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PSICONEWS

sábado, 16 de agosto de 2008

En Dakar

Aspecto de nuestra habitación, con wiffi, del Colegio Sacre Coeur de Dakar
Con el artistadelC.Cultural Leopold Senghur
Dakar 16 agosto 2008
El mismo hecho de haber demorado en un mes la llegada a Dakar desde que entramos en Senegal, por el lado Este, indica, por si misma, nuestra no-pasión por las capitales de los países. Quedan lejos los tiempos en los que viajar al extranjero era ir a sus ciudades más sonoras: El Reino Unido era London, Francia era París, Suecia era Estocolmo, Portugal era Lisboa. El criterio actual es otro: preferir los lugares de vecindarios pequeños donde los contactos humanos son más fáciles y tranquilos. Sí, las capitales son muy representativas de los países pero no los contienen, obvio, por entero. La capital es la megápolis y una gran ciudad es casi siempre un encuentro con el vía crucis: los ciudadanos dejan de ser vecinos para ir a la carrera y atropellarse los unos a los otros, las calles están repletas de trampas potenciales, la contaminación acústica es insoportable, las indicaciones de avenidas y bulevares no están en todas las esquinas o no están en ninguna. El visitante se pierde en una larga lista de etcéteras antes de ubicarse. Con todo, una ciudad no es complicada. A un urbanita le basta mentalizarse con el esquema de sus vías principales y carrefours o plazas céntricas para orientarse y no perderse. Antiguamente, recuerdo que lo primero que hacia al llegar a una ciudad era comprar un mapa, también lo hacia al plantearme visitar un país. En Atenas, la primera vez que fui, esperé a que abriera un quiosco un día festivo para hacerlo. Hace ya mucho que no necesito cargar mi archivo, ni mi coco, con tanto papelajo. Si tengo la oportunidad de ver un mapa de la ciudad trato de memorizar su forma y ya me basta, de momento, y si no, tampoco necesito pasarme media tarde leyendo una guía para adaptarme a ella por los días que vaya estar. Oigo decir de vez en cuando personas que comentan que no jamás se aventurarían a viajar sin una buena guía. Pienso que una guía y sus mapas son en este caso simplemente segurizantes psicológicos, para nada los mapas del tesoro ni de la información preferible. No tener mapas locales siempre te lleva a preguntar lo que no sabes, lo cual, bien mirado, es una ventaja si lo que te trae al lugar es comunicar con sus habitantes. Es una especie de juego de gimkhama y una manera de practicar idiomas y hacerte con los acentos. También es una forma de encuesta de campo para hacerte una idea rápida de la gente del nuevo lugar al que llegas.
En Dakar, como en otras muchas ciudades del mundo, cuando llevas un día tienes la sensación de estar viviendo ya en ella desde hace tiempo. ¡Todas se parecen tanto y se copian tanto las unas a las otras! que todo lo que queda de sus orígenes históricos tienes que buscarlo en lugares muy especializados o en museos. En New Orleans todo su sabor pintoresco estaba reunido en dos calles del quartier francés antes del huracán, despues no he ido para verificar que sigue siendo lo mismo. En Dakar hay que ir al lago Rosa, destino del famoso rallye de pijos probando máquinas desde París, o a Gorée, la isla plataforma de embarque de los esclavos. Pero ese “hay que ir” no es propio de una literatura como la nuestra. Los turistas “tienen que ir a”, no pueden perderse tales o cuales visitas, museos, monumentos y un etcétera de militancia devocional de lo mas representativo de cada sitio. En el discurso ordinario nos aconsejamos los unos a los otros visitar tales o cuales sitios (no te pierdas tal o cual cosa, decimos). La verdad es que esa clase de vocabulario nos resbala. Si a nuestros visitantes en Barnápolis no les hacemos de guías turísticos imponiéndoles una agenda de visitas a no ser de que lo pidan, no veo porque nosotros tenemos que seguir un periplos de ídems por las ciudades que pasamos. La cuestión es que en Dakar estamos como si estuviéramos en Barcelona, haciendo vida cotidiana y tranquila que es lo que más nos gusta (clarinete, ordenata, restaurants, charlas) sin seguir una lista de visitas obligadas. ¿Obligaciones? No, ¡por favor! La sola palabra significa mencionar la bicha.
