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lunes, 24 de marzo de 2008

Tras los Recursos

Aldea camino del parque Pendjari
Pista hacia el parque nacional Pendjari

Tanougou 22 marzo 2008
El campamento de cazadores al que llamamos auberge y que se llama en realidad Chasse Pendjari hace de teatro particular para nosotros durante unos días. Vic y yo, pareja astronáutica sin escafandra donde las haya, hacemos records de permanencia en lugares sin salir cuando todo lo que necesitamos es tranquilidad. Tianguetá vuelve a ser otro lugar donde la pista señalada de blanco en el mapa no nos permite continuar mucho más allá de Tanougou en la ruta de Batia y del parque. Aquí dejamos pasar los días. Los empleados son distantes y correctos y desde el tercer día compartimos el escenario con otros clientes que resultan ser españoles: Iñigo Vélez y su suegro José Luis, de Alicante. Nos cuentan su peripecia con el hombre que contrataron antes de tomar los vuelos vía Paris para llegar a Cotonou. Por el camino desde la capital beninoise se les averió su vehículo y la búsqueda de uno alternativo los metió en medio de una discusión de intereses contrarios entre un taxista y los otros. Después de una hora de discusión llegaron a los golpes. El suegro es cazador y ha venido a por trofeos que llevarse a España. Por la mañana temprano ya habían traído el cadáver de un antílope majestuoso con una cornamenta negra brillante. Los entendidos han dicho que era viejo y ya se había retirado de la manada porque estaba en las últimas. Los pisteros dicen a que presas se puede disparar. Tienen que cumplir el requisito de ser machos y viejos. La bala humana acelera lo que la naturaleza está a punto de concluir. Lo que tiene la caza deportiva de salvajada no nos impide reconocer que tiene unos valores añadidos. La caza supone una entrada de dinero que se revierte en la conservación de los mismos parques y por tanto en la protección de los animales salvajes viviendo en libertad. Hay un control de estado para acabar con la furtiva (cuyos infractores pueden pagar con años de cárcel).
No puedo entender como alguien coge un avión en Europa o en los USA, se planta en África, se cobra unas presas y luego las embala para colgarlas en las paredes como sus máximos trofeos. El protocolo exige no preguntar esto a la primera de cambio al cazador que conoces. José Luis es un ginecólogo que va por su octavo viaje a África. Ha facturado sus rifles y ha apalabrado todo antes de venir. Viene a tiro hecho. Su yerno ha venido con la consigna de la hija de este: la de no pegar ningún tiro o no lo dejará entrar en casa. Bien hecho. Ellas siempre los tienen bien puestos. Iñigo viene a ayudar un poco como intérprete. Tampoco tiene la vocación de matar. Lo invitamos a te y hablamos una parte de la mañana. Recuerdo un par de anécdotas en mi vida disparando contra seres inocentes. Una con mi escopeta de balines que probé apuntando a un pájaro y le di. Me sentí absolutamente estúpido. Otra, más justificada por las circunstancias, acompañando al cazador con una escopeta de 12 para abatir un papagayo en un momento aciago y de hambre en medio de la selva amazónica. No me sentí menos estúpido, mucho más cuando sus pocos cientos de gramos de carne nos los tuvimos que repartir entre seis. Matar intencionalmente nunca ha sido mi fuerte. Aunque ese verbo también incluye acabar con insectos que vienen a molestar y en eso hago una excepción: no tengo el menor reparo en sacármelos de encima con un manotazo o aplastándolos. Eso no me convierte en un cazador. Espero. El tamaño importa. Las dos siguientes incursiones que han hecho José Luis y su troupe de oteadores buscando otra lista de presas han vuelto con las manos vacías. (nuestras oraciones han sido escuchadas). Durante la cena compartiendo mesa pero no los pinchos de carne del antílope, a José Luis le sentó mal alguna cosa y no pudo continuar ingiriendo la cena. (¿castigo kármico del hades de los espíritus de los antílopes?).
En la paillote de la mesa comunitaria trato de conseguir electricidad para mi ordenador. El grupo electrógeno funciona discontinuamente y los refrigeradores también. Incluso aquí, lugar de una cierta categoría, hay que implorar las bebidas frescas.
Nos acercamos hasta la cascada donde está el campement Relais. Le pido a Guillaume, el biólogo del parque que viene a controlar los resultados de la caza, que lleve con su moto a Vic. Yo recorro la distancia de poco más de medio quilómetro a pie. Hablamos con la colección de comerciantes que como arañas con su tela a la expectativa están más aburridos que una ostra. Solo nos gastamos 2000 cefas pero los reunimos entorno a una conversación sobre las diferencias entre precio y valor.
De regreso al campamento de cazadores podemos instalar nuestros ordenadores en la única mesa de comedor aprovechando que el grupo electrógeno ya está en marcha. Pseudosaciamos la sed con las minúsculas bebidas de 30cl.le presto un rato el mío a Viviane, una de las camareras.
