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domingo, 3 de febrero de 2008

Contar lo Esencial



En la escuela Garmi, cerca de Hombori
Gao 30 ene2008
¿Cual es la diferencia entre recorrer geografías y verlas pasar desde el asiento de tu coche, tren o tu autobús y hacerlo desde el sofá ante el documental que pasan por el televisor? Seguramente la misma que hay entre tener un orgasmo y que te lo expliquen o la que hay entre experimentar un insight comprensivo y ver que alguien lo tiene. Pero una vez en los lugares son tantas las imágenes conocidas de ellos que tienes la sensación de que ya habías estado antes.
Lo esencial de un viaje no lo puede contar ni siquiera el viajero. Puede contar anécdotas, referir las tertulias que no se repetirán con la misma gente. Los riesgos que se han corrido o los criterios tomados para no correrlos. Las distintas clases de asedios por los que vas pasando.
La costumbre africana de abordar al extranjero es algo atorrante. Cuando eres sitiado por varias personas a la vez, hablando todas a la vez, peleándose por ser tu vendedor o tu guía, te obliga a resituarte en cada situación. En un momento u otro te descubres poniendo orden a los demás pidiéndoles que guarden su turno en el habla ya que no puedes atenderlos todos a la vez. Los comerciantes así como los cambistas así como los ofertantes de lo que sea se pisan entre ellos con tal de conseguir tu atención. La dignidad es tratada como lo que menos valor tiene. Pero eso no es cierto de una manera igual en todas partes. Cada persona es distinta y esto sigue siendo cierto para los negros. Si no miras en la profundidad de cada mirada no te enteras y hacerlo en los ojos de la negritud no resulta fácil para un blanco menos habituado a discernir entre matizaciones de lo oscuro.
En Hombori compro al fin un turbante que ya debía haber usado desde la entrada al desierto. El polvo se me mete en la garganta. El tipo que me mete en su envoltorio típico, de cinco metros, pretende cobrar por ello. Le digo que nasti de plasti y le pida la comisión al árabe que me lo ha vendido y con quien comparte un té. Lo he comprado a precio local. 500cfa metro aunque la tela no es una preciosidad y con la afirmación del vendedor que él es un árabe y solo tiene un precio y una palabra.
Juzgamos que al no entusiasta recibo en el Hospital le correspondería un fracaso de la conferencia preparada para el día siguiente. Nos sorprendió que la persona a la que llamara para su organización fuera el comandante en jefe de la zona a la que Yossuf definió como la primera autoridad y que fuera en su cuartel el lugar de la convocatoria. Afortunadamente no fue así. El lugar fue en una de las salas de la Mairie. Vic y yo nos preparamos para no encontrar a nadie. El día anterior estuvimos comentándolo a alguna gente del auberge sintiéndonos metidos en el gesto de los pastores de las películas americanas convocando a sus feligreses para el sermón del domingo, incluyendo la de Robert Mitchum. Para nuestra sorpresa la sala de reunión se llenó. Una trentena de personas, todos hombres menos una mujer con la cara semitapada y que es una concejala local. Relacionamos un doble tema: el de un nuevo concepto de solidaridad y el de la salud comunitaria. Nos repartimos el tema Vic y yo y fuimos más o menos seguidos en nuestro francés. Algunos tomaron notas. A la hora de la discusión surgieron un par de ideas principales: la de un nuevo colonialismo solidario y la de las entregas de cosas como si África fuera la poubelle de Europa. ¡Bravo!. Yossuf que el día anterior nos pareció apático en la reunión resultó ser un hombre brillante con espíritu crítico. Venir de 6 o 7mil kilómetros de distancia para cuestionar la solidaridad internacional a gente que se enfrenta a diario con la supervivencia basada en mínimos no será comprendido por la gente de nuestra procedencia cultural. Bueno, lo superaremos. Eso no nos hará renunciar al derecho de opinión. La defensa incondicional a todo indigenismo, tan extendida en la muchachada que practica turismo político y no se atreve a objetar nada, hace un flaco favor a los necesitados. La diferencia entre necesitar ayuda coyuntural o estructuralmente y convertirse en un menesteroso crónico es absoluta. Si el extranjero no pone la mirada crítica en eso va de tonto contratado. Si por su lado la gente no asume su destino y se agarra a las palabras solicitantes de la limosna no solo cae en una rotunda crisis de dignidad, además se cierra las puertas ante un destino distinto al que le va a determinar su pobreza. En el paseo por los alrededores del hospital el único adulto que me ha dirigido la palabra ha sido una mujer para mencionar la palabra no-mágica: l’ argent. Seguimos tratando de introducir otra actitud o de ajustarnos a la del viajero visitante desmarcada de la del turista económicamente más posicionado. Para el extranjero, viajero o turista, ser abordado únicamente para comprar algo o para donarlo por no decir para ser enredado con fantásticas trolas con precios exagerados es simplemente un insulto. Si tiene interés viajar y conocer gente es para pasar a un tú a tú en conversaciones de otros asuntos más comunicativos. El comerciante con tienda en el auberge ViaVia nos dijo que venir a Gao no era seguro y que era preferible que tomáramos un guía. También quiso sentarnos en su tienda para darnos una charla sobre el pueblo dogón para luego sacarnos pasta y nos pidió unos 15mil Cfas por un collar que se vende a 1500.En fin. Nos desambarazamos de él. Aun así hicimos compras de cosas innecesarias a precios mas altos que en Europa como tres bolsos de tela de colores. Vic tenía la mayor parte de las bolsas dentro de nuestro baúl (un baúl, sí de más de un metro cúbico) de bolsas y bolsitos, cuyo inventario tuve que reconocer cuando andábamos entre cajas de cartón y embalajes. Inconscientemente deseamos empaquetar el mundo y llevárnoslo fuera del sistema solar.

