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jueves, 7 de agosto de 2008

Una Pareja tranquila

Keur Guilaye, St Jean Baptiste monastère 23 julio 2008
El don de la invisibilidad ya está suficientemente descrito en otros textos. El nuestro nos viene dado por multitud de pequeños factores. Los europeos con los que coincidimos siguen haciendo gala de su nula extroversión. No incide para nada en nuestra cuota de existencialidad. Se den cuenta los damos de si hemos llegado, estamos o pasamos no es determinante para seguir o condicionar nuestro estilo de vida. No quiero caer en el lapsus de decir programa de vida. Un programa exige otros niveles de dedicación. Tal como están las cosas es mejor no comprometerse con nada para nadie. Mientras viajas quedar para el día siguiente o incluso hacerlo para la tarde puede ser un problema para ti y para la otra parte. Las variables para el viajero son muchas y el compromiso anterior puede impedir la oportunidad de una experiencia mejor que surja luego. Eso tiene un tinte napoleónico. Napoleón, figura historia que ha recibido mas reconocimientos de los merecidos y mas nefasto para la libertad de lo que le ha sido dictaminado, aconsejaba que la mejor manera de no faltar a la palabra era no dándola nunca. ¡Menudo bárbaro prelingüístico! Pero bueno, la verdad es que prefiero a alguien que no me de nunca su palabra a alguien que me la de y no la cumpla, por mi parte prefiero no quedar en algo si me va a condicionar tanto que me quite de otros haceres que hacerlo y luego tener que cumplirlo a disgusto.
Tras nuestra comida en l’ Aliance Senegalaise, arroz con hueso de pollo, retomamos la carretera, olvidando que el bibliotecario dijo que vendría expresamente a darnos un libro sobre la figurara de los imames. El asfalto desde Kaolack no presenta ningún problema. Entramos en Fatick, que está muy urbanizado, también asfaltado con asfalto suficiente para reparar un buen fragmento de la nacional que tanto nos ha tocado los adentros y continuamos hasta Mbour, una ciudad absolutamente moderna. Las imágenes de los baobabs aglomerados por el camino, una dulzura. Aquí pasamos la noche frente a Sonatel en la calle principal tras consultar al guarda uniformado nocturno de la empresa a unos pasos de nosotros. Noche no interrumpida por nadie con nuestra ventana lateral abierta. Antes, siguiendo pulcramente nuestro manual de supervivencia, pedimos quedarnos en el patio de la iglesia católica mas cerca del mar, el foyer de las monjas tiene un limitador de altura con un alambre espino circular que impide el acceso de la furgo para tomar una habitación, y el patio diáfano de la iglesia nos estaba esperando. Error de perspectiva. En esta ocasión es Vic quien se acerca hasta el despacho para solicitarlo (solemos repartirnos la función). Vuelve al rato diciendo que hay un borde en el cargo y que no puede decidir por no ser el responsable, el cual volverá mas tarde despues del responso por su colega fallecido en Kaolack. Al cabo de una hora el mismo tipo sale en clave de agresivo diciéndonos que estamos invadiendo su espacio. Lo trato de no cristiano y de impostor tras decirle que no tiene la menor idea del concepto de solidaridad y del descredito en el que incurre con la tesis de la casa de dios como la de todos, Amenazó con avisar a la policía tras gritos y aspavientos agresivos. Por mi parte antes de un minuto de este intercambio de pareceres me digo: estoy de suerte, he aquí una oportunidad para catarsis de bolsillo y me esmero con mi artillería verbal y saltitos de saltimbanqui apasionado. En realidad me excedo –me dirá luego Vic- un poco en mis ejercicios pendientes de teatro. Anécdota a añadir a la del dia anterior con el hombre escondido de Caritas. No pasó nada que no supiéramos ya. Las religiones son clubes privados, sea cual sea su grado de seguimiento, y sus managers son gestores de propiedades privadas. El hecho de que nos vayamos encontrando, predominantemente, con buena gente en esta nueva aproximación al catolicismo, desde que tuvimos conciencia de nuestro reclutamiento forzoso de niños y nos dimos de baja unos años después, no significa que perdamos de vista las funciones que cumplen en cuanto a idiotizar a la gente tras creencias rotundamente indemostrables por no decir que son una forma de denominar mentiras muy planificadas. Lo menos que se les puede decir es que son impostores. Lo que no quita que no pocos de ellos trabajen con proyectos sociales y contribuyan a un grado de conciencia social. No es el caso que nos ocupa. Quise asegurarme que ese hombre de religión se acordaría siempre de esa escena. Evidentemente a la hora de pedirle como se llamaba no quiso decírnoslo con lo cual nuestro libro queda privado de un nombre más de la lista de los malos pero gana más espacio para otras grafías más dignas.
