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lunes, 7 de julio de 2008

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Tambacounda Senegal 7 julio 2008
Ciento ochenta y cuatro es el número del primer dia de la segunda mitad de un año bisiesto, se corresponde con el 2 de julio. Llevamos medio año fuera de casa y no es tan seguro que completemos ese otro segundo medio antes de volver. La noticia del embarazo de Sonia, la compañera de Isaac, es una razón poderosa para volver antes. Sonia no tiene padres: eso reduce a dos la nómina de abuelos posibles y tres contando a Vic. Estrella, la madre de Isaac, vive en Canarias, y la distancia – a no ser que se reubique en Barna- dificultara o distanciará su presencia. La nueva criatura tiene derecho a un abuelo en condiciones, fresco y activo. Me tocaba ya por edad y me ilusiona enormemente la perspectiva de serlo. Me gustaría ocuparme de él: biberones, paseos, susurros y más adelante, cuentos. Lo de los pañales y kks siempre lo llevé fatal, claro que en la época de Isaac-bebé las leches en polvo estaban hechas con sospechosos productos que hacían de la defecación de los neonatos un arma letal, espero que ahora hayan mejorado notablemente. Por otra parte hay opciones naturistas que permiten dejar a los críos a salvo de las garras de la industria alimentaria y de sus planes perversos para crear futuros adictos a los niños antes de llegar al uso de razón.
Estamos en pleno período de lluvias. Además de las torrenciales típicamente africanas que en pocos minutos se levanta polvo, arena y otros seres y objetos de poco peso, con una descarga intensa de dos o tres horas para luego asistir a la reaparición del sol como si no hubiera pasado nada, también hay lluvias a la europea, es decir con días nublados que van descargado el agua sin aparatosidad eléctrica. Nunca creí que apreciara tanto las lluvias como lo hago actualmente. Las tormentosas son un espectáculo para sentarse a mirarlas y las otras el jugo vital de la tierra y la frescura para nuestros bodies cargados de rutas polvorosas. Fantástico. No hay nada mas entrañable que sentirte acompañado por la lluvia siempre que no te moje. Los goteos en los tejados metálicos o de zinc no molestan en absoluto, una vela tintineando durante las noches en el cuarto pone las fantasmagorías imprescindibles para oníricas a dúo.
Una de las visitantes lugareñas del recinto llega completamente empapada. Es Awa. Padece polio y se define a si misma, cuando nos da la dirección, como hija de la misión católica. Tiene dos hijas una pequeña y otra que es ya una mujer emergente, Marie, de 17 años que quiere ir a Francia a estudiar literatura (hemos conocido a distinta gente que desea estudiar literatura pero sin libros bajo el brazo o dedicándose a leer). Le prestamos una toalla y ropa seca para que se cambie, tiene que ir urgentemente a una cita. Es una de las personas de nuestro entorno de los días en Bko. Otra es Bouba Keita, el empleado ilegal que tiene una pequeña pensión del estado y viene a completarla con algo de dinero a cambio de hacer trabajos de limpieza en el recinto. Es un decir. Hasta que no le decimos que vacíe el tacho de basura no lo hace y los cuartos de baño tampoco los atiende.
Durante las noches en la mesa del porche hemos empleado prácticamente por primera vez las espirales humeantes para ahuyentar los mosquitos. Tal vez la usáramos una o dos veces dentro de la furgo hace meses y en alguna otra ocasión en alguna masía campestre en España. Funcionan, doy fe de ello pero no se pueden dejar apagadas ni un instante, tras lo cual la fauna vuelve a aglomerarse a unos cms. de tu cara. Nos pasamos veladas estupendas escuchando los sonidos sacados a la Cora de Toumani Diabaté y el blues africano de Ali Farka Toure, en el hp de Vic con un sonido de altavoz mas poderoso que el mío, mientras tanto preparo una nueva vela de tarro de cristal e investigo las posibilidades del humo ahuyentador anti mosquitos. La espiral se sostiene sobre una pequeña plataforma de latón cuya estabilidad queda asegurada por el peso de aquella y su forma circular En el colmo de mis reciclajes reciclo los pequeños fragmentos que han quedado sin consumir de otras quemas poniéndoles encima hasta sumar tres capas, eso triplica la densidad del humo y nuestros enemigos se van lo más lejos que pueden rabiando: ¡¡éstos blancos son la repera!!

