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viernes, 7 de marzo de 2008

Fiat: Averias

Muchas manos, muchos ojos, pocas soluciones
Paisaje invernal togoles
Lome 29 feb 2008
Recuerdo que más de una persona en distintos pasados del pasado al hablar de África habían comentado que cuanto más al sur más te engancha. Togo es una monada. El clima y el panorama cambian completamente en relación hasta lo ahora recorrido. La gente, maravillosa. Nos dejan tranquilos con nuestros asuntos. La insistencia que hasta Burkina mismo hemos ido encontrando ha desaparecido por completo. Su deferencia es correcta, distante, seria. Todo nos parece mucho más organizado: desde los sacos de carbón y fajos de leña a ras de la carretera hasta la distribución de los poblados. No sabemos si detrás de esto está la influencia del dominio que tuvo que soportar de los alemanes.
Preguntamos por un material blanco que venden pelado y a trizas. Es mandioca. Lo probamos en seco. Luego lo compramos en forma de bolitas fritas. En otro punto de la carretera compramos un taco de madera con maneta de una sola pieza que se usa como cuña para los camiones. Nuestro freno de mano sigue sin ser seguro y cuando lo tensiono demasiado luego cuesta mucho desbloquearlo. Temo que se pueda romper.
Dejamos Pya tras pasar dos noches. Antes de irnos usé la ducha de los servicios del primer piso. Nos hicimos fotos con Janette, una de las chicas que durante el día anterior me proveyó de tarjetas prepago de portátiles al informarle (es una de las ocupaciones supervivenciales mas extendida en pleno boom de los móviles y ella esta especializada en eso a las puertas del centro cultural) de que yo hacia colección de ellas. El saludo de despedida de besos de mejilla le sorprendió. También nos despedimos de Clementine, otra mujer con niño y sin marido (los hombres son irresponsables y la cantidad de mujeres con criatura bordo contrasta sorprendentemente con la de los pocos hombres ocupándose de los niño, costurera, muy elegante, que aceptó escuchar la lectura traducida de un cuento reciente de Vic, Mamalú, de los que prepara para participar en los concursos de cuentistas en España.
Pasamos por Kara y luego nos detuvimos en Sokodé donde adoptamos otro sitio como recurso para instalar nuestra mesa y butacas de aluminio junto a una toma de corriente eléctrica. Cola+ Guinness (la cerveza dublinesa ha venido a completar a la flag en mi paladar. Es el doble de cara pero el doble de buena y tiene más graduación). Llegue a instalar la hamaca por un rato. Tras 4 colas y la cerveza cambiamos de sitio para pernoctar. Otra explanada del centre communautaire. El guardián nos custodió la furgo mientras cenamos en el bar.
Al día siguiente consulté a un taller por los tirones que recibía el volante hacia el lado derecho desde hace unos días. Un chico de la zona me habló de que había un taller al lado donde él trabajaba. Tras esperar al chef que dijo que había sido profesor de tecnología en una escuela industrial y que ahora estaba en la retraite y se ocupaba del taller, hice que subiera conmigo para que advirtiera el síntoma. En seguida diagnosticó que trataba de la rótula de la rueda, posiblemente, del lado del volante ya que los tirones los daba hacia el otro lado. Luego en la explanada del taller me atreví a colocar la furgo sobre el foso para diagnosticarlo. Eso ya supuso la pérdida de un pedazo de cartón duro demasiado bajo de los bajos de ese modelo de la Fiat. En lugar de recorrer los poco mas de 300 kms para llegar a Lomé acepté correr el riesgo de hacer la reparación in situ. Benoit Djatoz, el maestro de taller, me inspiró confianza. Me ocupé yo mismo de sacar la rueda de esta parte cuyo neumático por lo demás mostraba una erosión mayor del dibujo que las otras tres. Uno de los cinco tornillos de anclaje de la rueda estaba colocado de una forma torcida, al sacarlo con la palanca inevitablemente se rompió. Al problema inicial hubo que añadirle éste que despues de 6 horas de trabajo de toda la troupe de mecánicos, o aprendices, unos ocho, dedicada