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miércoles, 13 de febrero de 2008

Delicadeza Crítica

Ouagadougou. Cómo se ve el carril moto/bici desde la silla de ruedas


Ouagadougou 10 febrero 2008
Nuestra posición crítica con el movimiento oenegero y su conectividad con su antecesor: el catolicismo misionero, no quita nuestro reconocimiento por sus intervenciones en cosas concretas. Los recintos de los establecimientos religiosos occidentales que vamos viendo, visitamos o usamos son comparativamente buenos a los nativos. Hay jardines, espacios cómodos y más o menos higiénicos. Es cierto que ahí donde hay una campana sonando se concentran unos cuántos idólatras para
Conferenciando
reconfortarse mutuamente pero no lo es menos que tras cada instalación hay trabajo organizado, subvenciones, incondicionales que prestan su energia para cambiar las cosas. Interpretamos de nosotros mismos que somos o hacemos de solidarios condicionales que no condicionados por el prurito materialista del occidental bien cebado que le importa un pito lo que le pueda pasar al resto del mundo o cualquier asunto fuera del perímetro inmediato de sus dominios. Nos damos cuenta que con nuestra crítica a un tipo de solidaridad instrumentalista, que mercadea consigo misma como artículo de inversión, para complacencia de feligreses y socios de cuotas de ayuda, podemos facilitar datos y argumentos para que un tipo de gente se consolide en su inmovilismo y su inactividad a favor de otro mundo mejor. Este punto es otro de nuestros callejones sin salida. De una parte, toda la consideración que nos merece el movimiento solidario y la ancha y diversa gama de colaboradores no nos prohíbe el derecho a la crítica de lo que vemos. De otra, al hacerlo se nos puede tomar por lo que no somos o al menos no queremos ser: críticos de críticas estériles. No hay forma de pensar en voz alta si no es libremente. No hay libertad de pensamiento si no es expresándolo críticamente contra otras formas de pensar y actuar. Elemental querido Watson. Lamentablemente el autor de una idea no puede ir detrás de cada quien que la use para sus propias conveniencias, para seguir calentando el brasero de sus intoxicaciones, o para manipularla según sus parámetros.
Uno de los motivos de nuestro viaje al querer recorrer África es reflexionar sobre la solidaridad y sus límites. Tras cada cartel de ONG hay gentes y trabajos que no conocemos. La entrevista en Niamey con el gerente de una árabe Ai ddia (the light) con aulas para enseñar informática además del Corán me enseñó que toda generalización, como siempre, es injusta. Lo que hace un grupo solidario puede no tener nada a ver con lo que hace otro compartiendo ciudad o incluso calle. Ambos estuvimos de acuerdo que la solidaridad no puede limitarse a la entrega de dinero que resulta desmovilizante sino que pasa por un intercambio de energías.
No estamos a salvo de cualquier libreinterpretación de quien siga nuestra aventura. Nota para lecturas de saltamontes: solo somos visitantes de un continente del que no hemos parado de hablar durante toda nuestra vida como paradigma de las miserias y los expolios. El contacto con la miseria no parece insubsanable. Bastarían unos cuantos edictos sobre higiene cívica y de puntos asistenciales clave. Otro asunto es el interés internacional en continuar teniendo un África bajo el dictum de los poderosos. Posiblemente decir todo eso, que es más de lo sabido, resulta repetitivo y duro a los oídos duros para convencerse, o quizás, justamente, porque están tan convencidos no quieran volver a oír más del tema. No somos nadie para decir quien debe hacer qué. Apelar a la conciencia no deja de ser un subterfugio. ¿Quién sabe realmente lo qué es eso? Hasta ahora las pocas semanas que llevamos en el continente no nos están cambiando las posiciones teóricas que teníamos previamente. Es temprano para decir algo. Solo somos un par de blanco suficientemente forrados como para permitirnos este año sabático haciendo piruetas. Cuando se lo contamos a los nativos sistemáticamente nos dicen que debemos ser muy ricos para permitírnoslo. No contamos la alquimia de nuestros números y los años que hay detrás de trabajo asalariado y profesional. Lo cierto es que este viaje nos cuesta una pasta, incluso a nosotros que vamos siempre tras las opciones más llevaderas.