Vic sigue con los solitarios, dejaré que pase todo este mes y tal vez agosto antes de proponerle un plan para tratar la ludopatía. En caso de tener que hacerlo fracasaré. Vic no acepta mis sugerencias o no tanto como antes. O para ser mas justo he de decir que cuando la aviso por determinadas cosas (ponerse el cinturón en el coche o no llevar un cuchillo con hoja en el bolsillo camino de la mesa de desayuno) se enfada enormemente. Estamos en el preciso punto biográfico de todas las parejas convivenciales en que de ambas partes se sabe tácitamente que lo mejor es callar para un montón de pequeños detalles para no crear momentos tensos. Si hace solitarios, en todas las versiones que le permite su programa informático, en lugar de escribir o hacer otras actividades es por un desajuste en el viaje que ella reconoce. Por su parte se levanta todas las mañanas atenta a los errores que cometo para corregirme: usa el papel, no uses esto, no lo dejes en el suelo, recoge tal cosa, dame tal otra. Puesto que soy un hombre pegado al ordenador ya sus iconos de pantalla mi arousal esta metido entre dígitos ausente de las catástrofes inmediatas que puedan suceder y de mi impacto inconsciente en nuestro espacio común. Hasta mucho después de mi selenitismo no caigo en la cuenta de algunos detalles. Luego, de ambas partes, durante todo el dia tenemos innumerables momentos para remontar cualquier mal sabor de boca aunque nos hayamos podido lanzar frases de las duras. Sabemos que todo es relativo y en el fondo no somos nada malvados. Aunque Goethe ya advirtió que “una sola palabra basta para destruir la dicha de los hombres” y aunque me haya pasado la vida observando el discurso lesivo potencial en la comunicación entre hablantes, sabemos que las palabras son movibles y admiten un quita y pon y también sus renegociaciones y desplazamientos, reubicaciones y finalmente sublimaciones para que prevalgan las que realmente son fundamentales en la consolidación de una relación. Por otra parte lo que se dice en el decir no siempre es sensato. Eso es rigurosamente exacto para todas las categorías humanas, es decir para todos los grupos de analfabetismos e intelectualidades posibles.
Charles de Montesquieu ya observó que cuanto menos piensan los hombres[1], más hablan. En todo caso en nuestras trifurcas domésticas por duros que seamos en nuestras verdades nunca nos perdemos el respeto y la consideración tampoco nos injuriamos o nos ponemos a parir o a reírnos de nuestros valores mutuos. Usamos la ironía dosificada sin caer jamás de los jamases en el cinismo. Platón ya aseguró que de todas las injurias la burla y el ridículo son las que menos se perdonan.
A Vic, astralmente una libra pero en realidad más tauro por su ascendente, le salen gestos duros que a veces me sorprenden dada su sensibilidad en general por todo. Al chico que comparte mesa pero no comida con nosotros en el refectoire, tras pedirnos un día una cebolla para su guiso y al siguiente aceite, que vacía de nuestra botella del de oliva una séptima parte, le dice que si viene a comer cada día aquí porque no toma sus previsiones. El chico parece que ha pasado al silencio y deja de hablarnos, no es que hiciera gran cosa antes para la aproximación comunicativa pero al menos juntaba un par de sílabas.
En la mezquita de al lado por megafonía a cada rato nos dan la vara. Todo un contraste con el silencio de nuestro recinto cuya iglesia o capilla carece de campanario no solo de la torre, algo bastante común en África en muchas iglesias, sino de las campanas mismas. El silencio católico no es respetado por la tabarra musulmana. Católicos 0 Islámicos 1 por lo que hace a falta de respeto acústico. A diferencia de la Eurocopa en la vida social los peores son los que más te golean. Para mí, personalmente forma parte de los sonidos exóticos y no me interrumpe en lo más mínimo lo que hago, ni siquiera la primera llamada a la oración hacia las 5 antes de que amanezca. La interminable recitación de los nombres de Allah me recuerda que no estoy en Europa. Puestos a preferir prefiero campanas de bronce, tres como mínimo, cuyos sonidos se combinen como se combinen siempre son armoniosos. Para el tipo que da el coñazo desde los altavoces o el que mete las cintas pregrabadas habría que decirle: ¿pero tú no has oído hablar del respeto? ¿Tú religión no lo aconseja? El respeto empieza por el respeto al silencio y a la tranquilidad y al reposo de los demás e incluso a su indiferencia ante tus credos. La misma clase de objeciones se podria decir a todos y cada uno de los devotos que se limpian los pies y dejan el calzado fuera para entrar puros (¿puros?)a adorar a su único dios y a idolatrar a Mahoma. En África hemos escuchado las campanas eclesiales del catolicismo en algunas partes pero bastante menos que las llamadas a la oración de los imanes por megafonía cuádruple e irritante. El ser humano tiene una infinita capacidad de autoengaño según la cual justifica todo lo que haga: desde darte la vara con sus creencias sin dejar en paz a la gente para que elija libremente creer o no, a enviar al ataque con bomba pectoral encintada contra inocentes para salir en las noticias del periódico del día siguiente. Puesto que todo se puede reciclar, también es reciclable el cántico coránico del que, por otra parte, no entiendo nada, como música de fondo.