a nosotros en exclusiva, no fue resuelto. El resto de la pieza rota continuó clavada dentro. Me fie de la edad y ojo clínico del maestro industrial presuponiendo que seguiría mis instrucciones de sacar la pieza perforándola con un taladro eléctrico. En lugar de eso mandó a buscar a alguien con su maquina de soldar que vino para soldar el cabezal de la pieza a la parte metida dentro. Evidentemente se rompió de nuevo al tratar de descollarla. A la tercera tentativa de soldadura me negué a que continuara por este camino, especialmente cuando su afición al martillo contras el disco me ponía los pelos de punta. Fue aceptada mi propuesta de taladrarlo pero el taladrador vino con un taladro manual. Hizo el agujero excéntrico. Cuando trato de ampliarlo con una broca de mayor diámetro me opuse ya que se hubiera comido parte de la rosca de la pieza soporte. Mientras tanto la rótula ya había sido reparado no sé como, con toda seguridad a martillazos quedando fija. Finalmente opté por que lo recolocaran todo de nuevo y yo correría los riesgos de mi parte para llegar a la capital para conseguir sacar el resto de la tuerca y tratar de comprar una de repuesto. De todas las piezas de recambio en las que pensamos traernos éste viaje, un tornillo de más, se nos pasó por alto. Toda la intervención quirúrgica del coche, en las condiciones más precarias, en un suelo de tierra, con el único auxilio de mi gato, el nuestro, para elevarlo un poco y un taco de madera, me hizo temer que de esta ya no salíamos. Sí, soy un alarmista. Por un momento plantee la posibilidad a un tractor de camión matrícula BF que compartía explanada y tragedia de distinto orden con nosotros de si nos podrían remolcar hasta Ouagadougou. Uno de los del camión nos reconoció ya que unos quilómetros atrás pasamos por delante de su tráiler volcado en una curva de bajada que tomaría sin demasiado cuidado. Su transporte era de leche condensada. Más de cien hormigas humanas estaban reorganizando la mercancía volcada. El chico nos contó que habían puesto cuatro guardianes para su custodia mientras arreglaban el desaguisado. Lo sorprendente era su cara radiante explicándolo todo.
Las horas que pasaron, con las piezas de nuestro coche sueltas, con uno de los reservorios de aceite volcados, fueron de angustia. Tras las dos primeras horas de espera en el cyber centro, esperando una conexión a internet que no llegó, y volver al lugar de la intervención viendo al tipo de la soldadura dando unos martillazos increíbles a la pieza circular de sostén de otra a las que va sujeta la rueda empecé a asustarme. Pedí el sostén psicológico de Vic en el lugar de la escena y que renunciara a la lectura tranquila de su libro o lo trasladara a la escena principal. Su poder de inmutabilidad es fascinante. En esos momentos la necesito para que me apoye con su sentido práctico para ideas de emergencia. Miramos la sección de ayudas en África en el libro que viene con el coche. Lo más cercano en cuanto a grúas y soluciones mecánicas están en Accra o en Ouaga. Durante todo el despliegue de mecánicos y de herramientas, tuve que reconocer mi error de cálculo al aceptar que nos tocaran las tripas unos tipos muy bien intencionados pero bastante torpes. Con sus herramientas se cargaron el dibujo hexagonal de un par de tornillos guía para recolocar la rueda y la muesca de rosca de uno de ellos. Tuve que pedir al maestro industrial que rehiciera la muesca. Yo me ocupé de poner los dos. En cuanto a librar el resto de la tuerca rota con un taladro eléctrico cuando éste al final llegó despues de mucha insistencia el rotor estaba tan desequilibrado que el movimiento de la broca tenía forma de tiovivo con lo cual todo trabajo se hacia imposible. Mientras tanto dos de los chicos manaron su sangre por nosotros saltándose la piel de la mano uno, Raul, el hijo del jefe, y del dedo otro. Nuestro yodo en esta ocasión tuvo una mejor praxis que la de poner a perder el sabor del agua corriente que hemos empezado a cargar y que por ahora no usamos sino para lavar cacharros o refrescarnos.
