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miércoles, 20 de febrero de 2008


El Mango, "el aire acondicionado" africano
Mezquita de adobe

Cada montoncito es un cubo porteado en la cabeza de una mujer que previamente ha triturado de una gran piedra.










Misa multitudinaria en Banfora





Koudogou, 21 de febrero

Es una ciudad con bastantes indicadores cosmopolitas. Por de pronto está a unos 100Km de la capital cerca de una zona que parece todavía virgen, con vegetación ancestral, lagos de cocodrilos y poco poblada; donde se llega y se sale por una pista de tierra granulada por el efecto de las lluvias que destroza los riñones de todo aquel que no usa el 4X4 de rigor. Cuando traspasas el consabido barril que dice: ¡alto, peaje! piensas que te toman el pelo, el polvo y las pocas infraestructuras no merecen la desproporcionada tasa municipal al entrar en vehículo. Pero al llegar al centre ville, la cosa pinta diferente, mercado de ropa y objetos de segunda mano entre el tradicional de comestibles y objetos de primera necesidad. Después, sofisticado Internet con rampa de acceso y hotel. Probamos el hotel y la decepción nos sobrecoge: en un edificio que parece no tener más de un año con todos los lujos de uno de 2 estrellas europeo, las paredes gritan nueva pintura, el personal está tirado en los sofases de los clientes, bien durmiendo la siesta, bien viendo una minúscula TV con sonido e imagen parpadeante. El capítulo del restaurante es lo más interesante, para servirte dos tortillas con cebolla y tomate natural + un plato con cuatro patatas al vapor y mayonesa de bote, y otro de patatas salteadas con una especie de perejil, tardaron una hora y media. Y yo me pregunto, también hay una organizacion lamada Camareros sin fronteras?, aqui harian mucha falta. Interesante prueba de paciencia al europeo que también en vacaciones tiene prisa. Internet lo probaremos después de escribir en las instalaciones hoteleras aprovechando su red eléctrica tan escasa en estos lares. La música que se escucha en los puestos de la calle y en los locales es otro indicador de modernidad, y las vestimentas occidentalizadas de los jóvenes, también. Bueno, no parecen signos de grave europeización, pero, algo es algo.

Estos días han sido intensos, tanto, que he preferido vivirlos a escribirlos. El observar la convocatoria en las misas de los cristianos que acuden emperifollados y en familia, abarrotando el templo por dentro y por fuera con una seriedad y devoción insospechada hoy en día. Me ha recordado a mi infancia cuando, en Cádiz, íbamos a misa los domingos o festivos: mientras unos se concentraba en el culto dentro, fuera, los papás vigilaban a los niños que correteaban despreocupadamente manchando el vestido recién lavado; y es que no teníamos altavoces al exterior como los que he visto por estas tierras. La agradable estancia en el Centro Cultural francés de Bobo, por cierto mal aprovechado porque, según nos contó el que regía el restaurante, no se celebran demasiados actos y por ello no acude demasiada gente, con el consabido prejuicio a su negocio. La aventura indeseable de la frontera con Côte d’Ivoire donde, unos casi adolescentes con ametralladoras rusas viejas y uniformes poco correctos te desafían insolentes y te piden dinero sin motivo; ha sido el país donde hemos estado menos tiempo, creo que una hora, más o menos; los conflictos de un país todavía gobernado por dos poderes: el gobierno y la guerrilla no dejan espacio a dos blancos despistados en furgoneta que sólo pasaban por ahí. En Boromo conocemos a una japonesita profesora de inglés en su país que piensa estar dos años en aquel pueblecito perdido, ayudando en la sala de lectura deliciosa donde trabajamos con nuestro ordenador y también colaborando en una de las escuelas del lugar, toda una heroína. En Boni nos sorprendió la bonita catedral católica de adobe, donde se combina lo ancestral con lo religioso dándole un aire de lo más progresista; la actitud abierta de su párroco nos permitió dormir en su recinto y usar la ducha del local parroquial. En los alrededores de Bobo descubrimos la primera fábrica seria que nos aparece en el camino, se trata de una importante transformadora de caña de azúcar en azúcar, rodeada de infinitos campos de ese cultivo; según nos contaron, exportan fuera del país. Cerca de Sabou, el “mar de los cocodrilos” nos muestra otras cosas para nosotros más interesantes que hacernos fotos con cocodrilos aburridos que salen porque el guía les echa alimento para que tomemos la instantánea o nos montemos en ellos, porque, según dicen, son inofensivos y sagrados. El lugar es idílico, y como siempre, desaprovechado. Delante del gran lago de los cocodrilos un restaurante que no funciona y unas casetas con tiendas de artesanía preciosa y de muy buena calidad hecha por asociaciones de personas con minusvalía o con algún problema de integración social, o estudiantes artesanos; cerca de ellos, un oasis de confortabilidad y calidad, son las instalaciones de una ONG que se ocupa de crear escuelas y tiene esta especie de hotel-restaurante para obtener ingresos; hablando con el vicepresidente, un francés blanco muy elegante, éste nos explica los proyectos que hacen y lo importante que es crearles el hábito de conservar en buen estado las cosas que se edifican para mejorar la calidad de vida de ellos. Y es que es una de las cosas que más debe de frustrar a todo aquel que se preocupe por ayudar a los africanos aportando instalaciones o confort. Pienso que no saben valorar lo que cuesta conseguir llevarles algo desde otro continente, tampoco conocen muy bien si es primordial mantener limpio y en buen estado las cosas. Me acuerdo cuando a Espana nos llegaban maquinas que nadie sabia manejar y terminaban deteriorandose en un almacen lleno de polv. Ahora comprendo muchas cosas de entonces. La palabra despilfarro no la conocen, pero yo observo que despilfarran agua porque hay grifos o cisternas que gotean insistentemente sin que nadie se ocupe de arreglarlos. Intento meterme en su piel, pero no puedo, tengo demasiados prejuicios de blanco todavía; espero ir limpiándome en este viaje africano, tan filosófico, que tenemos.

1 comentario:

rocio prima dijo...

No es tan difícil meterse en la piel de los africanos. Basta con salirse del pellejo de urbanita de pais desarrollado en el que nos movemos y meterse en el pellejo de un campesino español de nuestra infancia/adolescencia/juventud. A mi me funciona. Despues de todo tenemos la ventaja de haber nacido en un pais subdesarrollado (o agrario) como Africa, y vivir en un pais desarrollado (o urbanoindustrial) como la españa actual y eso facilita mucho las cosas. Probad a ver si tambien os funciona a vosotros.

Buen viaje y buena suerte

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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