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domingo, 3 de febrero de 2008

Un Observatorio Ambulante




Niamey 3 febrero 2008
En los últimos tiempos la cultura más materialista y celosa de garantizar los beneficios nos ha acostumbrado a verificarlo todo. La palabra no es suficiente para contar con ella como garante. Es así que se la vincula al contrato, a la firma, al compromiso y, en el caso de su incumplimiento, a la amonestación, la crítica y la cancelación del acuerdo más la demanda de indemnización por daños y prejuicios. Grosso modo todas las relaciones humanas son transacciones que pasan por ese circuito.
Desde la sociedad civil, muchas organizaciones reivindicativas y planteamientos cautelosos han venido poniendo en duda los acuerdos entre estados que sirven de poco y los sondeos diplomáticos que quedan en el palmarés de las tentativas. Han exigido con justas razones históricas erigirse en observadores internacionales de los déficits en las realidades en las que intervienen, poniendo en tela de juicio las actuaciones de los gobiernos locales. Atendiendo a la avalancha de tanto intervencionismo de entidades y personas cooperantes se asiste a un fenómeno de una proporción tal extensamente diseminado y descoordinado que sugiere la necesidad objetiva de un observatorio de la solidaridad activa en los sitios de recibo. Al iniciar nuestro viaje pensábamos que una de las cosas que podíamos hacer era de observatorio ambulante de las ONG. No hacia falta hacer un itinerario previo de visitas o calendarizarlas. Basta/ba con estar atento a los numerosos carteles que las anuncian por la carretera y saludarlas y preguntar por su labor. De momento vemos carteles que indican puntos de reunión pero no hemos encontrado a nadie. En una gran carpa en Mauritania instalada junto a la carretera para enfermos e indigentes con una carpa militar al lado con un blanco dentro, nos dijeron que en aquel momento se habían ausentado. No nos esperamos. La verdad es que tenemos nuestro propio pudor en preguntar. Otro asunto es provocar conversaciones que vayan permitiendo las preguntas mutuamente consentidas. Tampoco nos hemos detenido suficientemente a esperar a la gente encargada. La impresión que de momento seguimos consolidando de las ONG es que forman parte de la élite de las empresas extranjeras. El chofer de un Land Cruisier de Oxfam que hacia de eso, de chofer, esperando a dos chicas de color despampanantes y a un hombre, que se sentaron detrás del vehículo, saliendo de uno de los restaurants elegantes o al menos caros de Niamey, chino por cierto con los farolillos rojos pero sin chinos a la vista en su gestión, lo mismo que otros; quiso animarnos a que la ONG del logo que aun llevamos enganchado en la chapa de la puerta y que un día de estos sacaremos, instalara un bureau en la ciudad. Le cuestioné su idea de acuerdo con la nuestra de que la cosa no pasa por aquí sino por la autoafirmación de los nativos con sus recursos y con su autogestión. Cada vez que planteamos esta idea más bien encontramos admiración aunque sorprendida en lugar de negación. Un trabajo de verificación exhaustivo de las Ongs en sus lugares de intervención posiblemente arrojaría datos de concienciación que pondrían en peligro la misma imagen de ellas y del estilo solidario hegemónico. No negamos su labor objetiva y su potencial de salvar vidas o curar enfermedades o ayudar en casos extremos de fatalidad, pero indirecta e involuntariamente el trabajo que hacen ellas sirve para engrosar una clase alta local generando puestos de trabajo privilegiados sin que las cosas fundamentales: mayor implicación de los gobiernos locales y regionales, modificación de la mentalidad y actitudes sociales profundamente arraigadas (ablación, explotación infantil, superpoblación, falta de higiene..) sean resueltas. Indirectamente y es muy duro decirlo, lo que pagan las Ongs por un lado a los mas necesitados de África permite que sus autoridades centren sus gastos en sus enfrentamientos militares. Una hipótesis bestial: si Europa dejara de enviar cientos de miles de voluntarios a África, ¿acaso es tan seguro que África iría a peor? Una cosa es la ayuda puntual ante las catástrofes y otra muy distinta es la sistemática de un emporio de empresas competitivas que se reparten el sector de la solidaridad, como un sector más del mercado internacional. Sorpende que entidades tan reconocidas como la Unicef seautopromocione editando y repartiendo camisertas blaugranas con el logo del Barça. ¿Cómo prentenden cambiar los agravios a la población in fantil si por otra parte alienan a los niños con los consumos de adiestramiento para no pensar como el futbol? El caso es que todo esto puedo escribirlo desde la comodidad de una isla confortable, el Restaurante Amandine, en medio de una ciudad sucia, sin tener que habitar una chabola ni tener que vivir con 45mil CFA al mes. No me sonrojaré por esto. A fuera esperan los grandes carros de los solidarios. Acción contra el Hambre y cosas por el estilo. En otros contextos son las limousine y los jaguar los que esperan fuera con porteros que llevan sombreros de copa.
La propuesta de un observatorio ambulante metódico y riguroso significaría articular un protocolo y enviar a un equipo entrenado, con el consiguiente presupuesto para costearlo en detrimento de sacarlo a otros presupuestos que pagaran medicinas y comida, para observar in situ el trabajo de cada ONG, la coordinación o no (más bien no) con las otras Ongs de la zona o localidad, la transmisión de los valores introducidos a veces con cargas mesiánicas o religioso-servilistas, la táctica de la entidad en implicar a sus áreas de necesitados en su sustento y desarrollo y por fin los intereses personales delos cooperantes y asalariados no siempre tan lícitos ni éticos como parecen. Bajo estos ítemes habría que medir un parámetro: el karma arrastrado por el europeo que desde su interpretación de la culpa los/nos catapulta hacia la obligación de tener que ayudar incluso en los extremos casos de que la ayuda objetiva es cuestionable (la medicina alopática sigue matando en los países desarrollados) y los necesitados se dejan manipular pasivamente con ella sin cambiar consecuentemente de actitud. La discusión mas absurda entre un africano que se toca las pelotinis y un europeo que va de paso pero que se muestra activo con su ordenador, sus libros, sus notas, sus mapas , sus informaciones o sus entusiasmos polémicos, es que aquel la justifica que está como está por culpa de lo que sucedió siglos atrás o que Francia todavía debería asumir las necesidades de toda el área francófona mientras que el europeo le argumenta que lo que él tiene se lo ha ganado con décadas de trabajo continuado y con esfuerzo sin que nadie le haya regalado nada. No me dejaré llevar por la simplificación y evidentemente hay algo de la culpa occidental perfectamente lógica pero no engloba todas las causas de las miserias del tercer mundo. Una parte de ellas son la consecuencia directa de la desidia de sus habitantes y de sus gestores.

