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miércoles, 20 de febrero de 2008

Una Hora en Cote d Ivoire

Iglesia catolica con raices africanas











Recuerdos africanos en el parabrisas

Con François, un elegante francés de la ONG de Sabou




En el Centro Cultural francés con la cerveza africana preferida de Jes
. Boni 19 febrero 2008-Koudougou 20feb2008
Antes de dejar el Relais pour Touristes, en Boromo, uno de los empleados viene a pedirme trabajo. Me dice que solo gana 15mil francos al mes y con esto ha de pagarlo todo. Teniendo en cuenta que un par de comidas no tan opulentas de un comensal en el local puede alcanzar esta cifra parece un salario de explotación. Volvemos a la carretera para compartirla con una mayor cantidad de tráfico del que estamos acostumbrados a ver desde las puertas del



Sáhara. Predominan los camiones. Bastantes de



ellos supercargados y con las cargas torcidas.



Desde la distancia, antes de cruzarnos mutuamente, hacemos un inmediato cálculo de su ángulo de inclinación por si nos va a tocar la china y volcar justo a nuestro paso. Las torres torcidas de Italia nos avisan que mientras el centro de gravedad de su verticalidad etcétera entre dentro de su base no hay porque temer nada. Lo que sí encontramos son muchos camiones en pana. En todo lo que llevamos de recorrido lso camiones, también los autobuses, están parados con los motores escrutados o sus tripulaciones hurgando bajo el chasis o cambiando una rueda. Nada más entrar en el desierto nos encontramos con dos que habían embarrancado en la arena a pocos centímetros del asfalto y que estaban con las chapas típicas agujereadas para desatascarlos. Teniendo en cuenta que sus conductores son lugareños nos sorprendió que se dejaran atrapar por el incidente. Lo habitual es encontrarlos parados en el asfalto señalizados raramente con los triangulitos rojos y a menudo con ramas que sujetan con piedras y distancian en montones unos cuantos metros como preaviso a los otros vehículos. Dada nuestra velocidad de crucero a veces nos pasan autobuses echando densas humaredas. Dentro de los atrasos obvios Burkina nos parece hospitalaria y organizada, con proyectos en curso y con la gente, generalmente, tranquila. Cualquier lugar del mundo en que la gente acepta un no razonado y deja de insistirte es un lugar de gente tranquila.
En el país nos hemos encontrado más nombres de restaurantes que listas de platos posibles. A menudo nuestro billete de 5mil Cfas, no digamos uno de 10mil, encuentra problemas cuando es usado para pagar unos platos. Su recorrido antes de conseguir cambio lleva un rato aunque acaba por ser devuelto. En el Bank of África cambio euros en lugar de sacar billetes del cajero automático. A diferencia del Ecobank en Bamako con billetes grandes a partir de 50euros no cobran comisiones. Para los billetes inferiores cobran un 1%. Otro atraco burocrático. Compro casi 100mil Cfas por 150e. Tenemos noticia que en Cote d’ Ivoire no hay cajeros o no son seguros y que el mercado negro es peligroso. Si además hay que pagar a policías a cada paso esto no da ni para pipas
Ocupamos una sombra junto a una ecole de St Vicens Paul. Preguntamos por la posibilidad de utilizar su recinto para pernoctar y ofrecer una clase sobre el tema de minusvalías, en el que nos estamos especializando, a la mañana siguiente a los alumnos. La propuesta se lía de tal manera: pasa de un profesor al director administrativo, luego al ayudante del director pedagógico y finalmente a este. En este eslabón se ha perdido ya la propuesta de nuestra pernoctación, leit motiv de todo el barullo, y nos dicen que preparan el encuentro de pareceres (¿quéee?) para nuestra siguiente visita. De lo otro, de dormir dentro de su recinto ni insistimos ni hablan. Nos refugiamos en el Centre Cultural Français en su patio: la biblioteca está fuera de uso por inventario de sus poquísimos libros. Para eso necesitan todo el mes y parte del siguiente. Ocupamos el jardín. La furgo fuera junto a la verja. Esta vez usamos las copas para nuestras bebidas. Solemos beber a morro de las botellas, cervezas o Coca-Colas, para reducir posibles peligros con restos de agua con que los lavan. A diferencia del Centre Français de Bamako hay poca actividad blanca. Nos llama la atención el tipo de asientos que son hechos con sillines de motos. Una nueva versión de altar para sacrificios humanos. Termino por trasladar mi butaca de aluminio de la furgo. Como somos los únicos clientes nos hacemos amigos del mánager. Clauvix Hien nos confidencia su vida. Consciente de que su mujer lo acepta por que tiene un trabajo y dinero, lo sableado que es por sus 21 hermanos. Llegan un par de chicas despampanantes que lo saludan y nos saludan. De entrada, por sus formas de vestir, no quedamos en la duda si son putas o progres. Clavix nos dice que las conoce y que frecuentan el local para que él les haga de alcahuete presentándoles blancos como posible caza marital. Hablamos de nuestro sentimiento reiterado de blancos discriminados que se nos toma como objetivos materiales y no como personas con las que tratar.