El vehículo de los blancos fue la presa del día. Además del pelotón de mecánicos generó la expectación de unos cuantos que hicieron de público. Uno de ellos que dijo ser medico del hospital de al lado cuando nos fuimos se quedó con nuestro taburete de tela, uno de los dos que tenemos, perdón teníamos, y que sirve entre otras cosas para poner una tabla de masaje encima. Al tratar de recuperarlo dejé claro que el principal perjudicado con actos de esta naturaleza es África más que nosotros. El precio del taburete, uno de Ikea, en España es insignificante, la cara del ladrón está en nuestras fotos.
El problema con la rótula de la furgo no tiene nada que ver con el recorrido africano. Compramos este vehículo en su momento por la insistencia de Vic cansada de mi vacilación, con casi cinco mil quilómetros hechos y con unos cuantos detalles que advertimos desde el principio, tales como puertas desajustadas, y freno de mano poco funcional, que no me gustaron. No sospeché que pudiera haber problemas ocultos como el del tornillo forzado. Hasta un diagnostico mayor de la gravedad de la cuestión nuestros planes de continuar con el recorrido van a estar en suspenso. Entre tanto nuestra rabia por la Fiat y por el concesionario Difisa de Sabadell que nos vendió este modelo de Ducato 11 JTD 2.0 que ya ha dejado de fabricarse ha ido en aumento. Antes de terminar el año anterior habíamos pensado en tomar contacto con el fabricante para proponer algún tipo de subvención a cambio de promocionar la marca. Por falta de tiempo no llegamos a hacerlo. Ni Vic ni yo somos muy dados a gastar nuestros papeles en solicitudes de esta clase aunque nos consta que hay gente que sí los gasta y consigue dividendos sabrosos o consigue que le subvencionen sus viajes a cambio de cumplir con algunas exigencias como llevar metido el logo del fabricante en todas partes. Bueno eso se puede soportar siempre que el logo publicitado se corresponda con un automóvil que no de sorpresas como la ultima que nos ha dado el nuestro.
Probamos la furgo en un viaje corto hasta Bassar, hacia el Oeste, carretera que tomamos equivocándonos, tal era mi consternación, en lugar de tomar la de Lomé hacia el Sur. Tras tomar una cerveza semifría (la costumbre es guardar las cervezas en congeladores que desconectan regularmente con lo cual hay que asegurarse antes de saquen la chapa de una bebida que está lo suficientemente fría) volvimos pues a Sokodé a pasar una segunda noche. Misma ubicación, caras reconocibles. Mismo bar restaurante, y un plato de petits pois sin guindilla, conviene avisar a priori si no quieres poner tus entrañas en una parrilla al rojo vivo. Una bronca entre las dos encargadas de servir a cuenta, parece ser, de exceder su horario, hizo que no nos sirvieran la tercera grande coca cola de 60 cl. Las Coca-Colas son mas baratas que las cervezas y aunque no terminan de quitarte nunca la sed por su azúcar al menos refrescan.
A la mañana siguiente utilicé un rato el Clac, o la biblioteca de lectura pública, bajo una colección de ventiladores de techos mientras Vic estaba desayunando en el bar del centro. Un bibliotecario en su pantalla de ordenador y yo como único usuario en la mesa a la pared, única disponible con enchufe bajo ella. Tomé una referencia bibliográfica para una introducción a Leopold Sendhor, un nombre indispensable para la cultura africana. Dejamos Sokodé sin pasar por el centro hospitalario para encarar al ladrón de nuestro taburete .Hicimos 3oo kms hasta Tsevie unos 35 antes de Lomé con mas o menos seguridad. Por el camino revisé unas cuantas veces la rueda y por el momento no noté ninguna vibración ni rareza. Nos detuvimos en Agbatitoe y nos amparamos bajo la frondosa sombra de un mango cargado de fruta pero hasta abril no madurará. Nos saludaron algunos adolescentes que pasan con un gesto casi reverencial, se acercan y hacen un además como de inclinarse juntando sus dos manos en el pecho y sonriendo, tras lo cual se van. Al rato vino una cierta cantidad de gente con una norteamericana que han sido avisados de nuestra presencia. La chica es Danielle que trabaja en un programa de voluntariado por la prevención del Sida y tiene un compromiso de dos años de estancia. Tras nuestra comida recorrimos las aulas organizadas bajo techumbres sin paredes, con encerados y pupitres clásicos. También fuimos a ver como sacan los tubérculos de la mandioca (los chicos) y como los pelan, trocean y meten en una jofaina (las chicas) a partir de la cual harán tapioca. En una aldea anterior en la que hemos parada a media mañana también vimos el mismo tipo de aulas. En una de ellas le pedí a uno de los niños que se aglutinaron por mi presencia que leyera el texto el francés que estaba escrito en la pizarra. El profesor vino a interesarse por nuestra presencia. Dejamos nuestra dosis de gomas. A su demanda también le dejamos nuestra palabra mágica para llegar a nuestro site: jesvicmamor. Mientras tanto un chico le estaba proponiendo a Vic tener un hijo con ella ya que le interesaba tener un hijo blanco (andaba flojo en el tema de los alelos y la transmisión de los rasgos genéticos) y recorrer el mundo. Vic se enfadó porque el chico no consideraba la premisa amorosa (entre otras como la del umbral biológico de la fecundidad) como indispensable para la reproducción humana.