Senegal tiene fama de ser cara en relación a los otros países del oeste y de hecho lo es, dadas las tasas con que abultan el precio del combustible, pero también hay otros precios mejores: 250cefas/hora internet haute debit. Es en la capital donde se ve el ritmo económico de un país. El ajetreo de ésta, atestigua gente inquieta. La policía urbana deja la mayoría de veces a los conductores en los cruces a su suerte sin que se dediquen a hacer gimnasia de brazos para dar turnos de paso. Estamos avisados que algunos aceptan sobornos o presionan a extranjeros para exigirles cosas no obligatorias, tales como la vinyette anual para los residentes y la red de cuerda para sujetar las cosas del portaequipajes que sobresalgan, tal como se inventó el policía que nos paró y nos hizo perder nuestro valioso tiempo,
Antes de aquí, las tres semanas que estuvimos en la zona de Keur Moussa- (la casa de Moisés) –keur Guilaye fue el tiempo de máximo ubicación continuada en un lugar en lo que va de año. La verdad, cada vez tenemos menos ganas de seguir quilometreando y vivimos más la tesitura del dia a día en profundidad: detenernos junto a una carpa donde muchas mujeres vestidas de fiesta celebran una ceremonia matrimonial, acompañadas de djambees, o hacer amistades con nuestros compañeros de mesa en el cyber en el que nos acuartelemos por unas horas.
Curiosos los bailes de esas mujeres con movimientos animalescos que con la espalda torsionada extienden los brazos y mueven las piernas de formas retráctiles dando la apariencia de ser aves dispuestas al ataque. Los hombres, missing. Tanto mas curioso el fenómeno en cuanto a que las mujeres son mucho menos dadas a la comunicación que ellos y se dirían que viven vidas en permanente introversión.
Del gran obelisco, uno de los ejes-pivote de la ciudad, un slogan: une foi.(Conmemora el año 1960 el de la independencia. La independencia tiene una fecha histórica otra cosa es su significado. Francia sigue omnipresente en la francofonía africana). Los viernes, especialmente, la multitud se viste con sus mejores ropas y va a la mezquita con su chapelet en la mano. Ese rosario tiene 100 cuentas divididas en varios segmentos desiguales para facilitar la contabilidad de su recitación, así ningún fiel puede regatear dejando de decir una sola vez su frase devocional.
Conducir por Dakar significa vigilar a todas partes, especialmente hacia abajo, a los socavones del suelo. Los cruces semaforizados no funcionan y los policías con aspavientos son los menos. Otros que nos paran en una de las vías principales desierta nos dice que más adelante los universitarios protestan y tiran piedras. Nos acercamos un poco para hacer una vuelta alternativa. Un antidisturbios tira desde la calle una bomba de humo dentro del recinto universitario. Parece un juego y el hombre jugando con su juguete. En eso no nos entretuvimos, conocemos las lecciones de la historia: siempre que hay protestas, las furias de los manifestantes son conducidas convenientemente por el estado para hacer un match de esgrima en la calle con los profesionales del florete, entiéndase de las porras y los disparos por un lado y las piedras, ni siquiera con honda, por otra. Después de unos días en que la lucha se mantiene en términos de ring campal, y con un saldo de heridos –o muertos-, los protestatarios vuelven a sus rediles: resignaciones o conformidades y a los responsables estatales del problema, nadie les ha tocado un pelo ni amonestado, seguirán conservando el puesto y sus pagas latrocidas a cambio de seguir ejerciendo de inmovilistas. Aloyse nos explicó que el motivo de la bronca era por el retraso en el pago de las becas estudiantiles. No son las razones justas de las manifestaciones lo que está en discusión sino su potencial de fuerza para cambiar justamente las cosas.