Pasamos la noche sin contratiempos salvo las interrupciones de los mosquitos. Desplegamos la mosquitera que compramos en Altair. Es la primera vez que lo hacemos. Sus dimensiones son superiores a las de nuestra cama pero la adaptamos como podemos. Para nuestra sorpresa viene con una raja y con un cosido lo cual deja en bastante mal lugar el prestigio del establecimiento. La sujetamos con velcro del techo. Los mosquitos quedan afuera pero nos dan la tabarra con su zumbido impertinente desde el otro lado de la red.
Un mes y medio despues de iniciar el viaje y un mes metidos en zona palúdica hemos iniciado la ingesta del malarone. Ni los repelentes, ni la mosquitera, ni el complejo B nos mantienen a salvo de ellos. Una cierta cantidad de picadas hace que nos pongamos las pilas. La sanitaria de Sanidad Exterior nos pondría un cero por no haber sido fieles a la lección a la que nos sometió. Malarone cuesta más de 50euros cada caja con 12 comprimidos tomados a diario.
Antes de dejar Bobo saco con la visa otros 100 mil francos del mismo Bank of Africa. Buscamos nuevos escondites dentro de la furgo para tanto dinero. Cada uno es más ocurrente que el anterior pero ninguno infalible que no pudiera ser descubierto por un rato de observación: en el tubo de la estructura de la butaca, bajo el plástico de la cajita de las tazas y tetera, bajo la alfombrita dentro del microzulo.
Nos detenemos en Banfora. En la praoise hay una gran celebración o al menos una misa de larga duración. Nos instalamos en el recinto y observamos la devoción de los congregados: sus canticos de coro, sus filas para distintos puntos de la comunión, sus motitos perfectamente aparcadas. Cuando ya todo el mundo se ha ido uno de los prêtes, nos saluda. Es Alexandre Bingo. Le contamos nuestro proyecto de viaje en curso y nos da el okay para pasar la noche allí. A la mañana siguiente otra misa multitudinaria en ciernes coincide con nuestra partida.
Las diligencias para salir de BF son bastante rápidas, aunque pasamos por cuatro controles. El ultimo nos dice que en Cote d’ Ivoire ralenticemos el vehiculo. Cruzamos el rio Leraba y cambiamos de país. En el puesto de la frontera nos topamos con lo que ya nos habían avisado. Chusma semiuniformada y malcarada. Mientras pago el laissez passer por 5000Cfas, el tipo de al lado que ha tamponado los pasaportes pretende hacerme pagar otros 3mil por tamaño esfuerzo. Me niego. El mismo tipo declara que son gente civilizada. Otros soldados han apaleado y tirado piedras a los críos que se han acercado a Vic en el coche que les ha comprado alguna cosa, sin que los niños hayan molestado demasiado. Para deshacerme de los policías que me han seguido hasta el coche a uno de le doy un bolígrafo y a otro unas gafas de sol. Antes de 500 metros hay un siguiente control, en el que los soldados se reparten un uniforme entre tres van de malcarados y prepotentes. Uno coge su kalasnikhov con un gesto inequívoco de intimidación, otros sin uniformar vienen hablando con un francés imposible de entender que les paguemos. Nos obligan a que reculemos. Otro desde atrás golpea el vehículo. Se nos apelotonan en forma de enjambre maloliente. Me niego a pagar lo que piden. Me obligan a que les enseñe la parte de atrás. Abro la puerta pero no revisan nada. Finalmente el tipo que nos ha golpeado la carrocería y que parece que va de jefe da la orden de abrir la barrera para que pasemos. Entretanto Vic y yo ya hemos tomado una decisión: volver a Burkina. Si las FAFN (atención a la palabra: dos veces F de fuerza para una sigla tan corta y con soldados de tan pocas luces) Forces Armees des Forces Nouvelles. ¿Nouvelles? El mismo tipo de descaro violento para un supuesto programa distinto de reconciliación entre partes encontradas dentro del país. Los rebeldes de esta FAFN no tienen la menor pinta de revolucionarios y mucho menos de innovacionista. Son otra versión de atracadores de caminos. No