Tras unos días en nuestro alojamiento en Badalabougou salgo a por cervezas frías. (En lugar de seguir el criterio del manual del viajero –el nuestro- de nada mas llegar a una zona explorarla, últimamente esperamos hacerlo pasados algunos días, con lo cual no conseguimos informaciones a tiempo y nos perdemos recursos). Conseguir un lugar que las vendan siempre resulta algo complicado. Preguntar me hace sentir como un alcohólico en busca de su dosis. La cerveza hay que considerarla como un artículo de lujo puesto que con el precio de una, una persona puede comer todo un día. Sería el equivalente para nosotros de tomar un whisky escocés o un malta saboreados cada dia al final de la tarde en uno de los pubs mas caros de Liverpool. Finalmente encuentro un establecimiento y compro dos grandes Castel (no sé porque razón la flag se comercializa menos) muy frías. El hombre las cobra a 650, precio nigerino, y doscientos más por cada envase a recuperar, para lo cual me extiende un recibo. Cuando doy con alguien tan formal me dan ganas de abrazarlo por su contraste con la parsimónica desidia reinante. A propósito de ésta, hay que añadir que hay gente que antes de cumplir los 20 ya tiene poses de ancianos cansinos y derrotados.

Le père Michael viaja a Francia para una operación de próstata (“des problemes des vieux”, nos dice). No hemos hablado mucho con él pero forma parte ya de las figuras entrañables de nuestra crónica. Lo encuentro algo preocupado y le deseamos suerte en su cita quirúrgica. Al dia siguiente, tras 5 de alojamiento, tomamos la ruta de Kati-Kolokani-Didiéni- hasta Diema donde pasamos la noche. Todo este trayecto ya lo recorrimos la primera vez que estuvimos en Mali. Antes de salir tratamos de obtener cash con los mismos problemas nigerinos con la Banque Atlantique que no reconoce la Visa a pesar de anunciarla en los guixets y en las pantallas del distributeur automatique des billets. Dejamos una nota y nuestra contribución –para mi opinión excesiva pero insistida por Vic- por el consumo eléctrico. Repostamos gasoil, cada vez un poco más caro (585cdefas litro) e hinchamos los neumáticos. Sigue habiendo uno que pierde mucho. Hinchar las ruedas significa localizar a quienes tienen compresores para esto, que suelen estar cerca de las gasolineras pero que no dependen de éstas. Para esta ocasión hay dos compresores, son tan lentos que los contrato a los dos para hinchar las ruedas delanteras uno y repasar las traseras otro, que en realidad han perdido muy poco.
En Diema conocemos a Samuel Ballo, un pastor protestante. Nos ofrece su casa. Djema esta lleno de charcos a causa de las lluvias y ninguna de sus calles está sin asfaltar. Compartimos la mesa con su mujer, Madelaine Damba, con un pequeño fluorescente que apenas si nos permite distinguir las caras. Preparamos una suculenta ensalada: pepino con huevos duros y aceite de oliva cuya mayor parte es para ellos. Quedarme sin probar los huevos duros me introduce en una seria reflexión sobre el egoísmo y sus derechos naturales. Samuel es un abnegado. Se dedica al voluntariado social: visita cada dia a los presos y hace la plegaria con ellos, también colabora en el dispensario aunque no tiene formación técnica alguna. Veo en él una diferencia importante con los de los Corrales de Dios. Él ha venido a nuestro encuentro tras ser avisado de que unos blancos buscaban la iglesia católica. Aunque se trata de la competencia nos dice su buena entente con el curé católico y éste al no estar nos gana para su causa, perdón para su casa, en la que no nos quedamos porque embarrancamos la furgo en el camino de arena mojada nada mas llegar. Pala y recuperación. Nos pide varias veces disculpa por ese suceso. Nos instalamos en la explanada más dura de una casa vecina. Al día siguiente desayuno ante la casa de barro con una estancia común. Cromo típico: mujer joven casi en la edad de seguir jugando a niña que ha cambiado sus muñecas –en el supuesto de haberlas tenido- por sus hijitos. Las escenas de mujeres cargadas de críos abandonadas por su maridos es constante. En el caso particular que nos ocupa hay una abuela en el grupo. Todos con la sonrisa permanente en la boca. Nos piden comida: compartimos la nuestra, en esta ocasión sacándonosla de la boca. Pasa un indigente profesional con labia y cuatro bolsas de tela para cargar. Lleva una cacerola en la mano medio llena con mijo (aquí el mijo es integral). Tras descerrajarnos un discurso sobre que todos somos hijos de dios y hemos de ayudarnos y, por nuestra parte, llegar a la conclusión de que está más que loco utilizando el discurso religioso –poco importa si es loco despues de sus credos o antes de ellos- le sugerimos que comparta su grano con aquella familia pobre. Caso omiso. Un limosnero profesional en África es exactamente igual a otro en Europa en los ademanes, formas y tesis. Acompañamos a Samuel hasta la Maison d’ Arrêt de Diema, el