Aloyse nos visitó en nuestras habitaciones del colegio para seguir practicando su castellano fluido y comentarnos que ya había empezado su trabajo paralelo durante el verano como profesor de francés en un centro escolar norteamericano de los protestantes de las Asambleas de Dios. El criterio de la dirección de sus empleados de aquí es la obligación formal de asistir a sus ritos religiosos, orden que impera para los contratados que son de otras confesiones, como es su caso en tanto que católico. Su problema es conservar el puesto de trabajo eludiendo tal obligación. La exigencia de dirección llega al extremo de obligar a su profesorado a que se presente antes de su horario docente para acudir a su rito. Aloyse es un hombre que habla sin parar pero mantiene una estructura gramatical narrativa que le cuesta encajar el metalenguaje o frases reflexivas en su área de comprensión. Con toda su cultura y su fe católica nos sorprendió su temor al supuesto poder mágico de determinados marabús que tienen fama de persuadir a quien sea con un solo contacto. Afirmó conocer católicos que tras un contacto verbal habían cambiado nuevamente de fe y que él mismo n ose atrevía a dar la mano o beber agua en sitios como Touba.
En el Sacre Coeur fuimos los únicos residentes de pasaje que ocupamos una habitación en la planta inferior, en realidad el despacho de secretaría con un dormitorio con dos camas y el cuarto de baño. Supusimos que el profesional del despacho era un adicto al trabajo en que necesitaba quedarse días enteros sin poder volver a casa. Sus pertenencias informáticas continuaron in situ cubiertas por una tela sobre la mesa, nosotros nos aprovechamos de las condiciones para trabajar en lo nuestro. El ensayo de clarinete de Vic en la puerta hizo que en seguida contactara con toda la gente que entraba y salía del edificio. Constante regular del fenómeno: los negros invariablemente saludando e intercambiando frases de interés, los blancos invariablemente pasando sin saludar y no intercambiando nada. Los blancos mayoritarios son los franceses. Francia sigue presente en el país, también manu militari, con, al menos, un destacamento de marina en Bel Aire, en la zona portuaria. La independencia colonial arrastra algunos desajustes o retrasos después de tantas décadas. Preguntado algún lugareño zonal nos dijo que los franceses les ayudan mucho. La imagen de su ataque en Cote d’ Ivoire vino a mi mente. ¿Ayuda?
Desde nuestro alojamiento, junto a la puerta del exterior, nos enterábamos de las entradas y salidas de los otros residentes o visitantes. Algunos nos confundían como porteros y nos preguntaban por tal o cual del que no teníamos ninguna idea. Nuestro furgo-cama con los dos bidones y el cofre encima, llenos y vulnerables estuvo estacionada en el parking de la escuela sin que tuviéramos ningún contacto visual con ella. Es la primera vez en todo este año que nos confiamos tanto dejando el vehículo a la total custodia de otras personas, en este caso los guardeses de la puerta principal. Lo cierto es que a más meses en África hemos ido desarrollando más confiabilidad.
Un chico que conocimos, Mamadi, que nos dijo tener una korá para vender, vino a visitarnos haciéndose acompañar por otros dos amigos músicos. Nada más llegar los invitamos a pasar, a pesar de no esperar tanta gente. Se instalaron en la chaisse longue que estuvimos usando de diván durante esos días, y se pusieron a cantar con un gogoma, un bollon y la kora. ¿Como os llamáis? Nos preguntaron e incorporaron nuestros dos nombres a su canción. Un ritmo bonito, nos quedamos impresionados, pero no tanto para no adivinar de qué iba la cosa.