En el aparcamiento de Sonatel nos aprovechamos del campo de wifi de la zona desde dentro de la furgo y pude consultar el correo e insertar el capitulo anterior en Un Viaje Existencial.
A la mañana siguiente horas de panorama marino en una zona donde varias casas están habitadas por francófonos blancos. Caminé con mi slip por el borde de la playa: la enorme cantidad de inmundicia tirada por la gente, los peces muertos, el agua llena de objetos de toda clase y el mal olor me llenó de tristeza. No recuerdo otra playa de las sucias del mundo más sucia que ésta, ni siquiera la del Cuco en el Salvador en la que había algún animal muerto. Llegué hasta la zona de los cayucos y volví junto a Vic. A mediodía tras el aprovisionamiento de plátanos y bananas retomamos la carretera hasta Thies donde pasamos la tarde frente al hospital que, en un concurso de originalidad se decidió que, también se llamara St Jean de Dieu. Aquí le compramos casi 8 metros cuadrados de tela fuerte de algodón a un vendedor más que impetuoso, nervioso y con prisas. También vimos como un par de niños de la lata cambiaban monedas por valor de 3mil cefas. El negocio, pues, no les va tan mal. Antes de abandonar el local otro senegalés que nos identificó por el lenguaje se dirigió a nosotros en castellano. Estuvimos hablando un rato con él, André Fayet, que vive en Guissona. Nos ilusionó poder hacerlo, también escuchar unas cuantas frases de él en catalán despues de llevar 6 años de inmigrante integrado. André lleva encima el sello una nueva esclavitud: hipotecado por 40 años por el piso que se ha comprado en Catalunya. Vimos en él la concreción de varias características que explican el Senegal actual. Trabajador de éxito que se puede permitir un viaje de vacaciones al año a sus orígenes, con una propiedad en el extranjero y otra aquí, bien vestido sin que le falte ningún detalle, importador de divisas y a caballo al menos entre dos geografías completamente diferentes. Tras un rato de charla y pasarnos toda la tarde en un local con nuestros ordenatas (solitarios de Vic y espesas grafías de Jes) cambiamos de ubicación. La conexión con las figuras conjuntas a la nuestra: el camarero togolés, los distintos clientes que saludaban al entrar –todos menos la pareja francófona blanca-, la mujer de la limpieza: una increíble loba para amamantar a varios Rómulos y Remos a la vez, el dueño, muy puesto en su papel de hombre serio, buscamos una ubicación en una calle cercana a pesar de tenerla en la explanada de este sitio, parada de taxis frente al hospital.
Vamos de pareja tranquila tratando de ubicarnos al menos otra semana seguida en un mismo sitio. Ninguna prisa para llegar a ningún sitio aunque tenemos varios incógnitas pendientes con respecto al futuro de este año. Es evidente que hay partes de nuestra aventura (el email de Galo Baldó, nuestro sobrino, se dirige a nosotros como “aventureros”) que nos repite secuencias, frases incluso, cambian las caras pero siguen los verbos. No, no somos aventureros, solo estamos aquí, somos quilometreros, pero ni siquiera esto. Haciendo viajes cortos y medios de fin de semana, estando en nuestra casa en Barnápolis, a las alturas de este mes también podíamos haber rodado la cantidad que llevamos hasta ahora. La aventura, si es que hay alguna, es naturalizar nuestra presencia aquí y tratar a quienes nos encontramos como iguales (aunque la igualdad es una de las palabras más demagógicas que existe) a cambio de otro tanto.
