro mundo. Al menos particular, cada día un poco más alejado de la ciudad y de los grandes desastres ajenos. La inercia de hacer vida casera nos venía saliendo en todas partes desde bastantes meses atrás. ¿Contacto con el mundo exterior? ¡Sí, el justo y necesario!. A menor contacto con ese mundo, menor cantidad de cosas a contar: ni referencia de gentes o nuevos personajes, ni curiosidades urbanas, ni elementos susceptibles de ser recogidos por una guía turística, ni nasti de plasti. Todo lo que el viajero descontactado puede contar es lo bien que se está en su habitación, el panorama que se ve desde sus ventanas o su propio viaje interior. Nosotros ni siquiera podíamos dar muchos detalles de estos, nuestras cuatro ventanas dando al patio y más allá a la carretera estaban ensombrecidas por la vegetación. Al anochecer el maullido de un gato no sabíamos interpretarlo si como saludo o demanda de comida. Alguna vez el gato se metió dentro del pabellón y recorrió las aulas. Aulas con los asientos desbaratos, sucias, pero funcionales. Los profesores impartían clases con buenas voces y con las puertas abiertas. En la tarima de uno de ellos vi como estaba pegado un diagrama con los nombres por parejas en los asientos de pupitres. La educación pasa por la territorialización y el binomio de clase (compañero/a de pupitre) por una especie de tándem autodefensivo ante la clase entera. Siempre sospeché que no se podían dar clases de ética o de valores sobre la libertad, en la enseñanza media con esa clase de fijaciones al territorio. El Sacré Coeur en periodo lectivo es todo un boom de vitalidad. El recinto sirve para otras actividades extraacadémicas como el futbol o la música. Los grades autobuses Renault ocupan varios lugares, ocupado, uno de ellos, el de paso de viandantes teniéndolo que sortear como podíamos con la silla de ruedas. En un par de puntos del recinto mujeres con sus cacerolas y sus cosas venían vender tentesenpié a la muchachada, también en las puertas. Los mejores días en esa ubicación residencial fueron los fines de semana cuando la estudiantada estaba fuera, aún así un grupo de scouts también vino, con sus pañuelos, uniformes y signos distintivos, también con su pito, pero sin nada a ver con las estridencias de la troupe paramilitar que tuvimos que sufrir en Kaolack.
En África fuimos aprendiendo que sus verdades están en la cotidianeidad y no en las visitas relámpago de las autoridades y que ha ido siendo en el trato del tú a tú con el tendero, con el barman, con el taxista, con el guardián, lo que nos ha dado la estadística social de la realidad por encima de los grandes números que daba la prensa. Siempre había sospechado de la fiabilidad de algunas de esas cifras tan impactantes (muerte, enfermedad, hambre), dado el imposible crédito incondicional a conceder a las fuentes que informan venían hinchadas. El argumento del subdesarrollo se ha venido elaborando como constructo lacrimógenos para que los más poderosos de la tierra se apiadaran de los más débiles.