Recibimos noticias de Héctor, el chico de Rabat que tenia una cita coordinada por internet con un camión que debería a llevarle a él y a otros que contactaron por este medio a una ruta parecida a la nuestra. Nos cuenta que el chofer resultó ser un capullo rematado, cambió el itinerario pactado y quiso deshacerse de un componente, un brasileño por no tener el visado para Senegal que no estaba previsto en el programa. Otros cuatro del grupo plantaron al conductor exigiéndole la devolución de la parte proporcional que le habían dado y se compraron un viejo mercedes para seguir ruta hasta Segou. Y es que hay de todo. El viaje es eso también, o sobre todo: los imprevistos y los cambios de planes.
El cuarto día en Niamey lo pasamos en este restaurant que hace de isla refugio con aire acondicionado y clientela solvente, dos agentes uniformados de seguridad en la puerta. Uno de ellos nos reconoce y nos recibe con grandes signos de alegría. Pedimos un espagueti carbonara que resultan ser macarrones, con un bacon que es mortadela y una tortilla española que resulta ser clara de huevo frita y una lasagna con carne que viene con un envoltorio de aluminio prefabricado. A cambio tenemos por wifi internet gratis coincidiendo en una semana que lo promocionan. Mis entrañas deciden revolverse y sufro la primera descomposición del viaje. La homeopatía no la ha contenido. No, no creo que se trate de las exquisiteces del local, sino de la pasta apelmazada hecha con agua de cloaca y una salsa horrible tomada en platos de plástico del día anterior en el camping. Aquello nos costo 200cfas los dos platos frente a los 7mil de la comida de este lugar a la europea. Nos pasamos la tarde en el establecimiento. Es un paréntesis de confort dentro de un África tórrida. Aquí vienen los blancos y también los negros más exquisitos, mejor vestidos y relacionados. Me siento como los comensales del tema de Boris Pasternak en Dr Zivago comiendo en un lugar elegante mientras la gente famélica y con frio les miraba con envidia desde la calle nevada. No, no es eso. No hemos encontrada gente famélica en todo el camino. Y aquí nadie se amorra a los cristales para vernos comer. Algo que sí nos ha sucedido en otras partes y que veíamos que los niños hacían en el punto turístico neurálgico de Hombori, no tanto por avidez de la comida como por espiar los gestos de los blancos o los nuestros.
En esta amalgama de sentimientos contra posicionados nos vamos moviendo. Todavía nos quedan once meses por delante para completar nuestra estancia. La verdad es que no tenemos prisa en cuantificar quilómetros. Desistimos de ir a Agadez, la zona más turística del país a causa de los Tuareg cuya simpatía novelera por ellos no nos da la excusa de cometer ninguna imprudencia, pero tampoco iremos a Zinder, en el Este, en cuyo caso deberíamos repetir la misma carretera de vuelta ya que dejaremos que los líos en el Chad prescindan de nuestra presencia. Siempre en todas partes del mundo la violencia ajena condiciona la libertad de la gente que no queremos involucrarnos en ninguna batalla armada. Los violentos deciden la falta de libertad de los pacíficos.
Quizás en otra época biográfica me habría atrevido más a ir a no importa donde priorizando mi derecho a ir a los posibles peligros que encontrara. Hoy sé que no hay ningún lugar en el mundo tan fabuloso que pueda justificar correr riesgos innecesarios.