Retomamos la carretera para Keur Moussa pasando por Pout una zona donde cualquier cantidad anterior de mangos en oferta no es nada en comparación a la exhibida en la carretera. Las mujeres, las protagonistas en la venta. Llegamos al monasterio benedictino de los hombres. Le pere Marie André nos dice que por de pronto pasemos al refectoire y comamos y que luego tras consultarlo nos dirá como está el tema de la habitación. Durante la comida una huésped, Michelle, de Paris, cerca de Versalles, se queda algo sorprendida al explicar nuestra peripecia y africana y mostrarnos críticos con el tipo de solidaridad dominante. Nos habría encantado continuar hablando con ella toda la tarde por su interés sincero y su cultura despierta. Su acompañante, un curioso hombre que no hace nada por presentarse, ni por participar en la conversación, tampoco en sentarse a la mesa a la comida, con aspecto de enfermo, que en un momento dado la otra mujer le alcanza una de las sillas para que se siente junto a Michèlle, le dice en un momento dado al oído, que deben irse porque la carretera a Dakar es complicada. Hay unos 60 kms de distancia y es la 1 de la tarde. Suficiente para no tratar de saber más del personaje. Tanta falta de seguridad resultante insultante. Nos quedamos sin Michèle y nos vamos con Marie André y la otra comensal con nuestra furgo hasta un pabellón de huéspedes donde nos ha conseguido dos habitaciones, solo para dos días, porque están comprometidas a otra gente que las han reservado .En realidad solo pasamos a utilizar una. Vic y yo tenemos suficiente con una cama individual y con una sola mesa para compartir. Seguimos estando a repartirnos un piñón a partes iguales aunque nos peleemos frecuentemente (intercambios de pareceres en versión no light).El pabellón está recintado y en un sitio aislado, con los sonidos compañeros tan gratificantes de los pájaros que son los únicos que realmente, toca decir de paso, pueden comprendernos en la magnitud de nuestro cromo. Antes de meternos en nuestras ocupaciones no podemos por menos que comparar el recibimiento en el monasterio con el del impostor en el anterior punto católico en el que nos detuvimos en Mbour. Estamos de suerte, el sitio es justo lo que necesitamos.
Al atardecer, con los deberes del día hechos, salimos a dar una vuelta hasta el centro del pueblo a un par de kms. Compramos pan. Una unidad que no debe pasar de los 200 gramos la expendedora dice que es el de kilo. Nos recuerda lo mucho que evolucionamos en España cuando 30 años atrás hubo aquellas polémicas sobre el pan de kilo que pesaba 850 gramos con tendencia a la baja y que el Estado tuvo que intervenir para reglamentar pesos y precios. No sé por donde anda la cuestión pero sí puedo asegurar que los panaderos son los magos más extremos capaces de engrandecer con muy poca harina volúmenes considerables de formas que engañan a los ojos. Seguramente tienen el acceso a lecturas privilegiadas de la biblia en las que dan instrucciones concretas del milagro de los panes y los peces. El colonialismo francés ha extendido la baguette hasta el punto que es uno de los iconos modernos más populares del desencuentro con el objeto. Un rato de charla con la chica nos da la razón al objetar el coñazo de los altavoces de la mezquita de al lado que un rato antes nos asustó durante nuestro paseo, tal vez porque inconscientemente interpretamos el Aaaallaaah con un ¡a ellos! refiriéndose a nosotros. Nos detuvimos en una buvette a tomar dos flags, pedidas una tras otra. Emily la mujer que vino despues saludó a todos sus clientes dando la mano a cada uno y luego sentándose a nuestra mesa. Llevamos la conversación sobre lso problemas para servir bebidas alcohólicas. Nos habló de que sus clientes son musulmanes y que vienen al anochecer a beber, que efectivamente ha recibido críticas a sus espaldas pero no insultos a la cara. Extendimos un poco más la conversación a su modo de vestir sexy: pantalones muy ajustados y blusa sin mangas marcándole los senos, estilo de muchas senegalesas; nos dijo que eso no ocasionaba ningún conflicto y quedaba justificado por el calor intensa. Sin duda el islamismo funciona de manera diferente en el África negra que en los países árabes mucho más estrictos y propensos al fundamentalismo. Trasladada las mismas dos preguntas a un imam posiblemente se escandalizaría ante las mujeres prohibitivas y ante los desobedientes de Mahoma lanzados a la perdición del alcohol.
Los puntos de alcohol que venimos clienteando por el África recorrida tienen una doble interpretación: son sin duda los antros de la dipsomanía concentrada por un lado pero también los lugares de la extralimitación, verdaderos extrarradios de la moral pública estricta y restricta. A fin de cuentas un bohemio si quiere soñar en público termina por ir al espacio del alcohólico.