En Tsevie nos instalamos con la furgo ante un Cib-Inta para navegación internáutica y consulta de correo. Mientras Vic se enrolló en unos de los ordenadores yo me quedé con el mío portátil dentro de la furgo para terminar de preparar otro pedazo de crónica y juntar los textos pendientes dentro del pendrive para meterlos en la red. Luego también contrato una hora de internet, la cual se convirtió en una hora de tortura china por la lentitud del sistema y las dificultades en abrir cada site, insertar artículos, consultar el correo y responderlo.
Por la noche cenamos en un restaurant prácticamente a oscuras en una mesa en el patio. Tras lo cual nos volvimos a ubicarnos ante el cyber junto a la carretera para pasar la noche. Al día siguiente continuamos ruta hasta Lomé. Localizamos pronto la casa Citroën para trasladar la consulta de nuestro problema técnico. Despues de hablar con tres personas nos dicen que un determinado jefe que se había ausentado pero que nos vio les había dicho de no asumir nuestro encargo por tratarse de otra marca. Al mismo tiempo vimos que otras marcas como Toyota eran atendidas en el establecimiento. Consideré un rato la posibilidad de declarar como acto criminal la no asistencia técnica de un coche en pana con uno de los encargados del taller. Tras ese rechazo nos dejamos llevar por la marabunta urbana. Nuestro custodio ángel estaba de vacaciones y ha dejado de ocuparse de nosotros lo cierto es que pasamos por una calle donde hay gente que vende de todo. Detuve el vehículo y pedí un tornillo del mismo paso de rosca. Conseguí tres usados aunque con una cabeza pequeña, del 17, para la cual supuestamente debería comprar una llave de palanca adecuada. Luego en el doble establecimiento de la Renault-Peugeot planteé la misma demanda en la búsqueda de un tornillo igual al de origen. No lo tenían. Coincidí con una cara conocida con la que nos hemos encontrado por el camino. La de un tal Fontaine, mediana edad, cabellera larga con cola, poco interesado en la existencia, que no sabemos muy bien que hace en el establecimiento y no suelta palabra. Lo tratan de monsieur y se ocupa de nosotros. Uno de los empleados me dice que hay un italiano en la ciudad que tiene piezas de la Fiat. Lo localizamos. Se trata de Bruno Poluzzi. Nada mas llegar a su local prepara un café para Vic, el primer expreso autentico de todo el viaje. Bruno tiene una maquinita en el mismo mostrador que atiende a la clientela. Explicado nuestro problema en seguida llama al que nos presenta como el mejor mecánico de la ciudad. Al rato viene. Es Romeo. Al echar una ojeada a la rueda advierte que está
perdiendo grasa de la caja de transmisión: gentileza de la troupe de mecánicos de Sokodé. Me dice que el no puede hacer la operación extractora de la pieza rota pero me acompaña a quien puede hacerlo. Vamos a un pequeño taller donde al menos hay tornos y compruebo que tiene taladro eléctrico y limas. Pacto un precio para sacar la pieza. Le indico a Marcel, el tornero, exactamente como quiero que saque la pieza. Nada de golpes ni de una broca de diámetro alto para no perjudicar la rosca original. Me aseguro antes de empezar el trabajo que tiene todo lo necesario. Esta vez a diferencia de los últimos mecánicos que intervinieron en nuestro coche nos quedamos in situ., Vic leyendo la mar de tranquila con la convicción que todo se arregla y que lo que no se arregle no tiene tanta entidad como para preocuparse por ello, yo investido de mecánico y termino por hacer todo el trabajo. Rebajar la pieza rota significa hacerlo por más de dos horas con brocas afiladas que vayan quitando limadura por su lateral, no por su punta. El