–Os aclaramos nuestra posición y quienes somos, les dijimos, interrumpiéndolos antes de que concluyeran esa larga canción compuesta por ellos mismos: no somos turistas, no vamos a comprar nada, pero nos interesa ver algunos instrumentos musicales para comprar algunos a nuestro regreso a Senegal más adelante, y antes de nuestro retorno a Europa. Parecieron entenderlo, reanudaron la música, bonita desde luego pero que nos incomodó un poco por la presunción de que iban a tratar de manipularnos un rato despues, como así fue. A la hora de la despedida se miraron extrañados esperando su propina
-algo para el taxi, los instrumentos son voluminosos, vivimos lejos. El choque cultural de siempre no por interpretar los detalles de distinta manera sino por ese juego de ir a la caza del blanco que tanto nos ofende y que tanto se repite en África. El africano piensa por principio que el europeo es rico y tiene dinero, en consecuencia tiende a hacer una división aritmética y repartirse el que este tenga con él. Si un africano le dice a otro que trata de colocarle un articulo a un blanco por 10 veces mas del precio real y que se está pasando, éste le dirá a aquel que lo sabotea y que es un mal hombre por impedirle ganarse la vida. El concepto de honestidad es extraño. Es difícil poder afirmar que haya uno al menos bajo el parámetro del beneficio. A fuerza de pedirle precios que pagan otros blancos, nosotros no, se ha conseguido que lugares bonitos, como en Almandines, sean prohibitivos para los autóctonos y mas caros que otros sitios similares de la costa mediterránea europea. Una característica constante es que los africanos copian –y a veces superan- los precios europeos pero no la calidad europea que salvo sonadas excepciones ni siquiera se plantean en emular. La diferencia entre un precio determinado por el proceso lógico del coste de una cosa y el determinado por la ambición es que el segundo se disocia completamente de la realidad creando una ruptura entre comerciante y cliente, o al menos, digámoslo de otra manera más precisa, entre los comerciantes abusivos y algunos clientes que no van/vamos de tontolavas. Detrás de la mentalidad del que paga todo, cualquier precio, sin discutirlo nunca, no hay alguien con un poder adquisitivo tan alto sino alguien con un poder de comprensión bastante bajo. Si los turistas y viajeros al llegar a un sitio en lugar de sentarse y pedir consumiciones sin preguntar precios lo hicieran o consultaran la carta y en función de esto tomar la decisión de qué lugar elegir o no elegir ninguno, muy probablemente los precios se resituarían a su lógica local.
De otra parte, lo que no pagamos en unos sitios los pagamos en otros porque no nos queda otro remedio que hacerlo y lo tomamos como un gasto en concepto de alojamiento. Eso es cuando necesitamos electricidad o wifi.

Hay una forma de andar a la africana: la de arrastrar los pies. Las aceras y asfaltos deberían estar relucientes si no fuera por sus agujeros, baches, salientes, hierrajos, tarugos, más agujeros, acequias, alcantarillas y otras trampas mortales que no están para estéticas ni para agradecerles a sus peatones tantas molestias. Eso no disuade a los ciudadanos cansinos para desplazarse de un punto a otro, a que lo hagan pesada y lentamente. Dime como andas y propondré un diagnostico para tu momento vital. Imagino la publicidad televisada senegalesa de dentro de unos años: ande mejor ¡caramba!, gastará menos suelas de zapatos y dará un aspecto menos deplorable dentro del panorama urbano. ¡Póngase las botas del futuro! Se montarán talleres para reaprender a andar y cosas por el estilo lo mismo que en Europa se vienen montando para reaprender a respirar. En África la gente nace cansada, tiene toda la vida por delante para descansar. La forma de andar es propia del vago y la hemos visto sobre todo en mujeres, camareras de bares, también domésticas. Su lentitud es exasperante pero tiene su encanto sensual. Podriamos reciclar sus desapresurados movimientos y ponerle un paño debajo de cada suelo para aprovecharnos de su energia y sacarle brillo al suelo sino fuera porque no hay suelos para sacarles brillo. Senegal es el primer país donde hemos visto que usan la escoba para barrer y esa forma de los dos paños en los pies para secar el suelo en algún establecimiento puntual. A ese andar de viejas prematuras en jóvenes de edades para el canto pletórico, hay que añadir un rictus de enfado constante. No, no es que estén enfadadas, tan solo lo aparentan. El prognatismo remarca esa forma un tanto desagradable, especialmente en gente que atiende al público. Si la boca de ese rostro ostenta un bastón-escobilla para los dientes y además hace escupitajos a cada rato, el programa de varietés está al completo.