Marie André nos visita a la mañana siguiente y viene a hacer pequeños detalles domésticos en el pabellón de visitantes en el que estamos. Me muestra el hoyo en el recinto donde lo tiran todo mezclado: plásticos, latas, pilas eléctricas y restos orgánicos. Trato de ganarme el cielo diciéndole el potencial tóxico de todo esto y que nosotros hacemos 8 tipos de basuras separadas en nuestro país. Al igual que los otros monasterios visitados no conocen esto ni le conceden demasiada importancia. Algo inconcebible dada la destrucción de energía potencial como abono para la agricultura, la intoxicación ambiental y la complicación para eliminar restos. Paralelamente los monasterios son ejemplos organizativos de utilización de los recursos y modelos de trabajo y económicos para las zonas en las que están ubicados. Tengan los recursos que tengan detentan una sobriedad, una elegancia y exquisitez con los espacios, un nivel de vida alto sin que dependa de la riqueza puntual de la que se disponga. De los monasterios cabe decir que consiguen resultados en sus niveles materiales, sin contar sus pretensiones ideológicas ni espirituales, ahí donde se ubican. El de Conacry, Saint Joseph de Séguéya, tras tres años y medio después de su fundación demuestran con las cuentas en la mano y producciones recolectadas, una práctica de éxito.
Vamos a una de las ceremonias de los benedictinos en su iglesia. Acompaño a Vic con la silla de ruedas y de paso me quedo dada la distancia que hay desde el pabellón de nuestra hôtellerie al establecimiento de rezos. La configuración de los monjes confirma que unos pocos que son los más ancianos son los blancos y probablemente los fundadores, el resto son negros y la mayoría muy jóvenes. Una regularidad que ya comprobamos en anteriores monasterios. El exceso de rito me supera y el deceso de ratos dedicados a la corá me defrauda. Demasiadas veces alternando levantarse y sentarse, también varias para curvar el espinazo y alguna otra para arrodillarse. Yo decido quedarme sentado junto a Vic que lo esta en la silla rodante y otra mujer con un pie amputado y muletas que esta en nuestro mismo sector. Gozo de los cánticos aunque no leo en el libro de ellos que alguien amablemente nos proporciona. La gestualística íntegra es para adorar a un dios que no veo por ninguna parte. En un momento dado las palmas extendidas como recibiendo no sé si el influjo del espíritu santo. En conjunto me ha resultado tan plasta como cuando de niño y preadolescente fui obligado a ir a misa, a rezar y a confesarme por aquello de ser un buen cristiano. Cuando decidí serlo en un periodo voluntario de mi vida, por lo poco que aprendí de los mensajes cristianos, choqué frontalmente con los católicos los primeros interesados en hacer de la tesis del amor al prójimo una mentira piadosa. Con todo, reconozco el entorno acústico reconfortante de los templos en actividad a pesar de que su feligresía sigue toda una gimnástica de deferencias precisas. El momento culminante es hacia el final con dos episodios: el de comulgar y el de darse la mano entre desconocidos tras la orden: daros la paz. El de comulgar, hay que decir que ninguna persona, de las que he mirado tras ese curioso acto de la ingesta del cuerpo de Jesús o su representación simbólica –estudio observacional que empecé a hacer desde que cumplí los 8 años de edad- comulga de la misma manera; unos mastican directamente la hostia, otras bocas la llevan con suavidad esperando su disolución en los siguiente minutos, otros se tropiezan al andar al ser portadores de tamaña responsabilidad, otros van ultrareconcentrados sabiéndose exentos de toda mácula. En cuanto al segundo gesto no está mal del todo saludarse con desconocidos aunque ese saludo siempre hay que entrecomillarlo porque se hace por razones rituales y por orden expresa. Hay que precisar que la paz no se da ni se regala, como mucho se desea y cada cual ha de construirla dentro de sí mismo y de su entorno. Las mismas personas que un cuarto de hora antes se han dado la mano con el consabido: “que la paz sea contigo”, luego se hacen la guerra un cuarto de hora despues cuando se encuentran en la calle.
En la boutique, establecimiento de paso igualmente ritualístico tras la ceremonia, todo está bajo llave en las vitrinas. Desistimos comprar los cds de sus canticos por caros y compramos mermelada de guayaba y sirope de naranja, también una partitura para Cora. Preguntamos el precio de una de ellas que esta en venta. Más de 400mil cefas.