día anterior ya estuvimos para usar la conexión eléctrica para mi ordenador. Aprovecho para visitar el interior. Hablo con los presos hacinados en dos celdas: en una 18 y en otra 11. Fuera, en el patio, bajo una carpa hay tres viejos separados. Hablo con los tres grupos. Todo lo que puedo hacer por ellos es proponer dos cosas: un paseo diario al menos por el patio para estirar las piernas o hacer ejercicio físico y un aula con profesorado voluntario para la alfabetización, el aprendizaje del francés y posibles enseñanzas de alguna especialidad. Esta propuesta debería mover mares y montañas con una dedicación tenaz de unos abnegados que, desde luego, no somos nosotros. para un sitio en el que las letrinas han sido financiadas por una asociación privada (prisiones sin fronteras). Obviamente el estado deja que la gente encarcelada siga su suerte. Algunos detenidos lo están en preventiva y llevan casi dos años (nada que no sucediera también en España). La pequeña prisión cargada de carteles en los muros del exterior (es decir para justificarse ante la sociedad de fuera y no ante su población carcelaria) lo tienen claro: “nul n’ est cense ignorer la loi, soit qu’elle protege, soit qu’ elle oblige, soit qu’ elle punisse”.Cuando traslado la idea al director del centro habla de los peligros de escapada por el tema de los paseos diarios pero sin embargo acepta lo del aula que implica en parte lo otro. No sé hasta que punto el discurso carcelario de la protección es creíble pero ahí está: ”Surveiller n’ est pas une epreuve de force mais une epreuve d’ esperit, d’ intelligence et d’ equilibre” Muy bonito salvo que es una mentira: un recinto carcelario concreta la fuerza para impedir la continuación de una conducta delcitiva. Todo comportamiento punible solo es reducible con la fuerza. Raramente el reo acepta por voluntad propia su condena. “Il ne sagit pas defaire expier le coupable en consideration au passé, il suffit d’ empeêcher que l’ avenir, ce coupable ne recommence ou ne soit imité”. Supuesto muy imaginario desde el momento en que no hay ningún planteamiento de ninguna clase para la rehabilitación. Un prisionero solo puede salir con más carga de odio antisocial despues de una condena de la que ya tenía antes de cumplirla. “l’ agent de l’ administration penitenciaire est loyal envers les intitutions. Il est integre e impartial. Il ne se departit de sa dignité en aucune circonstance” todo un programa anticorrupción solo que eso se demuestra andando y por lo que vemos el grupo de control del establecimiento deja pasar las horas sin hacer nada útil ni para ellos ni para sus custodiados. Mientras trabajamos compartimos una conversación con ellas sobre las dificultades que tienen para conseguir una visa para España y que sus papeles entregados llevan ya dos años dentro de la embajada española.
La visita carcelaria me recuerda que hemos de activar la plataforma digital que Vic y yo pensamos un tiempo atrás, algo así como un lugar acreditado para denunciar carencias y someterlo –junto a otras fuentes de información- a la consideración anónima de quien pueda o quiera hacer algo para resolverlo. Podría llamarse el dedo en la llaga o la mirada de los problemas. Muchos estados ocultan sus miserias ilegales y todos sufren un decalage entre sus propósitos o lo que dicen y sus actividades (estas incluyen sus fechorías).

Cada día es una historia distinta. Vivimos una parte que son constantes y otra que son cosas distintas. Dentro de las constantes gente que se despierta con la primera luz diurna pero que luego vuelve a sus alfombras a tirarse al suelo y pasar el día sin incorporar jamás ni educar a nadie en un axioma básico trabajo=resultados, dentro de las variables: visitas a lugares nuevos y trato con gente nueva introduciendo conversaciones nuevas.
Cuando ya nos vamos de Diema entramos un momento en el espacio de una británica que viene a pasar temporadas aquí. Están sus coches, una combi de la Volkswagen, signo emblemático de otra época, entre ellos, y varios negros trabajando. Es ya mayor y tiene fama de loca por gritar a sus empleados. No nos extraña. No llegamos a hablar con ella porque está ausente Samuel nos habla de que ha venido a visitarle un francés de una asociación francesa para estudiar la vida en torno al gran point del Carrefour de Bamako, Nioro y Kayes. Muestra la tarjeta –de papel vegetal como un trofeo. La enseña orgulloso a los que estamos en el puesto de guardia de la cárcel. Samuel ha pasado la mañana con nosotros y parece que su colaboración pastoral en el centro se limita a esto despues de un ratito de tertulia u oración con los prisioneros. Se me ocurre pensar que hay asociaciones de cooperantes de todo tipo y que si África no existiera las Ongs se quedarían sin razón de ser con lo cual harían un congreso urgente para crear un continente como el africano y asi justificar la continuidad de sus respectivas misiones.