En el centro cultural de Blaise Shengor, que toma el nombre de alguien que se destacó en el país en ese campo, emparentado con el ex presidente, encontramos la prolongación de nuestra oficina. La exposición colectiva artística de cuadros nos pone al día. Hablamos con Mactar Pouye, su responsable, que también se dedica a pintar y nos muestra algunos murales suyos, uno de ellos de varios pisos de altura. Vic compra una ropa más. Luego le irá demasiado holgada y no le gustará. Cuando cae la noche, dos o tres tenues bombillas de colores nos dejan ante nuestros platos en la más absoluta oscuridad, la luz de la pantalla del ordenador informa del estado real del nyamé que nos han servido. Excelente. Las lucecitas nos recuerdan esa costumbre en las buvettes de Togo.
En el centro cultural Shenghor los tam tam a todo trapo. Los chicos tocándolos, las chicas con su baile catártico. En la mesa junto a la nuestra, un grupo de música con sus instrumentos enfundado, dos de ellos con unas voces estupendas. A los músicos africanos es fácil distinguirlos, se dejan crecer el pelo y se dejan rastas. El resto de los hombres lleva el pelo muy corto o se rapa la cabeza a menudo. A las chicas, no se si más progres pero sí mas descocadas también, llevan pelucas para tirar los pelos y marcan sus senos con absoluta naturalidad.
Nuestros intercambios culturales por la vía genitálica no han ido muy lejos con lugareños no han ido muy lejos, en realidad no han ido a ninguna parte, porque no han comenzado. El hecho de ser pareja es como llevar una camisa de fuerza puesta: aunque te des la libertad –siempre teórica- de canas ventoladas aquí no vuela nadie. Cuando uno viaja solo tiende al contacto, a buscar la compañía y si se tercia a buscar el gajo aunque no pretenda la media naranja pero cuando se viaja acompañado se carga con una mochila de indicaciones implícitas.

El primer dia que visitamos el centro: avda L.Senghor y Pompidou no dejamos de ser atosigados por los ambulantes. Como no tenemos realmente necesidad de nada de lo que nos ofrecen, nuestros precios terminan por ser aceptados. El aliado mejor de un comprador es que no necesite realmente aquello que compre porque puede prescindir de ello si el precio pedido es abusivo. El problema con los ambulantes es que los unos se solapan a los otros y antes de que te des cuenta tienes a 6 hablándote todos al mismo tiempo. Son inofensivos pero son unos lapas. Te toca hacer de organizador de asamblea para darles turno. Es así que nos cargamos de compras no previstas: una cama plegable de camping, un reloj de llavero, un par de gafas para leer, pantalones de colores y unos cuadritos artesanos hechos con técnica de arena de colores pegada en soporte de madera simulando escenas populares. En Dakar no falta el policía que te para y te pida el passe van (el carnet de passage) para asegurarse que no has cruzando la frontera saltando tu y tu vehículo con una pértiga. La ventaja que te paren segundas y terceras y cuartas veces los policías urbanos es que entre todas sus intervenciones te haces una idea de por donde van sus neuras y de paso confirmas la validez de tus documentos sin necesitar otros extras como el de la vinyette o una amende provisional por no tenerla que trató de colocarnos uno de ellos que iba de extorsionador.

Fuimos a la cita acordada con Afco para revisar nuestra batería. Leye, uno de sus mecánicos, me aseguró que a nuestra batería no le pasaba nada y que antes de darle a la llave de contacto para arrancar el motor había que esperar que los iconos de color calabaza en el panel de señales de alarma dejaran de estar encendidos. Uno de estos iconos es un candado y otro es una espiral. La primera vez que supimos de su existencia fue durante los tramos agujereados de la carretera nacional senegalesa. No teníamos ninguna idea de eso y hasta donde hemos mirado no lo pone por ninguna parte en el libro de infos del vehículo. Ese icono del candado lo venimos viendo desde Tambacounda y lo atribuíamos a problemas con el código de la llave, cuya tarjeta para la recuperación se quedó en Barcelona por nuestra negligencia. Siempre tienes que llevarla contigo si vas de mundos.