La vida sigue el ritmo apacible de los paraísos. Nadie viene a fustigarnos, ningún sentimiento de inseguridad, ningún ajetreo de vehículos. El todo terreno color camuflaje en sus idas y venidas frecuentas de la zona de muertes es un dato pintoresco. Un asiento principal en la parte de atrás para los cazadores, los rifles colocados delante de ellos en un porta rifles sin olvidar el trípode de apoyo, los conductores y los de atrás como parte del séquito de apoyo. Despues de la visita al campamento Relais, mucho mas concurrido que el nuestro safari Pendjari nos damos cuenta de haber elegido el mejor a pesar de tener menos sombras. Tiene unos cuantos arboles dispersos y jóvenes, son tecas con hojas grandes pero poco abundantes. Puesto que ha habido nubes y viento el calor no ha sido tanto, la temperatura soportable., los mosquitos missing. Teníamos planes de quedarnos hasta cinco noches y días completos pero tras las cuarta nos fuimos. Kikí, la mánager en ausencia de Willy, su marido, se reveló como una amanzonas de las finanzas y guardia pretoriana de protección del grupo electrógeno. Tras vernos ocupando la mesa con nuestros ordenadores poco antes de la cena, con la más inadecuada de las frases para tratar clientes, nos dijo que los desconectáramos, cosa que ya estábamos haciendo con el despliegue de platos y vasos. Inmediatamente la cena que le habíamos encargado a René, el cocinero, en ese momento la anulamos y le pedimos la cuenta. No nos gusto su forma y reaccionamos en consecuencia. Toda la amabilidad de la chica de la primera noche balbuceando algo de español le desapareció. Atención dentro de un mánager de un gran negocio acostumbrado agrandes cifras (se le supone) Hicimos un cotejo de las cifras nuestras y suyas. Solo hubo una diferencia de 1000. Pagamos un totales de 17mil cefas por ocupar el espacio. Claro que nuestro modo de ocuparlo: despliegue de hamaca para la siesta y nuestra mesita de aluminio para las comidas además de usar el ordenador en el comedor, le dio pio para dudar de nuestra moralidad. inmoralité? Pregunte para que me confirmara la palabra. Pues sí, confirmado Jes y Vic son unos amorales incluso para Kikí no solo por ser usuarios de explanadas de iglesias también por usar las de los auberges. Ha sido la primera no-onda en toda regla con un nativo africano por no sabemos muy bien qué. De haber estado Willi, con más visión de mercado, posiblemente eso no habría pasado. El estaba interesado en hacernos un buen precio para hacerle propaganda del sitio. En lugar de eso no lo vamos a recomendar encarecidamente aunque sí tienes todas las ventajas dichas y las duchas funcionales Los espaguetis de René al punto y las ponme sautés, también. René por cierto le ha pedido correspondencia personal a Vic, siempre que yo no me enfade. A Vic siguen saliendo admiradores ahí donde va. René nos contó un poco de su vida. Tiene dos esposas en Cotonou que viven por separado cuando él esta desplazado por razones de trabajo, aunque joven sufrió un ictus que le dejo una cojera bastante disimulada por estrés profesional.
Como siempre todo hay que hablarlo al detall, incluidos los imprevistos. A partir de ahora las próximas veces que usemos próximos lugares, desde el bar más misérrimo al local más majestuoso pediremos a priori que nos concedan la conexión eléctrica a cambio del consumo. Inexplicablemente creen que la energia necesaria para accionar un ordenador portátil debe ser la misma que la que se necesita para toda la iluminación del lugar con algunos cientos de watios repartidos por decenas de lámparas, una lavadora en centrifugado permanente o que ´se yo. A Kikí le explique hasta donde pude un par de cuestiones de electricidad y traté de hacerle entender que gracias a su actitud perdía además de unos clientes el beneficio de las cenas que habíamos encargado un rato antes y anulábamos por su actitud y los siguientes días que íbamos a estar y no lo haríamos. No me importa en absoluto, nos contestó. No era cierto, sí le importaba y mucho. Si se enfadó por el consumo de unos céntimos de franco, en realidad por nada, ya que el grupo electrógeno consumo lo mismo con una parte o con todo su potencial de watios de salida agotado. Si alguien va por sus instalaciones con ordenador portátil que recuerde nuestro precedente. En cuanto a apuntarlo todo a una lista de pago demorada para satisfacerla al final resulta más complicado repasar las cuentas el último día que pagar consumición a consumición. No fue asi en Chez Alice, pero ella es una suiza con métodos suizos. El lugar de todos modos tiene su valor micro climático a pesar de Kikí. Por las mañanas sopla el viento salvo tras una noche de lluvia y un aerogenerador acabaría con las suspicacias de una lince en electricidad como ella. Lo admitimos: nuestros hábitos de vida no tienen porque complacer a todo el mundo. Más bien complacen a pocos. Montar nuestra mesita para desayunos y comidas y montar una hamaca entre árboles le debe haber parecido un exceso de recursos para la cuota de 1000 diarios por estacionar el vehículo. En efecto lo son.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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