Hacíamos pues vida casera, con nuestros asuntos, los mismos que podríamos hacer también en cualquier otra parte del mundo. Conforme iba avanzando el año estaba más claro que vinimos a vivir a África no a recorrerla ni a hacer de vehículos mensajeros de sus necesidades sino a explorar las nuestras propias y a reconciliarnos con nuestros límites existenciales, tanto los de la edad como los físicos, tanto los de nuestra solidaridad relativa como los de nuestra individualidad autoafirmada. Al vivirla como residentes nos fuimos encontrando con otras verdades. Los africanos más seguros de su futuro y de su relación interhumana con gente de otros países eran los que se preocupaban menos de nuestra presencia, por tanto, los más indiferentes, aproximándose pues más al estilo europeo del trato. Hacer vida de barrio tiene la ventaja de que al segundo día solo te interrumpe la gente que ignora de lo que vas. Al tercer dia podíamos hacer nuestro recorrido con la wheel chair-cross por las calles de arena y piedras y fragmentos de asfalto hasta el restaurantito o el bar o la panadería sin que nadie nos molestara. La vida ordinaria en una capital como Dakar no tenía nada de particular en el sentido africano: algunas de sus imágenes que los primeros meses del año nos hubieran sorprendido como la de un tipo andando rápido por la calle sosteniendo en una sola mano una columna de al menos 20 bandejas con dos docenas y medio cada una con aplomo y que bien podría ganar un puesto de honor en ese programa de la televisión francesa que muestra curiosidades circenses nos parecían ya ordinarias. Nuestro tendero preferido al que le comprábamos los plátanos (mandarinas a 1400cefas kilo, no) colocado sin apenas luz junto a una alcantarilla y que siempre tenía una palabra de amabilidad, era una estampa razonable; los baches y arenas continuas, el taxista que dejó un pasajero y arrancó sin mirar enfrente y que estuvo a punto de tocarnos, todo eso es lo más normal. Dakar: una ciudad más del mundo urbano, caótica y ruidosa, en la que el solo recorrido por una calle, la de Liberté, arteria y nombre de nuestro distrito, ponía en evidencia lo territorialista que es la gente y lo poco que abandona los diez metros cuadrados contados de delante de su casa o de su establecimiento. Nuestras preocupaciones ya no eran enterarnos de cada historión ni la gente venia con su carta a los reyes magos nada más vernos (por otra parte la existencia de nuestro alijo de gomas de borrar, las que regalábamos simbólicamente también para borrar la realidad actual y construir otra, no nos constaba que hubieran borrado la suciedad de las calles y de los malos). Dakar es una ciudad en la que hay bastantes blancos, cada cual mirando en frente y como toda gran ciudad tiene su densidad anónima y sus problemas coexistenciales. Una ciudad se parece a otra como una gota de agua a otra. Las gotas de agua pertenecen a duchas, grifos, charcos, acequias, alcantarillas. El clasificatorio de las ciudades también sigue una taxonomía parecida. Las mejores son las más limpias y con una organización lógica del territorio, las peores las que arrastran suciedades y no arreglan los agujeros. No propondremos a Dakar como la ciudad más bonita o que más méritos haga en su mejora, pero camino de Chez Joe descubrimos una placa triangular de peligro anunciando el paso cebra (despintado y casi imperceptible como todos) con lucecitas intermitentes y una plaquita solar de alimentación eléctrica. Todo un detalle. Amparados con ella parábamos coches para cruzar. Yo, empujando como siempre y Vic levantando el brazo para parar a los conductores frenetizados por su rally particular. De tarde en tarde nos constaban accidentes, no en mayor cantidad que en otras ciudades o países más desarrollados pero eso no era un asunto que nos afectara demasiado. No más que la muerte a manos de la policía de un manifestante con cóctel molotov. Una vida mano sigue valiendo menos que la de un escaparate tanto en Grecia como en cualquier otra parte del mundo. Los únicos que siguen pudiendo jugar con humos y balas son los autorizados oficialmente a matar.
La vida casera en el Sacré Coeur con conexión directa con España y otras partes con nuestros amigos nos hizo más cotidiana la cosa. Seguíamos perteneciendo más a Europa a África quedando la emisión de bonos de la condición ideológica de apátridas para conversaciones ácratas. Hemos conocido algunos europeos que vienen viviendo desde media vida atrás en África. Si duda, abnegados héroes.