Volví a reponer la batería en su receptáculo y a reconectarla (primero el borne positivo rojo y después el negativo, éste es el orden aconsejado).El mecánico hizo varias pruebas para confirmar que la batería funcionaba perfectamente tras desaparecer los iconos calabaza. Je suis un ignorant le dije pero al menos nos quitamos de encima la decisión de hacer el testaje de batería y la posible recarga de ácido.
En Afco también vino a nuestro encuentro un gestor llamado por el portero por la cuestión del trámite de la maldita vinyette o para que informara al respecto. En África cuando planteas un tema, sea el que sea, la otra parte siempre codifica que estas haciendo una demanda en firme y no simplemente una pregunta. Es así que decide por ti y en lugar de trasladar tu pregunta a alguien infiere que lo necesitas. Es así que portero del recinto llamó por móvil a un gestor de la casa y en wolof le dijo que viniera para hacer un servicio. Una vez llegado me aclaró que el carnet de passage sustituye la necesidad del impuesto anual para circulación de vehículos, información que podía habernos dicho por teléfono sin tener que perder el tiempo. La excesiva gentileza de la gente se traduce en distintas formas de malentendidos cuando interpretan tus necesidades sin consultártelas y te meten en situaciones que no has pedido. Conviene aclarar siempre que preguntas o dices algo a alguien cual es el contexto de tu demanda para no permitir que el otro crea que estas pidiéndole que haga una gestión o que te venda lo que tiene.

En Bel Air compramos cajas de metal de las usadas para munición por el ejército que emplearemos como cofres para proteger los ordenadores y asegurar algo más su custodia dentro de la furgo. Pasamos unas horas interesantes vaciando dos flags grandes en mis interioridades: esófago-estomago y otras profundidades que no hace falta mencionar, en el bar donde trabaja un horario de esclava Sofía, una chica activa que saludaba a sus clientes blancos con dos besos de mejilla, y que se cambió un top con tirantes por otro sin ellos, de esos que obligan a cada poco rato a hacer el gesto de levantar un poco la tela cuando se aproxima a los pezones. De los blancos, ejecutivos, probablemente de alguna naviera del puerto de al lado, llegaron dos que se instalaron sin decirnos nada. Luego, la agenda de letra pequeña con numeraciones de uno de ellos lo delataba no precisamente como poeta. Nuestra no simpatía por ellos de entrada fue automática. Algo nos pasa con los blancos, los franco metropolitanos en particular por su soberbia, luego llegó un tercero que hizo un ademán de saludo al que correspondimos y que inmediatamente se zambulló en su periódico, luego un cuarto parapetado con un peluquín, que hizo otro pseudo saludo y compartió la mesa del anterior sin decirse nada. Todo eso sucede con absoluta naturalidad en cualquier ciudad europea y nadie se extraña del no saludo de la gente, solo que en África es bochornoso la falta de trato caluroso en un continente de tanto calor, Sofía habló al del periódico y este no le contestó, Sofía le preguntó ¿no quiere que le hable?, y el le hizo el gesto de no. El hombre del peluquín sacó su bocadillo y con las rodillas juntas, el cuerpo enjuto y la señal de la vergüenza en su piel de pergamino, fue pasándolo del mundo exterior a ser materia prima para su aparato intestinal. Entre tanto los 8 o 10 negros que entraron en el establecimiento sincopadamente durante esa mañana, todos saludaron y nos saludaron. Contraste de colores. ¿Qué les pasa a los blancos europeos, perdón, a los franceses? ¿Por qué les cuesta tanto decir hola? Comentamos Vic y yo de proponerles una cuestión-koan para sus horas de despacho de aburridos: ¿Por qué los negros todavía tienen la deferencia de hablar y los blancos han perdido, al menos ellos, toda deferencia de trato? No se lo dijimos, claro, la mayoría de cosas que piensas no las dices, no porque no estés seguro de ellas sino porque estás seguro a priori de que no sirve de mucho comentarlas en voz alta ante quien vive la vida desde el no-descubrir.

