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jueves, 19 de junio de 2008

Vic y yo


Niamey 4 de junio 2008
Vic sílaba reductora de Victoria. Victoria es el nombre que suena en todas partes: desde occidente a oriente, en el norte y em el sur. No hay una sola ciudad que se precie del mundo que no ostente este nombre en uno de sus hoteles, comercios, avenidas o monumentos. Supera con creces al de Jesús, el mío, incluso en territorio catolizado. Vic es la compañera de mi vida, la que viene ocupando, casi ya, una cuarta parte de mi biografía. Eso es recíproco, tenemos la misma edad. Andamos juntos en nuestro decimotercer año convivencial. La persona mas importante a juzgar por longevidad y lealtad de todas las que me han querido y a las que he querido. Es una persona con los dos pies bien plantados en el suelo. Si hay una persona realista, esa es ella. No sé de ningún otro ser humano con una psique tan equilibrada como la suya. Es una experta en realidades sin dejarse batir por ningún límite. El justo complemento para un selenita como yo. Es una de las siete razones existenciales de mi vida. (para hablar de las otras seis pedir cita previa). Sin lugar a dudas si vale la pena continuar respirando el aire del planeta es porque ella también habita su atmosfera. Sus atributos de anumérica y anómica añaden valor a su posicionamiento en el mundo. Es capaz de olvidar la factura pagada del tipo que sea un minuto despues de haberlo hecho. No se deja impresionar por ninguna cifra. Los ceros a la izquierda o a la derecha no tienen significados distintos. En cuanto a los nombres confunde los de ciudades, países y personas. He debido de repetirle el de Koubri, donde nos hemos pasado quince días, una docena de veces (acuérdate de S. Kubrick, le digo). Todo eso la instala en unas coordenadas muy por encima de las aflicciones de otros mortales. Es una mujer de armas tomar. Una almirante dando órdenes a bordo de su silla rodante. Ordenes precisas, determinantes, informativas: piedra, escalón, agujero, rama, charco, clavo, caquita… Con cada palabra me saca de mi ensimismamiento habitual mezclado con el automatismo de mi fuerza de empuje y sorteo los distintos obstáculos con los que nos encontramos. Raramente nos precipitamos juntos por barrancos o nos atropellan tranvías.
Es una gran mujer dentro de un cuerpo de mujer de metro y medio que hace que yo me sienta un gigante sin llegar al metro setenta. Tiene las espaldas de levantadora de pesas o remera del Volga y una poderosa fuerza en sus manos. Aunque no practicamos el boxeo ni el tiro del plato, es decir tirarnos platos, lo sé porque lo sé. Un tiempo atrás era un peso pluma con el que podía cargar en las escaleras automáticas de los grandes almacenes o en otros actos levitatorios, actualmente es un peso pesado ante cuyo porte me arriesgo a un ataque de ciática.
Su manjar preferido en los desayunos es el pan con aceite y sal, incluso en época o zona de penuria en que el aceite de oliva tiene que ser sustituido por el de cacahuete o el de palma. No le gustan demasiado los dulces salvo mis besos. Es una ciclotímica reducida a la nada tan pronto anochece y no hay estímulos en la proximidad. Durante los horarios monacales antes de las 9pm y despues de nuestras sesiones de masajes pasa a la posición de bella durmiente. Es una sirena kaput. Le escribí un poema con este titulo. No le gusta mucho aunque lo saqué a partir de una conversación con ella en que combinó las dos palabras. Si anduviéramos en un velero y naufragáramos ella seria mi salvadora porque yo nunca he aprendido a nadar a crol.
Es mi contrincante casi diario cuando viajamos jugando al ajedrez. Casi siempre pierde y yo me he habituado a ganarle con lo cual mi evolución ajedrecista se ha estancado; cuando me toca jugar, ocasionalmente, con otros hago el ridículo. Cada partida supera la anterior creando situaciones de estrategia más complejas, dignas para tener a un locutor apasionado al lado, como Pujal, para radiarlas.
Vic lee los libros de historia de una tirada. Prefiere los libros gruesos, argumentativos y narrativos que no los ensayos.
Es mi compañera oral. No hay dia que no hablemos. ¿‘todas las parejas tienen cosas que decirse despues de tantos años juntas?
Cuando tenemos que dar una conferencia me cede el puesto primero en el habla.
Su risa franca, su sonrisa permanente, su mirada directa, la convierten en el primer foco de atención mientras yo estoy a una cierta distancia sideral de la escena. De las personas que he conocido en esta vida, si Vic no existiera debería corregirse el sesgo de la especie y pedirla por vía urgente a la expenduría de árboles genealógicos. Es una persona con muchos amigos y muchas personas que la quieren. Es que se hase de queré al rato, la chica. En las sesiones de internet se pasa dos horas respondiendo al correo personal.