tienen salario del estado y justifican su presión sobre los viajeros por eso. Evidentemente se dedican a institucionalizar la molestia al viajero. Podíamos haber continuado. Aceptar la afrenta a cada rato. Pagar mil en cada control y tomarlo todo como un juego en el que nosotros fuéramos de víctima y ellos de agresivos profesionales. ¿Pero necesitamos aguantar tanta bronca? Nos perdemos visitar el parc national de la Comoé y bajar hasta Abidjan donde tenemos noticias que en un puente céntrico en horas punta asaltan incluso a los pasajeros de los taxis. Toda nuestra incursión en CI no pasa de Kaouara, y en el recibo de las cinco mil escribe la fecha con caligrafía analfabética la fecha del día, 17 de febrero y el nombre del puesto Lalerche. Sin embargo para nuestra sorpresa los tampones de los soldados y el papel impreso del recibo huelen a nuevo. Lo único nuevo que hemos encontrado. Nos sentimos disgustados por tener que renunciara un país a causa del trato recibido de los cuatro enfermos que tienen asignados a sus puertas. El resto del día arrastraremos una sensación de mal estar y pena.
De vuelta a Burkina los de los puestos que hemos atravesado poco más d una hora antes nos preguntan lo sucedido. Bromeamos un poco sobre todo y sobre nada. Volver a Burkina es como volver a casa. En Niangoloko decidimos regalarnos con una sombra de un bar que tiene butacas de madera cómodas y corrientes, una flag –para mí- una coca –para Vic- . Fotos, conversación y comida de un arroz pegado con una salsa muy liquida. Dejamos la mitad con el encargo al chico que lleva el establecimiento que se lo dé cuando pase uno de los niños con lata al cuello. Damos a probar nuestras aceitunas sevillanas –con las que nos acompañamos la bebida- a este chico y a un par de acompañantes. Luego cuando nos vamos y le ofrecemos el resto de huesos por si quiere tratar de plantarlos, él nos enseña que también había guardado los otros. Los huesos de frutas es algo que damos o no tiramos con el resto de la basura por si cabe la posibilidad de que germine. Una reminiscencia de nuestras ilusiones infantiles.
Regresamos hasta Banfora donde vuelvo a comprar agua envasada en bolsas de plástico de menos de medio litro. La mujer me saluda como si me conociera de siempre. Antes de dejar la población cargamos 27mil francos de gasoil, compramos aguacates y nos dejamos acompañar por el mercado por la hija de la tendera anterior ya que ando buscando un tipo de containers de los que se desprende la fábrica de azúcar de la zona. La devolvemos junto a su madre. El poco rato que estamos juntos nos dice que tiene un hijo pero que rompió con el padre de la criatura por sentirse traicionada por el. Nos faltan conversaciones en intimidad. De hecho no conoces realmente ningún país ni cultura hasta que no haces negocios con sus gentes y no te implicas sentimentalmente con alguien de su tierra.
Sosuco tiene bastante extensión en Beregadougou dedicada a la plantación de la caña de azúcar. Vamos hasta sus instalaciones para tratar de la compra. Es domingo por la tarde y los encargados del asunto no están. Mientras decidimos si esperar el día siguiente nos instalamos en el bosque de eucaliptus alrededor de la fábrica. Extendemos nuestra parafernalia e invitamos a te a la concurrencia. Hay alguien que dice que es mecánico y que estamos en su taller (una barraquita sin ninguna herramienta).Nuestro te a la inglesa tiene éxito. Al sur del Sáhara el té no tiene la aceptación del Magreb. Las dentaduras de los africanos también lo notan. Volvamos al azúcar. La fabrica y sus alrededores tienen un aspecto distinto. Grandes tractores con tres carromatos detrás llevan, desde los campos, la caña cortada para su procesamiento. Las cañas que se caen por el camino y las que son cogidas de los carromatos dan vida a todo un poblado que se ha montado alrededor de las instalaciones. Antes del anochecer recorremos la zona en un viaje corto por pistas de tierra firmes aunque no llegamos a la zona de la cascada y de los hipopótamos porque se ha hecho tarde. Hoy hemos aprendido dos lecciones: la paradoja de crear un orden y una rentabilidad en un espacio para un producto, el azúcar, que está considerado como uno de los peores venenos blancos por el naturismo y que es cuestión de tiempo que todas las medicinas acepten la misma conclusión. Ahí donde vemos un espacio industrial de trabajo encontramos un impacto organizado en la zona para algo que a la larga no deja de ser un producto nefasto para los consumidores. La