Tras dejar a Samuel en el comisariado, un hombre que se mueve en las altas instancias locales, retomamos la carretera para acercarnos otro tramo mas para Senegal. Nos detenemos junto a Naly una pequeña aldea con cabañas de tierra y paja, para comer. Pienso que el viaje ideal africano no es el de ir de ciudad en ciudad sino de aldea en aldea cruzando rápido aquellas y deteniendo más en estas. Para eso hay que llevarlo todo contigo y especialmente la electricidad si quieres tener luz por la noche para leer y ordenador en el dia para trabajar. Quizás en una próxima ocasión hagamos algo así o alguien tome la idea para hacerlo. Si en los países desarrollados las ciudades y el campo son dos realidades completamente distintos en los países no desarrollados esta diferencia todavía puede ser mayor.
Llegamos de noche a Kayes, nos sorprenden los edificios coloniales. Localizamos un loisir católico, el relais le centaennaire. Ubicamos nuestra furgo en el patio y pasamos una noche bastante tranquila. Por la mañana ordenador y poca conversación con los pocos residentes que hay en un espacio de bastantes pabellones con habitaciones, iglesia, sala de conferencias y paillote. A la hora de pagar el manager, Marc con poco francés, por mucho que acordáramos un precio la noche anterior nos devuelve el cambio por el doble pactado. Discusión y finalmente pago de lo acordado. Esta historia es tan continua que por mucho que desees precisar acuerdos en tanto que son verbales siempre corres el riesgo de llevarte la sorpresa a última hora. En esta ocasión discurseo al manager y a los que están con él sobre el hecho de estar nosotros muy cansados de este tipo de confusiones no tan inocentes ni involuntarias. Los africanos prueban de golearte porque en el fondo saben que para un europeo cualquier sisa que puedan hacerle no es de tanta monta. En el restaurante donde fuimos a cenar la noche anterior el camarero, sin bloc de notas del pedido, despues de pedirle por 4 veces que quería una brochette se presentó con un bistek. Se lo devolví y no acepté que prepare el otro plato pedido habida cuenta que en la cocina tardaron una hora para el anterior. El Restaurante es de lujo, el del Hotel Medine. Por criterio no estoy dispuesto a asumir errores ajenos cuando estos son el resultado directo de una falta de atención y la presunción malintencionada de un personal que cree que vas a tragar con lo que sea. Todo lo que nos llevamos de interesante del local donde Vic compartió su plato ajustado a lo pedio y bien servido, fue la leyenda de un poster o cuadro en el que está representada una mujer con varios objetos cargados en su cabeza: la femme est une source de toutes possibilité; pour elle on peux gagner tout et pour elle on peut perdre tout.
Kayes tiene el eco de la antigua ciudad colonial que fue, la primera de la penetración en Mali. Los edificios coloniales guardan un antiguo esplendor aunque su cuidado es nulo. Las calles son horribles. Antes de dejarlo pasamos por el cajero automático de un BDM. Por cada tarjeta probada la máquina se demora varios minutos en decir que la rechaza. Luego voy hasta otro cajero de bank of Africa a la que me acompaña el segurata privado de la anterior y se agrega el segurata de la nueva. Ambos hacen un cónclave dentro mientras yo trato de ocultar el pin que pulso. Inmediatamente la maquinita cuenta los billetes: con una visa de crédito saco 150mil y con otra electrón saco otros 150mil de la cuenta corriente. Nunca hasta ahora habíamos sacado tanto dinero junto de una vez, ni siquiera en Europa. Dados los problemas para localizar bancos y no sabiendo como está el tema en Senegal preferimos ir sobre seguro.
Por la carretera se han cruzado varias ardillas además de un par de monos que se nos han quedado observando muy atentamente. Es imposible no hablar de derecho de los animales, tal como hace P. Singer, con miradas como las de éstos. No se si su bondad la extiende a los insectos, la nuestra no. En todo el viaje es posible que los pájaros y lagartos atrapados por nuestra máquina sea mayor de la que podemos ser conscientes.
El cruce Mali a Senegal es más diligente de lo que sospechaba. Sin embargo a los 10 kms de salir de Kayes, en Dar es Salam pasamos uno de tantos controles de bidones del país con el clásico saludo a los vagos uniformados. A nuestras espaldas suena un silbato que no le hacemos caso. Unos 11 kms después el siguiente encargado de bidones (¿cómo llamarlos? ¿Bidonniers? ¿Bidoplastas? ¿Bidonatos?