Enseguida apea las confianzas con quien conoce. Introduce temas tabúe y quita el rigor de las formas.
Es muy respetuosa con los demás y muy cuidadosa consigo misma. Su sola presencia en los lugares basta para atrapar la atención: -aquí ocurre algo, dice el inconsciente colectivo del personal. Es el antídoto para toda amargura y desfallecimiento.
Desde que otros preparan nuestras comidas nuestro volumen de bronca doméstica se reduce considerablemente. En la furgo podemos tener un par de minutos de discusión cada noche al acostarnos por su colección de bolsas, bolsos y maletitas, una docena y media por lo bajo. Le toca hacer espacio para poder horizontarlizarnos. En casa es una adicta a jugar a cocinitas. Se enfada cuando se lo digo. Siempre necesita estar activa para no considerarse a si misma como un mueble. Lo peor que le podría pasar es actuar como su tía Inés, afectada también de polio que presumía de no hacer nada. Aunque hacia algunas bisuterías. Una minúscula parte de la familia nos tiene castigados de cara a la pared porque vivimos en pecado. Definición de pecado: compartir cama y vivir juntos sin tener el fallo ceremonioso de una oficina o un altar encargados de matrimonios.
Olvido con facilidad la condición de minus de ella. Me tiene que recordar algunas veces que determinadas cosas no puede hacerlas. Vic sin polio tendría la envergadura de sus hermanas gemelas Paloma y Rocío, con lo cual yo hubiera pasado de gigante a enano. Es la hermana pequeña de 14 hermanos, 3fallecidos. Pilló la polio en Tánger de cría. Otra persona en su lugar hubiera desarrollado una amargura por el descuido de sus padres al no protegerla del virus. En vez de eso es la hija mas devota de sus padres a los que frecuentemente recuerda, especialmente citando anécdotas y frases de su madre.
Ahí donde va triunfa: canta en una coral, interpreta partituras al clarinete, es correctora de mis textos. No todo son virtudes. Es antimapística. Despues de clases maratonianas ha aprendido a mirar los mapas de carreteras al derecho y a distinguir las distancias. El trayecto Barcelona-Madrid que hacemos frecuentemente de unos 600 kms se puede convertir fácilmente en 650 o 700 reales por algunos despistes. La culpa también es mía, mientras conduzco miro la carretera pero no los carteles, sea porque hablo o porque hago meditación trascendental. A pesar de todo, seguimos perdiéndonos por las geografías, lo cual tiene por ventaja llegar a sitios curiosísimos que jamás hubiéramos planificado. Las grandes aventuras empiezan a un par de kilómetros del asfalto de las rutas principales.
Le encanta comparar cosas en las tiendas: cremitas, jaboncitos, mermeladas. Luego me toca a mí ser su consumidor. Se le ilumina el semblante siempre que le cuentan algo genuino, no importa de qué artesanía. Comprar es una forma de solidaridad.
Se adapta en todas partes.
Es una experta en caricias. Me mima todo lo que puede y más.
Me llama el cuatro por mi posición de hombre pegado simultáneamente a una butaca y a un teclado y cuando me masajea la espalda y mi epidermis reacciona placenteramente me llama gallinita, ga-ji-ni-ta, alargando cada sílaba al estilo vocal de los Lutiers. Yo me quedo clavado como un gato en una edad en que los orgasmos genitales ya no tienen más valor que las caricias de la espalda. Yo la llamo Viconda, cuchita, victorina, bonitinga o mujer-imperio, también tía si he de quejarme por algo. Ella también me llama tío si se enfada conmigo. ¿Oye tío que te has creído?
No se deja hacer siempre fotos. Sigue llevándolo mal eso de estar sentada en una silla. Tampoco quería salir con sus bastones. La tengo que pillar in fraganti. Dice que se ve una foca fofa. Yo también la llamo bolita y mujer-Botero. Nunca he conseguido hacerle fotos desnuda a pesar de haberlo acordado. Mi voyerismo se resintió profundamente.
