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miércoles, 23 de enero de 2008

Las manos tendidas

Gogui 19 enero 2008 en suelo mauritano junto a la frontera
Casi invariablemente quien se acerca a nuestro vehículo tiende la tendencia a mirar el interior preguntándote al mismo tiempo. Los ojos golosos delatan más que otros gestos. Los de los niños también. Los niños son los que son empujados por los adultos aunque estos aparenten que no son tan peticionarios. Raramente hay adultos que vienen con la palabra clave (cadeau) pero no se pueden descartar. ¿Cadeaux pour les vieux? nos dijo un anciano que se nos acercó con bicicleta.
Una continua actitud que hemos ido viendo es la de poner la mano. La imagen de niños que al vernos pasar con la furgo en marcha tienden la mano ha sido repetida. El país está en la ruina pero no hemos visto ninguna iniciativa estatal para resolverlo. Eso sí en Nuackchott vimos unos tipos elegantes y altos que asistían a un encuentro sobre la construcción de la democracia en Mauritania. El país tiene declara tener un régimen republicano. En las matrículas de los coches la grafía es azul sobre fondo blanco, también la de los números y letras. Las matriculas mauritanas se identifican con un RIM (la R es de república, lo otro: Islámica de Mauritania).
La red de distribución de aguas esta bastante montada. Hay pozos repartidos además de las sacas de agua. No hemos visto campos de agricultura por ninguna parte en todo nuestro recorrido. Lo poco de lo que comen es un misterio de donde viene. Nuestra carretera está solitaria. Aun con una cadencia menor nos cruzamos coches en sentido contrario o nos superan en velocidad, raramente, a nosotros. Hemos visto pocos camiones lo cual indica que el comercio internacional por vía terrestre con sus vecinos al norte y al este al menos es prácticamente nulo, aunque esa no es la percepción de los mauritanos preguntados que dicen que hay mucho comercio. Mucho o poco son palabras relativas que en realidad dicen bien poco. La inmensidad de su geografía dividida por sus no más de cuatro millones de habitantes a lo más haría de cada uno un terrateniente. Las razones de la miseria no son fáciles de explicar en ningún sitio pero inevitablemente se cae en los reduccionismos de que los más ricos son los que han sabido sacar mas tajada de la historia. Algunas casas bien construidas que usan cemento y paredes rebozadas que nos hemos encontrado por el camino son de políticos. La generalización de las manos tendidas indica una cultura de la indigencia más que una determinante insoslayable de la necesidad. Debería estudiarse con los socorridos post o re-test tras acciones de intervención los nuevos valores de supervivencia y desarrollo que quedan en los lugares en los que ha intervenido la acción humanitaria, tanto la puntual por catástrofes como la regular de inversión solidaria estable. Los miles de policías ociosos puestos a trabajar cambiarían las condiciones de la realidad física o al menos la fisonomía paisajística. Inevitablemente la figura del policía es una invitada impuesta del relato dado su cantidad.
La poca equivalencia entre el cartel anunciando camping y su concepto se puede encontrar en otras muchas cosas. Tienes la sensación que aprenden lenguajes incorporados pero no las obligaciones implicadas por el mismo. Nosotros seguimos en nuestros trece por lo que hace a la intervención del blanco caritativo: ante el cadeau solicitado proponemos el intercambio. Todo el mundo tiene algo que ofrecer. Por poco que tenga una persona tiene un lenguaje que enseñar o unas costumbres que mostrar, una hospitalidad mínima que ofrecer.
Tratamos de gastar lo que nos sobra de uguiyas comprando un par de metros de tela aprestada no demasiado bonita de los que usan para forrar la parte inferior de sus techos sobre el entramado de palos. Luego ya fuera del país advierto que se han traspapelado más de 4mil uguiyas. Cambiarlos en Mali va a ser imposible a no ser que encontremos a un europeo que vaya hacia Mauritania.
Ubicamos al furgo junto al puesto aduanero esperando a la posible comitiva. Ante el enjambre de gente con el que estamos platicando quedamos en que no tenemos regalos para todos salvo para uno que va en muletas y al que llaman le Petit y que nos sorprende lo bien considerado que está. Los demás pueden trabajar o así se lo aclaramos. Al día siguiente me desprendo del jersey que llevo puesto. Este hombre nos había enseñado su silla de ruedas estropeada. Ese hubiera sido el destino de aquella otra que regalamos a Converters en Sabadell en nuestros preparativos antes de emprender este viaje. Tampoco descartamos la posibilidad que la única silla rodante con la que hemos venido, una con ruedas de caucho sólido sin neumático, se pueda romper por lo atrotinados que están los caminos.