En las guías técnicas de lo concreto (lonely planet incluida, la cual francamente consultamos poco; parece que las especializadas por áreas o países son mejores, la continental que es la que tenemos es casi un quilo de lastre) y en las bitácoras estructuradas por infos se pueden encontrar el dato concreto en pocos minutos. En una bitácora de la disertación nunca se encuentra nada de lo buscado y sí algo de lo imprevisto. Al principio de un libro además de su subtítulo, el tipo de público aconsejado y las dedicatorias, habría que recuadrar un preaviso sobre su código intelectual o su clave en discurso. Bastaría la leyenda escueta: para lectores. Eso podría evitar desalientos, confusiones, cansancios o aburrimientos. Cuando te pones a escribir sobre algo que te interesa presupones que tu pasión puede ser compartida por todo el mundo. Te equivocas. Nadie comparte en su totalidad las pasiones de nadie. En el mejor de los casos hay ramalazos de emociones puntualmente compartidas. No basta la literatura bien escrita para atrapar la atención de un lector, ni siquiera de los que tienen las paredes de sus pasillos repletas de libros. Hay que conceder que los lectores sucumben a sus sesgos y costumbres de las páginas, miles o cientos de miles, que hayan leído antes. En cierta manera un lector entrenado no deja de ser una rata de laboratorio (¿de aquí lo de rata de biblioteca?) condicionada según el condicionamiento o por los imperativos editoriales. A fuerza de escribir y de leer, en ese doble oficio activo-pasivo, se desarrollan criterios más estrictos. El profesor ante pilas de trabajos de sus estudios terminan por no seguir con la lectura tras encontrarse con una bestialidad, o el lector hiperactivo que tiene la cabeza en otra parte se pasa horas leyendo en vertical multitud de títulos sin poder resumir ninguno cuando se le pregunta o dentro de los amigos que te siguen en la aventura intelectual hay que aceptar la falta de ganas y sobre todo de tiempo para seguir al detalle tu libro. Soy el primero que no lo leo todo. Si hay alguien que lo lee todo que levante la mano. En mi último demenagement tanto Vic como yo tuvimos que aceptar que una considerable parte de cosas que guardábamos en nuestros archivos obedecían a razones nostálgicas y a vínculos biográficos con intereses del pasado ya extinguidos. El problema es que un lector se cree serlo cualquiera que es capaz de descifrar una oración de no más de siete palabras. Lo mismo que hay escritores que creerán serlo por haber compuesta un par de poemas. Como el chico afectado de Polio, Amadou Kone, que trató de vendernos por tres euros unidad mini fascículos que prepara él mismo y que por lo que leímos eran bastante malos. El chico se enfadó porque François comentó que al final todo se resolvía a lo mismo: vender y comprar. También se cree que le basta tener un ordenador desplegado en su mesa para que se le cambie la vida. Una de las chicas que trabaja en el orfelinato tras saludarme me ha pedido que le regale mi ordenador. Tras mi perplejidad la he pasado por la prueba del algodón. Le he creado una página en blanco. Asseyez vous. Ecrivez, n’ importe quoi. Sus dificultades con el teclado se han puesto en evidencia. Tras algunos minutos para teclear la B de Benedictine, su nombre, le he sugerido: d’ abord, tu fas un cours d’ ofimatique, aprés tu escris, aprés tu demandes un ordenateur. A menudo falta el proceso lógico de las cosas. Querer los resultados sin pasar por su esfuerzo.
Mientras estamos en el patio del orfelinato pasando el día y siendo un híbrido entre invitados y okupas viene el sirio del taller mecánico. Nos dice que cada mes viene a traer materiales: juguetes y ropa, que ese orfelinato tiene alta consideración porque prefiere más materiales que dinero (nuestras noticias son otras). Lo cierto es que hay tres turnos de trabajo con varias mujeres que se ocupan de los niños y nos parece gente seria. Una de las monitoras cuando se va se pone sus mejores galas y ostenta más oros en sus brazos de los que hemos tenido nunca nosotros dos. El nombre del orfelinato debe sonar en varias partes. Un cartel del abril último de una obra de teatro de Gilles Ganglof, Regime sensual representada en La Tour en Jarez Fr, para recoger fondos de ayuda indica que es un nombre que se mueve en la lista de los ayudables. Seguramente quienes