Cada mes el cargo fijo en la misma fecha de 300 euros en nuestra cuenta bancaria (que no habíamos consultado los meses anteriores a Serekunda) no sabíamos si atribuirlos a un desfalcador profesional o a nuestra propia negligencia como clientes. Vic no se acordaba de haber dado ningún tipo de orden de pago aplazado pero Vic es el mejor cliente de las tarjetas de crédito jamás registrada por toda la historia bancaria. Un millón de Vics repartidas por el mundo capitalista serían el mejor antídoto a cualquier amenaza de crisis financiera. Si no sabe la distancia que hay entre una ciudad u otra o entre una cifra millonaria y una de decimales, tampoco sabe lo que hace con ellas (las tarjetas digo): agujero permanentemente descosido en el bolsillo de los dineros. Toda cifra es un criptograma. No hay nadie que no se pelee por los números, en particular si éstos indican cantidades económicas. Ella es la única excepción planetaria que conozco. Mientras tenga liquidez para vivir y para vivir bien, cualquier fuga de dinero poco importa. Yo soy todo lo contrario. Me discuto por un céntimo con quien me lo saca sin tener autorización y si no me parto la cara con el programa bancario que me ha hecho la sisa es porque ya no concedo duelos de gladiador en ningún parque público. Desde que conozco a Vic, la poderosa atracción por militar en las columnas de los números rojos revuelve los algoritmos de la economía casera y me inquieta. Pero su capacidad angélica para vivir la vida sin sufrir por las agresiones e incomprensiones recibidas la tienen en mi más alta estima. Averiguamos con el contacto por email que los únicos responsables de nuestras fugas de dinero éramos nosotros: habiendo dado la orden de pago aplazado de los gastos realizados con tarjeta. Puesto que estos fueron alrededor de los 2700 antes de dejar España, su pago aplazado implicó una buena cantidad de meses de este año. Pago aplazado significa que el 16 o más por ciento de interés se va multiplicando por tantos meses de demora como haya, además de los 30 de coste anual de mantenimiento de las tarjetas. Mientras e África nos discutíamos por 100 cefas en nuestros cuarteles seguimos estando desprotegidos. La culpa era nuestra y solo nuestra. Lo cierto es que la suma por los pagos de la baca de la furgo (para poder cargar las cajas del trasporte solidario), un ordenador portátil, la caja de medicinas que compramos,.. ascendió a aquella cifra, pero al menos el de ser siseados por algún atracador electrónico se disipó. Hasta que no volviéramos a España no íbamos a poder ser en orden todo ese asunto tratando de controlar más a nuestro banco y sobre todo nuestros hábitos de gastos.

La descripción de la vida es que te lleva a auscultarlo todo: los ritmos externos y el tictac de tu interioridad. Escribirlo, sí, que no explicarlo siempre. Estamos rodeados de sucesos que no entendemos y cuestionados por nuestras propias ineptitudes. Desde la distancia de los asuntos domésticos no puedes hacer nada. Alguien que viaje tiene un sinónimo ad hoc -para los sedentarios que se quedan forrando sus cuarteles- como el de libertino que se desentiende de lo que dejara en sus abandonadas latitudes. Como viajeros nos permitimos el lujo de hacer nuestro viaje sin tener que ir a la oficina a cumplir con las existencias del departamento de ventas o a aguantar las presiones atmosféricas y otras. Viajar significa para observadores poco neutrales ser rico. No es cierto pero muchos oteantes con sus telescopios de hojalata creen eso. En todo caso el nuestro en curso lo iniciamos con su garantía económica pero no con todas las condiciones arregladas. Es así que pagamos los seguros hispanos de dos automóviles que no pudimos dar de baja o por dos teléfonos y una cobertura de internet que no usamos. Toda una exhibición de despilfarro de recursos, pero bueno el dinero es solo dinero y mientras sirva a alguien para dar de comer a sus hijos salir del submundo de las alcantarillas, tampoco nos dejará en el absoluto decomiso.

Diciembre empezó con la mejor noticia del año: el nacimiento de Lola. Habemus filius de filius (¿se dice así?)y eso me convierte en el abuelo del año sin quitarle el mérito de la abuelidad a otros congéneres. ¡Una niña de 4kilos 100¡ Hacedle un hueco, viene a compartir el planeta con los demás. No sabe donde se ha metido pero ya nos ocuparemos quienes la queremos que lo pase lo mejor posible. Tuve que pedirle a mi amiga FinaO durante una conversación por msn que llamara a Isaac para que se enterara de la situación. Sabíamos que el parto estaba previsto para diciembre. Ella lo llamó estando en el hospital. Al dia siguiente o a los dos días él me envió las primeras fotos de Lola, que Vic colgó enseguida en el Face Book del la familia MAlés. La abuelidad hace que todo lo demás pase a un segundo plano. Te da una patriarcalidad, repasas lo que recuerdas de la teoría de la evolución, te sientes solidario con todo el mundo, haces u guiño de complicidad a los desconocidos, saludas a las abuelas de la calle como si fueran parte de tu clan, pasas a admirar al propio Abraham y te das cuenta que estas mas unido a la especie humana de lo que creías. Tener una nieta significará también esperar en el mundo de los vivos algunas décadas más a ver como crece y, al menos, asistir a la tenencia de su primer hijo, pero sin presuponerlo ni condicionar biografía alguna ¡que conste!