otra lección ha sido con respecto a los uniformes. Nunca creí que fuera escribir esto pero allá va: los uniformes siempre han sido un indicador evidente de disciplina, subordinación, alienación dentro de una estructura y sinónimo de fuerza, obediencia y cabezas huecas sin pensamiento. Sigo creyendo básicamente que esto es así pero un uniforme también es un signo de organización, de control, de mando centralizado, de predictibilidad. Desde que estamos en Burkina sus formas son notoriamente distintas en cuanto a más estrictas que los otros países recorridos, exceptuando Marruecos. Cuando te encuentras soldados que no son soldados, que lo mismo pueden obedecer a un mando como a su instinto más primario de destruir, con estilos de desarrapados, sucios, insolentes, medio vestidos, con cara de asesinos, encuentras a faltar el uniforme reglado. Más vale malo conocido que bueno por conocer. Acabo de vender la tesis de la rebeldía buena a cambio de la predictibilidad segurizante. Claro que lo uniformado sigue haciendo sus estragos en las mentes más vulnerables. A los niños escolarizados enseguida se les distingue por su modo de saludarnos. Demasiado buenos. Cruzan los brazos y hacen una especie de simulacro de reverencia flexionando una pierna y adelantándola. Terrible. Los niños en general son tranquilos, siguen haciendo su semicírculo en torno a nuestra puerta y no se pierden detalle. V les instruye con algún tipo de canción ella al clarinete. Llenamos el cántaro pensando que ésta podría ser otra ocupación por estas latitudes en el caso que decidamos ubicarnos por una temporada a la sombra de un mangal. Hay otro tipo de controladores con sus uniformes: los de los peajes de las rutas nacionales. Uno de ellos que reivindica la práctica de la honestidad para los africanos nos dice que venimos pagando una tasa superior a la que corresponde a nuestro vehículo. A partir de ese momento reclamamos nuestra categoría como vehículo privado y no como uno de mercancías por el que pagábamos. En Burkina se cumplen los protocolos del oeste de África de pagar peajes por carreteras de paso obligado y tasas municipales en ciudades como Bobo y Koudougou. También a esta a la que llegamos despues de 25 kms de pista dura pero con ondulaciones continuas separadas por 30 cms. aproximadamente que te hacen creer que estas dentro de una batidora si vas a más de 20 kms por hora.
En Boni nos detuvimos a pasar la mayor parte del día y de la noche en el recinto de la paroise o la misión católica que aquí se mezcla con las chozas de la población. De visita por la curiosa construcción eclesial con adobes que se hacen tan duros como las piedras y con paredes perforadas para asegurar la sombra permitiendo la ventilación coincidimos con feligreses blancos que intercambian sonrisas de obligado cumplimiento al cruzarte con ellas y se reúnen en torno a unos salmos. Uno de ellos nos comunica que les peres ils son contents avec votre arribée. Estupendo. Hemos hecho el ritual de los caramelos más que por el azúcar calórico para enseñar lo de recoger los papelitos. Tras enseñárselo los niños me imitan,
Nos detenemos un momento en Boromo para saludar a los bibliotecarios del Clac ya que se lo prometimos. A Kubota Michico una voluntaria japonesa pour la coopération a l’ etranger que vive cerca de Nagasaki y que ha venido por dos años a este lugar del mundo que todavía carece de internet y a Bicko Mamadou, el mismo que mantiene la tele encendida y que nos pone un canal en inglés en nuestro honor durante la visita. Con Mamadou hablamos del apellido Bicko que también fue el del revolucionario anti apartheid en África asesinado por los afrikáners por levantar a la sociedad negra en su contra. Cuando ya nos vamos Mamadou me pide que le envíe un trípode como el que he usado para hacernos la foto con el dispositivo automático. Le digo que prefiero decirle que no a darle la promesa de enviárselo que seguro que no cumpliré. Entiende que el aparatito lo puede conseguir en Ouaga y que nosotros lo necesitamos para nuestro viaje. A las puertas del local un par de chicos juegan al scrable.