trabajo se hace lento y la plataforma de las operaciones es en una calle estrecha sobre la arena. Por fin la piececita se ha convertido en una pequeña camisa cilíndrica que ¡eureka! se mueve y luego salta. A continuación rehacemos el paso original de rosca y compruebo que admite el tipo de tuerca de origen así como la sustituta de reciclaje asignada. Aunque he hecho prácticamente todo el trabajo yo le pago de todos modos a Marcel aunque le obligo a que pague las cervezas el. A la hora de pagar bromeamos con la camarera que es poco habitual que un negro pague una cerveza a un blanco. Marcel me cuenta algo de su vida: testigo de Jehová que no falta a sus clases de biblia después del trabajo. Antes de separarnos me indica donde esta el taller de Romeo para encargarla el otro tema contener y reponer la pérdida de la grasa.
A medio día, con Bruno y su amiga Katia Mazzucato, vamos a comer a un restaurantito popular. La pasta de nyam y e arroz en realidad son incomibles. Dejamos la mayor parte de comida en los platos pero gastamos de lo que habitualmente pagamos. La conversación sobre Africa y los africanos es inevitable. Para los europeos residentes por años en el continente, como es su caso, ningún idealismo ni ningún perdón ante la desidia africana. Katia ha escrito un par de libros sobre el mal de África o el África enferma. Trato él como ella viven solos Ambos nos caen estupendamente por locos y originales. Un tipo que pasa de los muchos que vienen a ofrecernos cosas en venta elige a Vic para dedicarlo una canción sobre los mosquitos que no distinguen entre clases ni nacionalidades que interpreta magníficamente. Bruno le da unas monedas de mano a mano discretamente. En el establecimiento de él, un local que vende un poco de todo incluyendo bebidas alcohólicas, garrafas de agua de la marca Voltic, aprovechamos y le compramos 20 litros. También tiene un garaje que guarda un vehículo de unos italianos. Consideramos la hipótesis de guardarle el nuestro en caso de emergencia por si tuviéramos que volver en avión.
Por la noche nos acompaña hasta chez Alice, lugar de bungalows y camping que nos recomienda vivamente. Compartimos mesa y cena con más gente. El lugar esta concurrido por extranjeros. Alice es suiza. Decidimos quedarnos unos días para resolver los temas mecánicos, descansar, reorganizar la furgo en su interior doméstico, bañarnos en el mar, hacer gestiones burocráticas y al menos yo ponerme al día de lo que le debo al ordenador en cuanto producción escrita.
Distintas personas nos dicen que la entrada a Ghana es difícil y que por el momento en varias embajadas no conceden visados. Posiblemente iremos a Cotonou que está muy cerca y recorreremos Benin. No tenemos un plan seguro y todo depende de lo que le pase a la furgo.
Recibimos un email de Giuseppe que nos informa que él y Alex ya han regresado a Barcelona y que su furgo-hábitat, la mercedes antigua, les ha funcionado estupendamente. ¡que envidia!
En Tsevie al tratar de hacer la primera foto del día encontré que la pantalla de la nikon no funcionaba. Unos días antes Vic encuentra que su MP4 también dejo de funcionar por la misma razón. La cámara puede hacer fotos y también descaqrgarlas pero hay que hacerlas encarando la cámara intuitivamente ya que n o se ve nada por la pantalla. Es posible que la cámara se haya estropeado por una típica costumbre de Vic en tirar las cosas en lugar de darlas en mano o por mi error de guardarla bajo el colchón y ser presionada al subir o bajar de la litera. ¿de qué hablaríamos si no tuviéramos problemas?

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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