En el Sacré coeur las voces de los profesores dando clases con puertas de sus aulas abiertas o los ruidacos de los alumnos en los intervalos entre clase nos acompañaron como sonidos de fondo. También flotaban nuestros sonidos en el espacio (clarinete, armónica y la voz catando de Vic).Salíamos lo justo o no salíamos. El ordenador era nuestra vida. El apetito nos llevaba hasta el boliche más cercano de dos hermanastras Fatu que no nos discriminaban con los precios. Nos sentábamos de cara a la pared usando un tablero a modo de mesa. Yo hacia mi itinerario previo: compra de bananas y cacahuetes (persistiendo a 25 francos la micro bolsita, uno de los detalles representativos del Senegal actual) en el puesto del vendedor que me preguntaba la cantinela habitual, ça va les affairs de la journé? Y en otra tienda la Coca-Cola de litro fría para acompañarla en la comida en el pequeño. Luego nos reintegrábamos al despacho. Con nuestros compañeros de cara a la pared en el chiringuito unas veces hablábamos y otras también. Alguien nos contó que un dia espontáneamente la ciudad se rebeló de un modo descentralizado, por barrios, ante tanto caos de país, y que el ejército intervino pero que dio orden de no disparar para que los soldaros no se opusieran a la orden ya que podían matar a familiares. El entusiasmo del chico contándolo (es raro que alguien confíe en desconocidos con esa clase de informaciones) ni siquiera lo tomamos como un indicador de conciencia política o de capacidad para organizar el futuro. El hecho de que en innumerables sitios del planeta haya razones objetivas poderosas para levantamientos de protesta no significa que esos levantamientos termine engendrando organizaciones sociales mejores. Por lo general se ventilan con represiones brutales y con un periodo de silencio posterior de unos cuantos años. Todo lo que hace el poder ante ellos es recordar que sus súbditos un día pueden asaltarlos y comérselos sin patatas fritas pero otro asunto muy distinto es la capacidad alternativa de organizar algo mejor y ante esa hipótesis tal vez aflojan un poco el expolio y la presión social.
Atraídos por la música de Ismeël Lô, Tabajone, que coocida de la banda musical de Todo sobre mi madre de Almodóvar,descubrimos un local donde tomar cerveza, Le bureau des combattants. Nany’ s. Combatiente es un substantivo que suena a mayor (combatir por la paz, la libertad, la justicia y sus tantos etcéteras) claro que hay nombres parecidos en Europa que se refiere a clubes de lo antiguos legionarios y otros individuos que forraron sus biografías haciendo daño al prójimo, en las colonias de las metrópolis o donde fuera, pero a diferencia de Kaolack mi vida cervecera pasó a un grado ínfimo. La cerveza es un placer para la época de calor y una bebida ordinaria con el cambio estacional. En nuestras dos camas (colchones mejores que el colchón asesino de la primera noche) pusimos ya mantas por primera vez y yo dejaba que el agua caliente de la ducha me mimara durante un buen rato. Baffour se fue demorando en dar noticias. En una carta pasada al inglés con la ayuda del Google traslater le informamos de nuestros planes inmediatos y de nuestro límite de estancia en Senegal.
La vida casera tenía eso, no demasiado que contar aunque sí mucho mas vida personal que hacer. Los chats con Nani, con Ter, con FinaO, con Cristina Echánove, con Almu,… creaban la curiosa sensación de estar rodeados con gente en nuestro salón despacho. No teníamos mucha anécdota que contar pero nos vivíamos más intensamente en nuestra privacidad.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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