En Sabou visitamos uno de esos lugares atrapaturistas: el mar de los cocodrilos. En realidad un pequeño lago del que diviso lo que me parece un caimán, nada de un gran cocodrilo. El agua es turbia y el lago es pequeño. No tiene demasiado encanto pero si todo el entorno, Hay una cooperativa con un albergue arbolado y limpio. Es el CZN, le centre de la Zod Neere (de la bonne amitié).Su consejero en el management, François, nos cuenta un poco la historia. Tras haber hecho ya un ritual de compras que no teníamos previsto de bronces y batiks pequeños a 1500francos unidad después de una negociación dura en las tiendas para turistas, nos instalamos en el bar de la cooperativa que tiene una sala de exposición de artesanías y nos sirven espghetti a medio y couscous por la noche. La salsa de mediodía es prodigiosa. Aunque dicen que es solo de tomate le añaden cebolla. Comemos bien y pasamos la noche con absoluta seguridad en la furgo instalada enfrente. Por la noche esperando la cena François nos presenta el jefe de la comunidad cuya condición de jefatura se hereda por linaje familiar. En un momento dado un chico que se dirige a el lo hace agachado y casi arrodillado. Nos parece que tal gesto de sumisión debe ser puntual por alguna clase de bronca que recibe. Preguntado François al respecto nos dice que es el modo habitual de dirigirse al jefe y que expresa una reminiscencia tribal. En BF existe un parlamento, una democracia en marcha, bastante gente que ostenta sus vestidos o camisetas con declaraciones a favor de partidos o candidatos, `cartelismo social para introducir nuevos hábitos y un etcétera importante de un país en construcción pero los jefes tribales son todavía los reyes. Damos un paseo con la silla de ruedas por un sendero que lleva a un poblado cerca del lago. Todo el mundo nos saluda y saludamos a todo el mundo. Los africanos siempre se sorprenden cuando llevas tu vulnerabilidad a sus sitios alejados. El único contratiempo es con un 4x4 manejado por un blanco bajo un sombrero australiano que acelera innecesariamente por el solo placer de levantar polvareda. Cuando viene en nuestra dirección en lugar de ponernos a un lado del camino nos mantenemos en el centro. Por un instante Vic piensa que nos va a arrollar. Al final decide detenerse, cuando pasamos a su lado le ordenamos. Doucement, doucement, vous levez trop poussiere. El tipo se achanta, aparta su vehículo y sigue más tranquilamente a nuestras espaldas. Se nos hace de noche y a pesar del lunazo de la luna llena nos valemos con las lucecitas-disco en la cabeza. Un grupo de niños muy atento nos acompaña. Somos una mezcla vaporosa entre un mal cuento tecno y una pareja de turistas excéntricos. Si contamos que vamos de paseo por la noche por lugares como este dirán que somos unos irresponsables
A la mañana siguiente tras pasar una noche muy tranquila alguien de la cooperativa nos pide una contribución por haber usado su ducha. Contribuimos hablándoles del criterio de avisar a priori si pretenden cobrar por el uso de un recurso ofrecido tal como ha sido el caso. Desde que estamos en África no paramos de contribuir de una manera u otra con dádivas materiales ahí donde vamos. También con cosas que compramos y de las que nos deshacemos. Vamos al revés: quienes no piden regalos se los hacemos de un modo discreto y selectivo, quienes los piden por sistema algo nos coloca en la autodefensa y preferimos no hacerlos o al menos no hacerlos siempre por sistema.
De camino a Koudougou por la pista vemos muchas mujeres que trabajan recogiendo y amontonando pequeñas piedras que luego se usan para la construcción de las casas. También vemos farolas con una batería en lo alto y una placa solar cubriéndola. En la ciudad compramos jeans y bolsas a un nigeriano de Lagos que tiene sus artículos usados extendidos sobre una tela en el suelo. Aunque apenas acepta el regateo terminamos por regalarle uno de los discos sobrantes del grupo de Isabella y Jorge. Cuando se lo hacemos escuchar pasamos vergüenza a partir de la segunda canción que se hace inaudible. Nos ha pasado otras veces con la misma tirada de cds de lso que se encargó Vic para la difusión o la venta. Una partida defectuosa y, claro está, invendible.
Nos instalamos a continuación en un local elegante que encontramos, el Jackson auberge: comemos patatas y tortilla, un manjar. Esperamos todo lo que toca esperar y disfrutamos con la comida. Luego usamos la red eléctrica para nuestros ordenadores.

1 comentario:

Matías Manna dijo...

Hola, quisiera saber si sigue teniendo contactos con gente de Costa de Marfil (Cote Ivoire es en inglés).

Desde Argentina le escribo y quisiera contactar con alguien que pueda tener información sobre el fútbol en Costa de Marfil.

Le agradecería mucho si puede contestarme.
Saludos!
matiasmanna@hotmail.com

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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