Nuestra pizarra que la hemos sacado de la furgo para usarla en la confe, tras volverla a colocar en su sitio ha cambiado de slogan: Africa a les paradises, Europe, la follie de l’ argent. La verdad es que locos por la pasta los hay en todos los rincones del planeta. Es el único dios verdadero, contante y sonante. Nos gustaría creer que cientos de miles de viajeros del futuro vendrán a África no a explotarla ni a estupidizarla con más caramelos sino a gozar de sus espacios y a establecer una relación de trato limpio y entre iguales con sus habitantes, dentro de lo posible `por el controvertido significado de la igualdad.
De camino a Gao, la carretera es más solitaria si cabe, que las anteriores. Nos hemos tenido que detener porque de los dos bidones del portaequipajes, el vacío ha saltado por no tener ya el sostén de la lona absolutamente deshilachada y que un muchacho me la pidió para usarla para el techo de su casa. Luego nos hemos detenido en la cuneta para comer. Uno de los pocos coches que han pasado se ha detenido por si necesitábamos ayuda. Mientras recorremos distancias sin ver un alma humana bromeamos de lo vulnerables que somos y de lo que haríamos en el caso de ser asaltados por tuaregs o por quienes fueran. Mali nos da mucha confianza aunque cuando llega la noche siempre andamos flotando un rato para ubicarnos convenientemente. En Gao hemos llegado hasta el aeropuerto donde un avión esta custodiado por un grupo de militantes. El jefe del puesto nos dice que nos podemos quedar y además nos sugiere que nos ubiquemos junto a la pista al lado de los tres soldados armados que están ahí de tertulia toda la noche. Nos sentimos seguros aunque eso sea un contrasentido ya que si hay un lugar estratégico para hacer un ataque en toda la ciudad para que tenga resonancia mediática debe ser éste. Gao es la ciudad mítica porque es otro de los puntos en los que el desierto termina o empieza según se vaya hacia el sur o hacia el norte. Aquí por fin hemos comprado fusibles de 10A, 3 por mil CFAs, la cuarta parte del precio pedido en Mauritania. La batería auxiliar se ha quedado a cero a la esperar de recargarla de nuevo.
En Niamey deberemos repensar nuestro itinerario. La perspectiva de Chad la deberemos consultar por internet aunque lo más probable es que nos dirijamos a Burkina Faso. El material para el orfanato de Kisito que es el otro porte que traemos de la ONG puede esperar. Es el contenido de un solo bidón. Antes de cruzar el Níger nuevamente (la anterior vez fue en Bamako) hemos pagado un peaje por el uso de la carretera o del puente. El espectáculo sublime. Una puesta de sol fantástica.
¿lo esencial? Me preguntaba antes. No lo sé. No estoy seguro de llegarlo a saber. Sé que no es posible explicar lo esencial sin detenerse en el relato de lo anecdótico y no es posible alcanzar aquello si uno se pierde en los detalles de esto otro.
Cierro el ordenador con las voces de los militares a unos metros de la furgo y las respiraciones estereofónicas de Vic desde la cama. Vamos viviendo este viaje como si solo fuera posible vivirlo así. Nos hemos empezado a preguntar si en lugar de volver para enero próximo no ponemos fecha límite. La cuestión es que las distancias parecen mayores de lo que habíamos estimado al principio. No tenemos ni idea de cómo cruzar o saltar Nigeria, tampoco como iremos de nuevo a la costa Oeste antes de bajar al sur. No tener un plan exacto puede ser el mejor plan pero te deja sin respuesta ante ti mismo sobre donde estarás la semana próxima.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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