estén mas puestos en el mundo de la solidaridad práctica tendrán que reconocer que el mismo hecho de las listas de destinatarios de la ayuda ya son en si mismas discriminatorias. Quien no está en ellas no existe. La ayuda internacional se debe vehicular más fácilmente sobre direcciones, intermediarios y prácticas comprobadas que no a lugares donde todavía no ha llegado ninguna entrega de nada. Pienso en Gogui y en Chegoun. Tenemos una primera intuición que los siguientes meses se encargarán de confirmarnos o desmentirnos: la solidaridad se centra más en los lugares más agradables, o de intervención más fácil. En los feos y lejanos se hace más difícil de concretar.
En la pequeña carta informe de nuestros portes y conferencias enviadas a Barcelona aseguramos que el material solidario no sirve para solucionar los problemas endémicos de África y que la hace material dependiente además de consolidarla en su desidia. Esa psico-dependencia impugna aún más su futuro.
Desentrañar todo eso pide algo más que frases simples y afirmaciones contundentes. Nos lleva a mezclar el relato con el ensayo, lo concreto con lo especulativo y a nosotros con los demás; a una literatura que no es ni quiere ser la típica de viajes en la que se suelen repetir las anécdotas una década tras otra con gentes de distintas procedencias del mundo.
Puestos a escribir lo que pensamos más que lo que hacemos se diría que seguimos un itinerario intelectual más que uno geográfico en el que lo que varía es el nombre del lugar desde el que escribimos. Eso no tiene porque ser tolerado por quien quiere datos y no disertaciones. En las ciudades hay un 010 donde preguntarlos. Internet esta lleno de datos específicos, direcciones y teléfonos que aquí cuando aparecen, si aparecen, es por pura casualidad.
A fuerza de escuchar comentarios sobre modos de escribir he llegado a la conclusión que hay dos clases de analfabetismo: el ágrafo que no ha aprendido el significado de los signos escritos y el de un tipo de intelectualismo gráfico que no ha aprendido el valor de los significantes añadidos a las palabras. Cada texto, información, objeto teórico, trama de relato o argumento lleva una sobre significación agregada a la defunción de cada palabra que maneja. En cuanto al primero el hecho de tener el dominio intelectual de la lengua materna con su representación escrita equivocadamente da el salvoconducto para pasar por sujeto alfabetizado. En realidad el analfabetismo nos sigue alcanzando en tanto que la mayoría de lenguas quedan fuera del dominio personal. Por lo que hace al lector con capacidad de leer líneas y palabras pero no de entender su significado críptico lo libra aun menos de su analfabetismo especializado. Es así que en las paradojas modernas de la intelectualidad nos encontramos con académicos y profesores capaces de soltar un curso sí y los veinte siguientes también la misma materia como cotorras y desautorizar alegremente cualquier otro tipo de texto que no entre en sus esquemas o prosas. Hervé Hamon hablaba de los intelectócratas palabra que hago mío y que extiendo a aquellos que si bien tienen lecturas, títulos, academias, cátedras e inercias en lecturas periodísticas no la tienen en reflexiones autónomas y disertaciones por libre. Algún día alguien hará un estudio demostrativo que un tipo de saberes institucionalizados van en contra de la sabiduría global.

1 comentario:

rocio prima dijo...

El que ONG y misioneros sean vicariantes es la constatación de un hecho, no es un juicio de valor. Hubo muchos misioneros que lucharon por defender los derechos de los indios (las casas, p. ej.). Si la pelicula la misión es fiel reflejo de una realidad no se puede decir precisamente que trataran mal a los indios, todo lo contrario.

Ahora bien, que contribuyeron a la aculturación de los pueblos indígenas es innegable. Que esto fuese o sea bueno o malo no me meto, porque daría para una larga discusión.

Un consejo no pedido: Johanesburgo es la ciudad mas peligrosa del mundo con diferencia, basicamente porque es una mina de oro y las minas de oro son peligrosas. A todos los que conozco que han ido allí por su cuenta les han atracado (6 en total). Ustedes mismos, como dicen por acá.

Buen viaje y buena suerte.

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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