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miércoles, 12 de marzo de 2008

Contaminacion en Africa

Jes dando instrucciones a una costurera en Cotonou, Benin

Con nuestro acompanante ocasional Eric y el padre que nos dejo dormir en su parroquia en Benin





El consumismo y la contaminación también infectaron a África

Cotonou, 11 de febrero de 2008

BENIN, país de extremos: por una parte, su terrible historia de esclavitud vivida, lugar desde donde partieron la mayoría de sus antepasados para ser vendidos a los indianos europeos que los repartían como mano de obra entre sus posesiones norteamericanas y caribeñas; por otra parte, paraíso de frondosa vegetación, costa pesquera riquísima y brazos de agua dulce que inundan sus campos de palmeras cocoteras, aguacates, cafetales, algodón, maíz, y frescas sombras naturales por doquier.

Aquí, las infraestructuras parecen más asentadas que en el resto de países visitados. La influencia europea en ese aspecto es bien notable. Carriles para las motos-taxis guiadas por chóferes con camisa amarilla numeradas, papeleras, campañas propiciando la limpieza urbana, más asfaltado en las calles, implantación de industrias como las de producción de aceite de palma, de concesionarios de grandes marcas, pequeñas ciudades costeras como OUIDAH preparadas para el turismo...

Se nota bastante su pasado marxista-leninista instaurado después del golpe de estado 1972 y que supuso la implantación de granjas colectivas donde se aprecia un mejor aprovechamiento de los recursos a pesar de ser todavía una agricultura de subsistencia; pero gentes de pobreza insoluble como en el resto del África que hemos visto, aquí no parece un hecho tan evidente, excepto, claro está, en los discapacitados y ancianos que no tienen otra alternativa que mendigar por las calles.

Después, la puesta en práctica de este socialismo generó problemas insalvables como: tensiones interétnicas entre los Ntitingou del norte y los Yoruba del sur que provocaron hasta seis intentos de golpes de estado en un año. Y, en 1989, Francia en su condición de soporte financiero, obliga al presidente a renunciar al gobierno marxista y convocar una asamblea para redactar una nueva constitución; se instaura un nuevo gabinete y en 1991 se convocan las primeras multipartitas elecciones libres, pero el resultado es un gobierno autocrático, nepotista y con medidas económicas muy austeras que suponen una fuerte devaluación de la moneda (CFA). A pesar de su complicada historia, actualmente es una de las democracias más estables de África occidental; el lema el presidente vigente, elegido en el 2006 es: “el cambio, contra la corrupción y reanimar la economía”
.
El nivel de vida de sus habitantes parece más elevado que los anteriores países visitados; por ejemplo, en la venta ambulante se ofrecen todo tipo de enseres de fabricación china, tan inútiles como baratos, lo que indica ya hay clientela marcada por la fiebre del “consumismo por el consumismo”. Cuando te paras a tomar un refresco en un localito popular de no importa qué barrio, la procesión de productos que te presentan pasa desde perfumes “de marca”, zapatos de plástico imitando a piel, productos de estética, perfumería y droguería, material escolar a helados, caramelos envasados, hasta agua muy fría en bolsitas de 25cl. En fin, el consumismo no entiende ni de fronteras ni de pieles ni de poder adquisitivo. Por otra parte, también perduran los vendedores de artesanía propia, amén de las valerosas mujeres con inmensas perolas en la cabeza ofreciendo cocos frescos o sabrosas piñas que pelan a golpe de certeros toques de machete, o “gateaux” salados y/o dulces hechos con pasta de maíz o de mandioca frita dentro de bonitas cajas artesanas de cristal y madera. Y, respecto al turismo, se nota que están bastante acostumbrados a la presencia del forastero blanco y no se ponen demasiado pesados insistiendo en que les compres. Otro indicador de “progreso” es la terrible contaminación en las calles de la capital. Camiones, motos-taxi y coches derrochan sus humeantes combustiones haciendo del ambiente un ensordecedor ruido permanente cubierto de negro humo intermitente; me imagino así a Calcuta. Por supuesto, los moteros llevan, en su mayoría las mascarillas de tela o pañuelos que les cubren los orificios de la cara hasta los ojos. La habilidad de estos taxistas es envidiable: lo mismo trasportan a toda una familia compuesta de padre, madre y dos niñitos repartidos entre los dos adultos y la espalda de la madre, que un cliente con dos colchones balanceándose en un equilibrio inestable, o dos señoras muy gruesas desbordadas en el minúsculo asiento del vehículo. Todo es posible, sólo es necesario voluntad y un poco de habilidad; lo que no he averiguado todavía es la resistencia y duración de estas motos y si les hacen algún trucaje a los amortiguadores.

Después de utilizar las instalaciones de los franciscanos nos hemos aposentado delante de una rica mansión a la sombra de un frondoso mango, y los propietarios han encontrado de lo más normal que despleguemos nuestro “boureau” en la puerta de su casa. Así, entre tecleo y tecleo comentamos cosas sobre África con ellos. Y es que la confianza en África y sus habitantes es cada vez más grande en nosotros. Cada rincón es un trocito de casa en nuestro corazón.

¿Dónde están esos demonios negros de los que tanto nos han advertido en Europa?
Si queréis saber la verdad, pasé más miedo de los policías durante nuestro periplo por la costa este de EEUU que en este viaje por estas tierras llenas de negros amables y respetuosos.

Ahora, en el confortable “Centre Culturel Francaise”, el fuerte aire acondicionado de la biblioteca me hace olvidar que cada día el calor africano me baña de agobio porque nuestro único refugio del fuego solar es la sombra de un mango o el toldo de un chiringuito rodeado de palmeras o de buganvillas. En este momento, pienso que estoy en Europa, con lo bueno y lo malo que supone esta situación; respecto a lo malo, el soportar que te pongan peros por usar el enchufe de la biblioteca, o que el lavabo “confortable” esté igual de sucio que cualquier otro “típicamente africano”, repecto a lo bueno, que estás fresquita, que no tienes una decena de niños mirando como tecleas, y que hay buenos libros para ojear.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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