No tengo ningún problema en ser visitante de templos y en tratar de recogerme un rato para tratar de conectar en últimos sentidos del todo que las cosas de lo concreto no dan para nada pero estimo que el rito va en contra de la meditación, cualquier mantra o rosario es una forma para detener el pensamiento y capturar el leguaje con fórmulas pre-establecidas. De todos modos aunque no tenga interrupciones acústicas debo admitir que el silencio de un templo, su austeridad o magnificencia, tanto da; su iconografía o sus paredes desnudas, poco importa; la dureza de sus bancos de madera, bueno; ayuda al recogimiento y a separarse de la agenda diaria para intentar ser exclusivamente vacío merodeando en torno a un cero multiplicado por si mismo. (Burt, el gamberro sin pelos en la lengua que puede soltar sentencias como esta:¡multiplícate por cero!, es el crío que me hubiera gustado tener de amigo cuando fui niño. De ese déficit no me ha consolado ningún catecismo, ni siquiera el catecismo social de A.Comte.
Dejamos una habitación para saltar a otro en el convento de las mujeres a unos 3 kms de distancia, en Keur Guilaye, ese es el nombre del chef del poblado. El de las benedictinas se llama St Jean Baptiste. Felicité, una beata intermediaria con las monjas nos muestra habitaciones, abre puertas y facilita llaves. Nos instalamos en una pequeña habitación en un gran recinto donde no hay otros huéspedes. Sí hay cuatro mujeres aojadas en otro pabellón solo para damas. Compartimos la mesa aunque no la conversación:7 comensales y 3 charlas en paralelo. La comida excelente. Perdemos estatus por lo que hace al alojamiento pero lo ganamos por lo que hace a los cuidados. Las confituras artesanales sumamente esmeradas, una constante monacal junto a los siropes. Vamos a la celebración de misa para comparar el rito con sus colegas benedictinos hombres. Al poco rato me desentiendo del tema dejo a Vic en el templo y yo salto a mi propio ritual privado, el del ordenador en la habitación donde no se está tan mal aunque no tiene mesa y hemos de usar la nuestra.
Nuestras compañeras de mesa en el refectoire son mujeres que pasan unos días buscando la calma y acudiendo al programa de plegarias. Como con 7 no tienen bastante también hacen un pequeño cantico al comienzo y fin de la comida. Despues de todas estas experiencias monacales saldré tan depurado que mi pis será del color del agua bendita.
Con una de las monjas hotelieres, Paul Marie que nos pregunta por nuestro proyecto de libro y le sugerimos de participar en uno de sus espacios de recreación, le decimos que hacemos comparaciones entre el catolicismo otros cristianismos y el islamismo. Está de acuerdo con mi impresión de que las iniciativas de trabajo social parten de los católicos y no tanto de las otras partes que más o menos secundan. Un rato después me ve con una de mis libretas manuscritas y me dice ¿no estarás escribiendo lo que he dicho antes verdad? Echamos una ojeada a los libros de la pequeña biblioteca del refectoire, donde hay unas butacas, no hay ni uno solo de entrada que nos estimule a su lectura a diferencia de la biblioteca descuidada, por lustros, del espacio de la segunda vez que estuvimos en Bamako, donde encontramos a M.Yourcenar y otros autores fuera de la esfera pía. Sin embargo las revistas impecablemente editadas dan cuenta de los apostolados e intervenciones en lo social del catolicismo en los sitios más remotos del planeta.
En el refectoire las siguientes comidas confirman que se come muy bien. Nadie nos pregunta porque no nos santiguamos o no nos juntamos a sus agradecimientos por los alimentos y cosas parecidas. Vic de niña participaba de este rito en el seno familiar y yo recuerdo a mi padre hacer la señal de al cruz sobre el pan de kilo (que entonces era de kilo y tenia superficie suficiente para hacerla) antes de cortarlo. Un inciso sobre la señal de la cruz: no deja de ser curiosa su semejanza al hacerla con el aspa cuyo gesto significa barrar algo. Donde mas se puede observar eso es en la triple personación en la frente (no pensar), en la boca (callar) en el corazón (no sentir). En los escenarios monacales que venimos repitiendo encontramos un cierto patrón de conductas: la intensidad del acto congregacional de las ceremonias contrasta con la frialdad a veces de rotundos silencios de los actos convivenciales. La hipótesis para una tesis de investigación por si alguien quiere hacerla sería/es que la coincidencia en la ceremonia y en los credos y en sus espacios para ellos no garantiza una mayor comunicación humana que la falta de esos dos factores. El mismo hecho de la clôture, la clausura, con los tiempos diarios tan administradamente reglados y los espacios de comidas concentrados con la intervención acústica monopolizada por una lectura religiosa hace superfluo todo lo demás. Evidentemente la comunión mística con lo que sea substituye o debe substituir la necesidad de toda comunicación humana que lo mas que puede asegurar es mantener los pies en tierra en un tipo de mundo bastante insatisfactorio. El objetivo de la clausura es la comunicación con dios no entender más el mundo humano de por sí bastante inexplicable.
