Los diarios de vida y de viaje están proliferando más que nunca. Antes un diario personal se guardaba bajo llave, ahora se publica. Es temprano para juzgar si eso significa un salto cualitativo en la intimidad compartida u otra manera más de banalizar la privacidad. No hay ninguna urgencia en pronunciarse sobre eso. A grosso modo la literatura viajera puede resultar pesadísima cuando el relato descriptivo es poco más que una guía sui géneris con las cuitas y batallitas del autor. La literatura intimista también puede ser un ataque al buen gusto si la sentimentalidad compartida se queda atrapada en la sensiblería cursi. Lo cierto es que muchos hemos caído en las dos trampas expresivas: la de escribir sobre los nuevos lugares visitados (nuevos para el autor pero antiguos y cargados de referencias repetidas para el lector) y la de escribir sobre las cuestiones personales. Queda la elección de otro estilo expresivo: el de filosofar sobre el viaje mismo como algo más significativo que las descripciones concretas de hábitats y culturas, algo de lo que una enorme cantidad de magazines y libros vienen haciendo. Juan Ramón Jiménez recomendaba “No corras, ve poco a poco, que allá donde has de llegar es a ti mismo”. Distintas plumas y sabidurías han llamado la atención desde esta perspectiva. En realidad el viaje existencial es a ninguna parte. No importa cuantas geografías recorra y con cuantas gentes se cruce el viajero no deja de viajar por sí mismo para saber qué diablos pinta viviendo.
De la queja a la documentación punitiva
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*De la queja a la documentación punitiva**.*
Dentro de las campañas en curso (o es más preciso decir, las líneas y
propuestas de campañas) una de ella...
Hace 12 años
1 comentario:
Hola Victoria/Jesús.
No estoy en absoluto seguro de que esto os llegue.
Es tan solo una prueba de que estoy registrado (conforme hablamos ayer,cuando llegasteis e Cádiz.
Un abrazo.Animo.Prudencia.Ilusión, y un afectuoso recuerdo de Eloy.
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