A cada extranjero de un país rico, viaje en la condición que sea, turista, viajero, oenegero, comerciante le toca bregar con su propia conciencia al respecto de las manos tendidas. Es razonable que la gente pida lo que no tiene a quien se supone que lo tiene o tenemos. Cualquier empeño en explicar que Europa tiene su propia pobreza y que hay bolsas de miseria que integran el cuarto mundo resulta un tanto vana. Para muchos sigue siendo el paraíso social que alcanzar. Advertirles que cambiar su ocio, su tiempo libre, sus parajes bucólicos por el estrés urbano, el trabajo de 12 horas diarias, los salarios misérrimos, las viviendas carísimas de las ciudades europeas no consigue fieles a la escucha. Seguramente nosotros estamos viajando con nuestra propia carga de convicciones previas con respecto al fenómeno de la emigración y a las razones del atraso africano. Las verdades anecdóticas diarias con las que nos vamos encontrando pueden darnos puntos de vista de lo particular, el contacto humano de primera magnitud, las miserias a distintos grados pero es difícil que nos arrojen otra visión de un África pujante desde el punto de vista del desarrollo racional. Como todos los continentes éste tiene distintas velocidades en paralelo que corresponden a distintas visiones y mentalidades. Mauritania con toda su árida extensión, sus problemas de agua, también puede plantearse que el futuro no está tanto en el afuera como en la explotación organizada de sus recursos.
Estuvimos durante todo el último día en Mauritania en Gogui, su última aldea, 20 kms más al sur de Kobenni. La visa gestionada para Mali por un mes era desde el 20 por un mes. Nos la pasamos junto a la carretera con absoluta tranquilidad y con rachas de visitas de lugareños, también de las chicas. Cuando me incorporé de la cama y salí ellas emprendieron la huida ¡viene el diablo blanco! Luego entre risas rehicieron la formación en torno a la furgo. Por lo general son los hombres y los niños los que se acercan y se interesan. Contra lo esperado nos dejaron en paz. Dedé , un vecino, me enseñó uno de los pozos de 8 metros con un culo de agua. Explicó la urgente necesidad que tienen de ella y si podíamos ayudarle. Se me ocurrió decirle que lo que podían hacer era explicar su caso por escrito y dirigirlo a una ONG, en todo caso a la que le estamos haciendo el envió de cosas a Hombori y Ouagadougou. Al día siguiente fui a su casa a recoger el texto que ya tenía listo. En el fondo sé que la petición no se concretará, no se puede concretar. En Mauritania hay diez mil lugares que pueden expresar la misma necesidad. El sistema de cisternas realimentadas de agua regularmente no es ninguna solución. Por otro lado las plantas salvajes de los campos indican que hay una cierta cantidad de humedad. Estoy convencido, quiero creer, que un enfoque distinto de las economías domésticas convertiría sus espacios en paraísos. Bastan unos cuantos árboles para convertir el lugar más inhóspito en hermoso. Si eso lo juzgaba para el pedregoso suelo del Sahara occidental marroquí, mucho más para esta zona subsahariana y preSahel. Gogui es un pequeño poblado sin luz eléctrica y con bastones torcidos utilizados para las demarcaciones de las propiedades privadas. Mientras cruzo parte del poblado tropiezo con una alambrada que habría sido una de las lindes y caigo al suelo, librarme del espino metálico en una de mis zapatillas me lleva un rato. Tras la operación caminaré con un agujero de ventilación los siguientes días.
Las casas son de adobe, alguna tiene las paredes de piedra y otras tienen dos paredes de barro, una caña entrelazada en forma de tejado de uve con una tela encima, paja que la recubre y otra tela. En conjunto se consigue el frescor suficiente en su interior. Hay un par de suelos levantados a modo de tarima para dormir y en el caso de la de Dedé dos maletas modernas a modo de armario. La pobreza es extrema pero la organización básica de las cosas tampoco se nota demasiado. Para deshacernos de nuestras bolsas de basura es un problema, cuando preguntamos se nos dice que las tiremos en el campo, algo que para nosotros raya en el delito ecológico. Justo antes del puesto de control las he echado en el único agujero que he visto en el suelo dedicado a eso.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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