¿bidonis? ¿bidomolestos?...) nos dice que ha recibido una llamada del puesto anterior para que regresemos. Hablo por móvil –el del policía- al chef del puesto anterior para declararle que no somos fugitivos y que hemos tenido el visto bueno de los polis abutacados. De todos modos nos hace volver. La broma nos cuesta más de 20 kms extras. Una vez en el lugar, en uno de esos libros en que se apunta el paso de vehículos, sin pedirme papel alguno, rellena una línea que nunca nadie leerá. C’ est tout. Vale. Retomamos una carretera bastante bien acondicionada hasta la frontera. En la duana de salida, en Diboli, nos indican que sigamos pero para nuestra conveniencia nos interesa sellar el boleto de salida del país del carnet de passage que ¡milagro! reconocen como vigente y legal. Antes, con el tamponazo de salida del visado averiguo que tomado en frontera cuesta menos que en la embajada, 5000 cefas menos, es decir 15mil. En esa barrera dos camiones uno pegado al otro bloquean nuestro paso. Me pongo a hacer de guardia urbano para hacerlos recular primero a uno, y después intentar que se mueva el de adelante que recibe órdenes contradictorias de dos policías distintos. Escena africana clásica. Me encaro al conductor. Vous etes un chauffer professsionel: avancer 3 metres pour permetre ma sortie. Finalmente el poli confirma mi orden y el chofer actúa. Uno de los misterios africanos es comprender porque grandes camiones que cuestan una pasta están en manos de conductores aparentemente poco sagaces. Sigue siendo una constante encontrar camiones tumbados en la carretera por exceso de carga, algunos con los containers navieros que se les han caído. Cuando vemos a uno con pana con su tripulación protegiéndose del sol debajo del mismo dejando pasar las horas nos da la sensación que les da lo mismo estar allí que siguiendo con su ruta quilométrica. Quizás esa paciencia es la filosofía de la aceptación mas depurada que existe y nosotros todavía no nos hemos enterado.
En Kirida, ciudad de entrada en Senegal, afilamos nuestras pupilas para controlar todos los detalles y empezar a ver las diferencias del nuevo país con respecto a los anteriores. Una ciudad fronteriza es difícil que dé mucha información, no empezaremos a advertirlas hasta la siguiente en la que paramos para unos días: en Tambacounda. En Kirida, hemos de ir hasta el puesto de policía en el interior de la ciudad despues de atravesar una calle cargada de charcos para la visa de entrada. A los residentes de la UE no hay tiempo limitativo de estancia en el país ¡Bravo! Mientras un policía se ocupa de confirmar esto por teléfono y de tamponar los pasatas hablo con otro sobre una teleserie americana que conocía que pasan por la tele. Otros me dan a probar un arroz con salsa de pescado de color pardo y mocofilamentosa, que debe incluir las espinas machacadas, y que tras la primera cucharada me deshago en gracias gentiles miles pero no me arriesgo a una segunda por el sabor y textura de la bazofia. Como otras veces los días de gestiones fronterizas son los que llevo peor pero siempre saco algún detalle extra para la novela, ésta. En el despachito del tamponero un poster es pretexto para hablar con él: dos polis que controlan a una mujer exuberante que se supone que es puta por su modo de vestir, el uno le lanza un gesto de piropo con su dedo pulgar y su compañero le avisa que ande con atención por lo del Sida. Las campañas africanas por el tema del sida son cuantiosas y uno de los slogans serios que más se repite es el de “prens soin de toi meme”.
Por la carretera hasta Tamba nos vamos dando cuenta de nuevas formas de organización del espacio. Poblados enteros recintados con gruesos troncos y edificios construidos a estilos europeos con tejados para la lluvia e incluso la nieve de tejas rojas pequeñas que no nos extrañaría que fueran de importación. Además una línea de tren de vía estrecha acompaña todo el recorrido. Una vez en Tamba los sonidos de las sirenas de los pocos trenes que pasan dan un toque cosmopolita al lugar. Tamba está lleno de coches desmontados y atrotinados. Parece una gran chatarrería, los taxis son de color negro y amarillo y nos recuerdan a los antiguos de Barcelona. Hay también taxis tiradas por caballos con las carrocerías muy repitandas y cucas. Los taxi-motos de mecánica china con un carromato detrás para casi una decena de pasajeros que vimos en Diema también son un detalle antropológico que no puede pasar inadvertido.
Damos una gran vuelta por la ciudad y repetimos calles por las que pasamos. Eso es lo que hay que hacer: llegar a una hora todavía temprana a la nueva ciudad para que te permita hacerlo y buscar alojamiento. El alojamiento lo pone el recinto de la Maison d’ oeuvres de la diócesis católica. Hablamos con la soeur Benedictine -cuya juventud y exuberancia, con una silueta para los placeres carnales, han sido privatizadas por su entrega al Jesús de los cielos para horror de estetas y amantes de algunos cuentos passolinianos- que no tuvo inconveniente en que nos instaláramos en su patio. Al dia siguiente ocupamos la sala de conferencias y tomamos como nuestra oficina mientras un artesano viene con su mochila y sus trabajos de madera y se va a retocar una escultura para sacarle un horrendo collar pintado, que convinimos en pagarle.