Un mongol con mochila, un chico alto, cabello negro recogido, sonrisa diáfana, atractivo, ubicado en esa edad de la década prodigiosa que va de los 20 a los 30 nos declaró I’ m nomad. Vale. Nos preguntó que tenía que hacer para ir a Thies en autostop. ¡Un transtempóreo! ¡Qué bien! No nos hubiera importando acompañarlo hasta la salida de la ciudad para ponerlo en la cuneta apropiada y que prosiguiera su nomadismo pero la tanda de lavacoches, guardeses de parking y comerciantes que nos atosigaban hizo que lo perdiéramos de vista antes de darnos cuenta. Un mongol, ¡vaya!, Mongolia, otro destino en el que perderse en una extensa llanura, encerrarte ahí y tirar la llave.

En la embajada española, muy cerca del edificio de la Assemblee Nacional que, de lejos, parece de viviendas, con una enorme puerta de entrada, la encontramos cerrada hasta el 15 de agosto, que coincide con ser la fiesta de la Asunción y día de fiesta local. Este tipo de detalles es muy propio de la burocracia española, la de convocar a posibles necesitados de papelajos para otro dia en que también se encontrará cerrada sus puertas. A pesar de la info ya conseguida en la embajada de Bamako, el problema de la próxima caducidad de mi permiso de conducir sigue en pie. Teniendo en cuenta que la policía africana utiliza cualquier pretexto para esquilmar al viajero europeo conducir sin el permiso de conducir vigente puede ser un problema. Mucho más cuando Mauritania es un país que tenemos que cruzar de nuevo y el último golpe de estado lo ha devuelto fulminantemente a la fase anterior del tímido proceso democrático en el que se había iniciado. Si los múltiples controles que tuvimos que sufrir en enero lo eran en un país que quería ser simpático, no quiero ni pensar en lo que nos vamos a encontrar ahora que el país no tiene la menor vergüenza en mostrar su atraso político ante el mundo.
En Dakar, como en todo Senegal, se encuentran los gargotes, esos pequeños restaurantes con una mesa baja y un par de banquetas, a veces con toldo, y que suelen regentarlos chicas o mujeres especializadas en preparar arroz con pescado y huevos. Los precios son los más tirados pero es mejor ponerse las gafas de sol más negras para no advertir los detalles no higiénicos.
Nuestra habitación en la ciudad ha sido la mejor hasta la actualidad que hemos alquilado durante todo éste año y no la más cara. La cobertura wifi permanente nos ha devuelto uno de los placeres de la tecnología avanzado. Eso de vivir independientemente de los cybers es una condición de libertad crucial. La de precio más alto la tomamos en Fada, en Burkina, una país comparativamente más pobre y con los precios más baratos. Seguimos con nuestra política de hacer vida de barrio. A la hora de comer salimos con la silla de ruedas, pasando por los pasos cebra e imponiendo cruzarlos dado que espontáneamente los conductores no se paran. Elegimos un restaurant donde comer para luego volver a nuestros quehaceres cruzando conversaciones aquí y allá un poco. Abundan los pequeños restaurant de fast food, donde ya ostentan carteleras de precios fijos. Los alojamientos que vamos encontrando son de una categoría tal que la idea de alquilar una casa con patio se va desvaneciendo. Eso tendría sentido para pasar un periodo prolongado, para uno o dos meses incluso no nos resulta tan vital. En el caso de recibir visitas de Europa también podríamos alojarlas en los establecimientos que vamos eligiendo.
Vic puede seguir con sus prácticas de clarinete a pesar de que la nota Mi de la tercera tesitura no suena bien. Eso proporciona otro añadido a la definición de infelicidad (infelicidad es igual a que no te suene la nota esperada por culpa del instrumento y no de tus dedos durante una lectura musical). Ningún mono de abstinencia por ahora con la falta de Korá. Máxime nos ha enviado fotos del grupo. Un arco de todos con las koras delante nos da un aspecto de buenos chicos de casa parroquial. Del resto del grupo recibimos alguna noticia en emails colectivos que terminan con un Jesus crhist vous aime. Vale, pero ¿has pensado que lo que yo quiero es que me ames tú y no que le pases la tarea a ese tipo?