Nuestras compañeras comensales vienen a rezar intensivos durante unos días para encontrar la calma espiritual o lo que sea. Sus vestidos y el detalle de andar cargadas de oros les delatan su estatus y un mayor apego a lo material y a la imagen más de lo que sus credos aconsejan. Una de ellas nos habla de su tragedia personal: el abandono tras 8 años de noviazgo por parte de él y su embarazo con el primo que vino a consolarla tras aquella pérdida y el consiguiente abandono de éste. Sigue siendo una constante la cantidad de mujeres con hijos y sin maridos a la vista en el África recorrida. El argumento de la irresponsabilidad masculina está servido aunque quienes nos vimos forzados a la paternidad por mujeres impositivas tengamos otro punto de vista añadido al respecto.
Nuestra vida es tranquila. No miramos la tele y no vamos a estresarnos corriendo a la primera ciudad del mapa para darnos baños de ruido que nos infarten. El mayor espectáculo es tertuliar o estar en silencio ante el espectáculo de la luna llena de 3 noches atrás o ver la alta concentración de libélulas nocturnas, de cuatro alas que venían a deshojarse de ellas junto al fluorescente de nuestro porche en una especie de metamorfosis inversa a la evolución de la oruga. Nos explicaron que eso sucede los días de lluvia y que el animalito resultante tiene que ver con la futura termita. Deberíamos consultar todo eso en un manual de biología. La verdad es que el espectáculo de la naturaleza es fausto, supera cualquier asunto de las noticias internacionales o nacionales. Por cada individuo humano debe haber al menos un millón de insectos (que me corrija su censor) y está claro que si alguien hereda la tierra van a ser ellos. No deja de ser una curiosidad que los animales más pequeños sobreviven a lo que sea mientras que los más grandes tengamos problemas físicos de todo tipo en nuestra adaptación al medio. En algún agujero del patio del último recinto en el que estamos alojados, uno de esos bichos desalados debe estar haciendo su propio informe sobre la pareja de abutacados, nosotros, que estuvo observando a los de su especie como el mejor programa que daban por la noche. La lluvia y los variados sonidos de los pájaros en cuanto cesa completan la actividad espectacular. No necesitamos la tele para nada. En cuanto a éste artefacto es uno de los trastos menos necesarios para la vida aunque cuando seguimos ocasionalmente un telenoticias de un canal francés nos advierte de los crímenes de actualidad. No entendemos como la gente se pega a la pantalla como el foco gravitacional más importante de un local nada más entrar desconfirmando el interés de los otros clientes que podamos estar en él. Como viajeros nos toca reconocer que hay otros viajeros que se desplazan miles de quilómetros desde sus ciudades-origen para hacer exactamente lo que hacen cada dia en sus casas de allá también en sus lugares-destino: ver una peli por la tele y dejar de mirar la realidad o de documentarla en directo o en primera persona.
Nuestra última cotidianeidad monacalizada tiene las tres citas de refectoire donde con Felicitas, Jeanne, la mujer de 40a mama que busca marido y Bárbara, una ivoriana que nos ratifica la noticia, ya antigua, del acuerdo entre presidente y jefe de la rebelión para darle el cargo de primer ministro en su país y reciclar los rebeldes acostumbrados a ganar dinero extorsionando a los viajeros. Jeanne nos dice directamente si le podemos buscar un marido en España. Le explicamos algunas cosas sobre la mentalidad distinta y el peligro de que este sea su primer objetivo. Para ella seguridad personal y amor son lo mismo. Le sugerimos que venga el año próximo a visitarnos para presentarle gente o que escriba un anuncio aclarando que es católica practicante.
Despues de nuestras cenas y rato en el porche o patio nos acostamos y damos masajes. Luego Vic se queda en su ama y yo me voy últimamente a la de la furgo donde me pongo a salvo de los mosquitos no ya solo por sus picadas sino por sus zumbidos que me despiertan.
Las comensalas y las monjas siguen con la costumbre de sorprenderse con mi nombre y el combinado que hace con el de Vic. Lo tenemos todo garantizado: el triunfo en la capa de latierra y la salvación en el más allá.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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