Descubrimos un restaurant y un depot de bebidas alcohólicas al lado de un libanés con el que en seguida simpaticé. Compré dos flags que me llevé a la mesa de Le Cordon Bleu tras pedirle permiso a la cocinera-camarera: una superbelleza. La chica aceptó que las consumiéramos en su mesa. Tras responderme que era islámica preferí hacerlo manteniendo las dos botellas dentro de la bolsa de plástico que me había dado el libanés. En todos los sitios donde compras cervezas te dan bolsas de plástico: más que una deferencia para poderlas transportar mejor, es un signo de discreción.
La vuelta por la ciudad nos puso en contacto con una realidad más desenfadada: muchas chicas descocadas marcando sus formas corporales. Las formas de vestir femeninas son uno de los primeros signos visuales de un país que indican el tipo de liberalidad histórico por donde transita. Senegal es fundamentalmente islámico pero su mucho contacto con Europa y su preponderancia de ritmos musicales lo distinguen inmediatamente de otros países.
De vuelta al recinto nocturnorio descubrimos que un testigo rojo de alarma del panel de señales de la furgo se encendió. Consultado el libro de mecánica nos informa que el sistema de inyección no funciona, que eso puede perjudicar a las prestaciones de vehículo y perjudicar el motor. Además es uno de los indicadores que puede revisar la policía de tráfico. ¡Viva la Fiat! Nuestra intención de ruta es descender a Guinea Bissau pero ese contratiempo nos obliga a pensar en un taller de asistencia de la Peugeot o un representante de la Fiat. El paso inmediato en todo caso es consultar a un mecánico local. Moduba, el artesano me ha dado las señas de uno.
Mientras estamos de squatters en la sala con ventilador y enchufe llega Leopold Falé que ha sido invitado al 25 aniversario de un obispo católico local. Nos dice que es el pasteur de la Asamblea de dios y que nos invita a su misión al hablar de nuestro libro. Le indicamos donde suponemos que se celebra la fiesta. Viene con otro chico y una moto de cross o de trial, antes sabia su diferencia ahora debería comparar los dos tipos de motos para recordarla. Tanto Vic como yo nos la miramos atentamente porque últimamente estamos hablando de comprarnos una para llevarla a nuestros viajes habida cuenta de las dificultades de meterse en todas partes con una camioneta y para ganar ambos en autonomía de desplazamientos.
A la hora de comer vamos al mismo restaurante que la noche anterior: le cordon bleu, un titulo pomposo para un pequeño local sin ventilador pero al menos con corriente de aire, algunos cientos de moscas aterrizando en las mesas y unas cuantas chicas somnolientas como camareras. Soumbou, la que lo lleva, nos prepara arroz y tomamos bebidas refrescantes hechas con jengibre y mora. Cuando ya terminamos llegan unos holandeses con un coche que parece reciclado de los del ejército y la tienda-camping plegable en el portaequipajes arriba. Una pareja joven con dos niñitos pequeños. Ella pide en un francés mínimo usar su patio para pasar la noche. Soumbou acepta y lo concede gratis. Una vez instalados los 4 se ponen a comer patatas fritas en el mismo patio. Ningún gesto para usar el restaurante o pedir algo. Tras una corta deliberación con Vic decido ir a invitar a los niños. Un poco en inglés se lo propongo tras afirmarles que aquella no es comida apropiada para ellos. Despues de pensárselo un rato y de pensar mientras tanto yo si se darán cuenta de mi gesto supe critico hacia ellos como padres deciden aceptar (1 euro es un 1 euro), pago el plato y mando que les llegue a su rincón en el patio mientras le digo a la mánager que nosotros no estamos de acuerdo con el comportamiento de muchos europeos en África. La verdad es que la imagen de todo su montaje de viajeros autónomos se viene abajo ante padres tan limitados no lo digo por sus medios que pueden superar los nuestros sino por sus sesos. Seguramente han venido con un gran discurso de mostrarles una realidad distinta a sus hijos de la que se benefician en Europa y para que vean a otros niños más pobres que ellos. Inevitablemente, conscientes o no, les llevan los valores que dejaron atrás intoxicándolos con porquerías industrial alimentarias y no educándolos en pautas básicas de interacción humana. El gesto nos da que pensar. Se lo someto a la consideracion de Vic, lo aprueba pero para mí no termina aquí la historia. Lo cierto es que es la primera vez que hago algo semejante. No se me ha ocurrido hacerlo con ninguna familia africana con críos que ni siquiera tenían esas patatas fritas de celofán para llevarse a la boca. Me llevo el tema al ordenador y ahí se queda. Diríase que unos viajeros que se parecen en sus formas a otros, tal es el caso de estos y nosotros, debería ser motivo para decirse hola y sondearse un poco para el intercambio mínimo de infos: estado de carreteras, dificultades fronterizas o lo que sea. Pues no, hay gente que viaja y en realidad no puedes acertar con ninguna idea de por qué lo hace. Lo hace y punto, podria estar cavando fosas o criando ratas de alcantarilla con la misma falta de pasión. Son caracoles que raramente asoman las antenas fuera de su caparazón y al primer signo de acercamiento de algo las esconden. No ha sido un acto de solidaridad, simplemente ha sido el precio que he pagado por un gesto para que lo recuerden. Los centroeuropeos y nordeuropeos tienen fama de fríos, la tenían las generaciones que precedían a la nuestra y la tienen las generaciones que nos siguen como ésta pareja come-frites-de-bolsa como su comida central. Desde una perspectiva latina gente tan pálida de piel y falta de calor humano nos exaspera.