Dakar es una ciudad moderna. La vía rápida periférica que bordea el mar es de trinca, la antigua carretera costera permite encontrar rincones románticos, bastantes de los edificios coloniales atestiguan su pasado. Si el visitante tiene suficiente cuidado en no meter una rueda de neumático en un agujero o si va de peatón, no caerse dentro, todo va bien. La inmensa cantidad de vendedores de calle de toda clase atestigua el estado económico de mucha gente. Al tipo que le compramos la cama plegable de aluminio (algo que hemos comprado por repetido puesto que tenemos un par de esas camas que compramos en un país báltico hace un par de años) iba con una de ellas desplegada por la calle y otra `legada dentro de su funda. Nadie tiene vergüenza de nada, lo primero es vivir, lo segundo ya se verá. ¿Qué es lo segundo? Vivir bien, vivir con contenidos, vivir sabiendo para qué, vivir filosofando, vivir en clave de felicidad, vivir para contarla, vivir para ser, vivir para no trabajar. Los comerciantes, aunque no te dediques a comprar mucho, son otra gran fuente de información de un país. Su grado de laposidad (adherencia del lapa) es tanto mayor cuanto menos tiempo lleve sin hacer una venta. Basta que tu pupila se dirija a aquello que se te ofrece para que estés perdido. Alguno de ellos lo tuvimos arrastrándose por un par de calles. Su indignidad te coloca en una situación indigna al hacerte jugar un atributo que no tienes: el del blanco prepotente que puede mantenerse encaramado en el podio de su negativa.
Los centros urbanos y su alta densidad por quilómetro cuadrado son otro hot point que te habla de todo un país. Gente de todas clases con toda clase de necesidades atestigua la supervivencia de urgencia. Junto al gran banco en el que entro un momento para sacar cash liquido del distribuidor de billetes (ningún problema de asistencia bancaria) gente que te sonríes de distinta manera para conseguir algo de ti: seguimos preferenciando a los handicapés en nuestras atenciones y hablamos con unos y con otros mientras sorteamos los obstáculos de cada calle. A veces al no encontrar una salida siempre hay alguien que se presta a auxiliarnos con la silla de ruedas indicándonos el camino.
En el Sacré Couer una escena curiosa. Agosto es periodo de vacaciones, pero su secretaria esta abierta y la sala de profesores (prohibida la entrada a alumnos reza el cartel de su puerta) esta convertida en club social. Los profesores acuden a ella para ver látele (con antena parabólica y mas canales), sofases y cervezas. Aloyse nos indica que hay hombres senegaleses que no aman la vida hogareña y se pasan una buena parte fuera de ella. Lo curioso de esos profesionales de la docencia es que su lugar de trabajo es el elegido en horas y días libres en lugar de estar con sus familias o irse de vacaciones o visitar otros lugares.
En una ocasión, estando dentro de un Myshop no hemos sentido substraído a la realidad inmediata. Podriamos estar en cualquier país con un establecimiento familiar. Un mismo tipo de consumos y de merchandising y de precios pudiendo pagarlos con credit card. Algún detalle podria informarnos que estábamos en África, casi todo el mundo tiene la piel negra, pero ese pequeño detalle ya hemos dejado de advertirlo. Algún otro, como un tipo arrodillándose en la acera en su ruego islámico advertimos que no lo hacia para el Este. Estuvimos por salir para aclararle que la Meca no estaba hacia donde oraba pero nuestro plato era más importante. Nos sigue resultando curiosa toda esa gente que, no importa donde, para de su actividad para cumplir con su obligación diaria. Ningún sentimiento del ridículo para arrodillarse ante no importa que pared que no importa lo que contenga (incluidos escaparates) a un metro de ella, siempre que la dirección en la Meca sea la correcta (el caso referido es la excepción). Evidentemente su oración mata de un tiro dos funciones: ganarse el paraíso y mantener limpio ese pedazo de suelo además de practicar la publicidad subliminal a favor de la pared ante la que se doblegan.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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