Cuando nos contaron que Alexandra con Jean Bogé apenas salía del autocaravanning en su viaje conjeturé un caso particular de agorafobia con alguna complicación sociófoba. Despues de tener que enfrentarte a situaciones que no dejan de ser estresantes por someterte a prácticas continuadas de acoso no resulta nada extraña su actitud. Lo cierto es que la tendencia humana dominante es la de buscar referentes estables y eso pasa por tener lugarcitos seguros. Éstos pueden ir desde quedarte dentro de tu vehículo a no salir del alojamiento, como los recintos de campings, en el que te metes para descansar. Su endogamia objetada en otro momento de este discurso no siempre se cumple. En el de Niamey, no es hasta nuestra tercera noche que vienen otros huéspedes con un 4x4 supercargado. Es una pareja de un británico y una ghaniana. Han dormido en los asientos delanteros sin poderse echar. No los llamaremos bon vivants. Tanto el portaequipajes como toda la parte de atrás está supercargada de sus ensenres domésticos. Han decidido dejar Gambia por estar hartos de soportar tasas especiales para europeos. Montamos la mesa del desayuno y les invitamos a compartirlo y a usar nuestro fuego para preparar café.
No hay ningún explorador por más aventurero que sea que renuncie a esos segurizantes. Despues de un par de días de descanso nos volvemos a sentir frescos. Sobre la marcha son indispensables los puntos de sosiego, los lugares parapetados, los recintos más o menos seguros. En un registro poético podemos pensar en un viajero fuera de los perímetros pero en la práctica es difícil dar con uno que no pase por ellos. No hay nadie que no tenga sus límites. La conversación con el británico, un hombre jubilado con varios achaques, unos 10 años más que nosotros, sufriendo los resultados físicos de una vida sobre-esforzada dedicada al trabajo, confirma lo de otros varios europeos de estancias prolongadas en África: su agotamiento de los controles y precios africanos. Nos cuenta su viacrucis con la amantísima pasma cuando le robaron su coche, que nunca recuperó, que le exigieron que les pagara para dedicarse a investigar el robo.

He montado provisionalmente las dos plaquitas solares en el portaequipajes con estranguladores de nylon. Queda pendiente atornillarnos de un modo más seguro. Desde que amanece las placas son excitadas por el único astro-dios reconocido y cargan, aunque con una lentitud pasmosa, la batería. Cada vez que la batería tiene algo de corriente que nos enciende la lucecita del dormitorio y nos permite leer enviamos sendos mensajes de amor a Pere Badía por la una y a Paco Baldó por su instalación funcional.
Hemos dedicado tiempo a reorganizar el interior de la furgo subiendo unas cuantas cosas, que no son de uso diario, al cofre y a un bidón. La falta de espacio puede resultar agobiante en una convivencia y la decena de bolsas y bolsitas de Vic que necesita para su bienestar significa que cada noche hay que montar una barricada con todo ello junto a las ventanas de la puerta posterior. Hemos recolocado pues ropa de invierno, ropa sucia, un mecano de reserva y dos de los 5 bidones de gasoil arriba. No teníamos que haber traído tantos, tampoco de agua. Nos hemos deshecho de uno ya vaciado y seguimos deshaciéndonos de prendas nuestras según las vamos usando. Todos los viajes tienen algo en común: enseñan lo prescindible que son muchas cosas que a la hora de cargar con ellas solo cumplen el rol de la ficción segurizante. Eso lo aprendes tanto si haces el camino de Santiago a pie como si vas en avión o si vas en camión-vivienda. Sea cual sea el medio el exceso de cosas puede crearte problemas de organización en tu espacio.
Seguiremos caracoleando tranquilamente con las antenas puestas para que no se nos escapen los detalles de cada panorama. Tenemos tiempo para todo: para hablar con nativos, para hablar con otros viajeros, para preparar nuestros tés mañaneros (definitivamente los de las latas inglesas que traemos son mejores que los locales procedentes de China), para leer nuestros libros, los mismos que Federico nos pronosticó que no nos daría tiempo de leer, para escribir con nuestros ordenadores. (no somos los únicos: tanto en Vía-Via como ahora aquí en Amandine hay otras muchas personas con sus pantallitas dale que te pego. Muchos utilizan teléfono por internet. Nosotros tenemos un par de programas pero no los hemos articulado para hacerlo. Vivir con el móvil apagado forma parte de la aventura. El mío lleva un mes, el de Vic seguirá encendido. Seguimos pagando sin embargo todo este año por el contrato de ambos.

1 comentario:

rocio prima dijo...

Agradecería mucho que vuestras crónicas fueran mas breves. Me es imposible seguir vuestro viaje con los tochazos que publicais.

Muchas gracias por confirmarme una idea que yo tenía, que las ong son lo mismo que los misioneros, pero en laico, que tanto ayudaron a la conquista de américa.

Buen viaje y buena suerte, y venid a verme a la vuelta

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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