Hemos comentado la posibilidad de sugerir a Cristina Echanove, la ahijada de Vic a iniciativa de ésta, que venga con su prole unos días a visitarnos si finalmente nos ubicamos al menos por un mes en alguna parte para que los niños sepan de otra realidad y otras formas de vida. La propuesta suena bien pero aún no hemos pensado ni en su posibilidad ni en todas sus implicaciones. Dakar-Madrid es uno de los trayectos de vuelo más regulares y económicos. Cuando me informé de este vuelo el año anterior se conseguía (desde Barcelona por 200 euros con alojamiento incluido para casi una semana). Eso me recuerda aquella iniciativa, creo que francesa, de unos profesores de primaria que organizaron un autobús escolar como aula itinerante para dar las clases en ruta conforme iban cruzando geografías y países de África. Si hay algo que falla en la cultura europea es el librerismo en la que se funda con escaso contraste con la realidad de la que se habla: ni se visitan granjas vaqueras para ver de donde sale la leche ni se visitan culturas en las primeras edades de escolarización que es cuando más conviene enterarse de las diferencias étnicas.
Nos hemos encontrado con varios episodios de niños negros, aún de pecho, que se han asustado al vernos buscando protegerse tras sus mamás o papás. El más notorio fue aquel chico, ya crecido, que al vernos durante uno de nuestros paseos (con frontales y silla de ruedas) por Gao, saltó literalmente del asfalto a lo que sería la acera buscando la protección de su compañero el cual se rió no sin razón. Para un tándem como nosotros dos, un oani (objeto andante no identificado), le conviene estar acostumbrado a toda clase de reacciones.

Pregunto a Anatole, el guardián del recinto, si conoce un buen mecánico. Me dice que va a preguntárselo a alguien del bureau de la diócesis. Al rato vuelve diciéndome que ya ha sido avisado el de un taller y que viene enseguida. En toda África lo habitual es que interpreten tan bien tu deseo que antes de preguntarte o de dar tu permiso decidan por ti y llamen a quien todavía no te ha dado tiempo de evaluar si te conviene avisar. Viene un mecánico que no para de ser solicitado por su celular junto a un ayudante. Echa una ojeada al motor y acelera varias veces para comprobar que efectivamente la aceleración no desarrolla la máxima potencia. Decide ir a por sus herramientas y arreglarlo in situ. Tiene que desmontar pieza a pieza todo el sistema de inyección para saber donde está el problema. Le presiono para que se comprometa a un precio.dice que conoce el motor porque es el 406 del Peugeot. El recuerdo de los mecánicos de Togó todavía ha dejado restos de pesadillas en mi inconsciente. De momento le digo que me indique donde está su taller y que en todo caso ya iremos a verlo. Lo más probable es que nos acerquemos hasta Dakar y consultemos con un representante de la Fiat aunque sea más caro.
Hay dos mujeres con sus criaturas pegadas a la espalda que han venido a vender bananes sin apenas beneficios, que casi todo se les va en el ir y venir y que han tenido algún revés con alguien que no les ha pagado todavía parte de su mercancía vendida. Son los únicos residentes junto a nosotros en el recinto y comparten una habitación colectiva. Les sugerimos invitarlas a comer y ellas nos dicen que tienen una hora límite para abandonar el alojamiento. Como tantas mujeres africanas tienen tan asumido el bulto de sus criaturas que cuando una se va porque tiene qude hacer una gestión o una compra enlugar de dejársela alcuidado de la otra carga con ella, también cuando hacen sus actividades de lavar o acarrear bultos.


[1] Y dale con” los hombres”, ni siquiera los más grandes literatos fueron capaces de utilizar un termino no sexista para referirse al género humano.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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