Si nuestra relación terminara me había dicho de hacerme monje y dejar de bucear por la psicología e intimidad femeninas. La etapa de visitante monacal reciente me ha hecho repensar que la séptuple obligación ritualística diaria no es propia para un bohemio como yo. Debería haber una elección intermedia: tal vez pudiera ser un visitante-inquilino. Espero que no tenga que acudir a este extremo. Dentro de cincuenta años seguiré haciendo de cuatro. El lugar es lo de menos con tal de que viva en calma y la sangre de los adversarios de los alrededores no me salpique la mesa. Schopenhauer, en una ocasión, mientras trabajaba molesto por el griterío de la calle lanzó un objeto contundente, creo que era una plancha de esas de metal de antes calentadas con brasas dentro, para atajar la fuente de sus molestias. Eso produjo daños por los que fue juzgado y tuvo que hacerse cargo con una indemnización o pago de mantenimiento de la persona, una mujer, creo, a la que había agredido y dejado lisiada (debería confirmar los detalles de la anécdota). Espero no caer en la falta de contención del filósofo, en ese caso muy burro y agresivo. Sin duda la sabiduría y la estupidez se pueden dar cita en el mismo individuo.
Volvamos a Vic. No concibo mi vida sin ella. Es mi aliada, mis alas, mi socia, mi apoyo, mi sostén, mi amor, mi todo, que diría Beethoven, especialmente desde que hace un año concluyó una relación paralela poniendo fin a mis días de bígamo. El amor, sin embargo es complejo, los besos pueden ser balas que canta Aute. Con Vic nunca he experimentado el sentimiento de deslealtad o traición. Jamás de los jamases, tampoco el de dubitativa. Si algo resulta difícil de tolerar en un mundo que incrementa sus inseguridades es tener por compañía fundamental una persona insegura de lo que quiere y de si te quiere o no. Vic esta muy segura de si misma. Su déficit físico que ha tenido desde los dos años de edad dejándole unos pies practicamente de púber, un 34-35, ha favorecido el crecimiento de su conciencia y la seguridad en si misma. Toda una paradoja: a sus pasos tentativos en desplazamientos vacilantes le corresponde una de las personalidades mas seguras que respira bajo la capa celeste. Yo olvido su déficit. Simplemente, no lo veo. No tiene nada que ver con la cortesía de la casa. Desde antes de conocerla había desarrollado mi teoría particular del déficit: no hay humano que no tenga alguno. Todos pertenecemos a un universo deficitario divididos en dos categorías: quienes los tienes visibles y quienes no. A menudo puedo sentirme más deficitario que ella por otros temas psico-corporales en los que no voy a entrar en detalles. Pero eso no me ha hecho proyectarme. Vic es ella y sus bastones. Es lo que me dijo por teléfono en una primera cita lúdica que tuvimos para conocernos. Me reconocerás porque voy con bastones. Vale. Anduvimos por la zona de la sala Maldá y la plaza del Pino. Resulto que teníamos conocidos comunes y que yo ya la conocía de haber coincidido con ella en una reunión ecologista liderada por su elocuencia. Ya me fijé ahí en su voz, sus bellas facciones y en sus adivinables supertetas bajo el suéter. Era la líder, tenía algunos tíos detrás de su culo, perdón, su charme.

Toda ella sería con el tiempo, para mí, pura sensibilidad. Bastaba tocarle los pezones para que orgasmara.
Después de varios años de insistir en que dejara de trabajar como profesional en la educación de adultos y conseguirlo, su vida y la nuestra juntos han cambiado bastante. Tenemos mucho más tiempo para los dos. Mi horario profesional de psicólogo de despacho por cuenta propia nunca me ha tenido tan pegado a la escucha apasionada de discursos neuróticos como para no poder vivir sin esa actividad. La película, por muy buena que sea, después de haberla visto unas cientos de veces, te aburre. No sé si a un cirujano le pasa lo mismo cada vez que abre un abdomen en la misma zona.
Ahora los dos tenemos tiempo para los dos y para seguir repasando el mundo. Por mucho que andemos con el cartelito de la pobreza universal o digamos que nosotros también somos pobres en nuestras charlas, nadie nos cree. Lo cierto es que no tenemos que trabajar para vivir, nuestras pensiones y rentas nos permiten vivir desahogadamente y nuestro concepto del lujo no tiene nada que ver con llevar joyas encima.
Vic, no solo me soporta, sino que además le gustan muchas cosas mías. Nunca he dejado de sentirme querido por ella. Nunca he puesto en duda su sinceridad sentimental conmigo. Me ha mostrado en muchas ocasiones su camaradería y su consecuencia. Es un poco celosa. La verdad es que es muy celosa. Y eso forma parte de las restas. No es demasiado postmoderno, pero es lo que hay. Lo cierto es que no sé de ninguna relación personal que funcione que no sea la prototípica pareja. A pesar de eso, no dejamos de hacer planes de otras formas de compartir la vida privada.
Vic, últimamente, con su ordenador portátil propio se ha hecho escritora. Escribe y describe personajes y situaciones, muy bien. Nos podemos pasar horas juntos sin interrumpirnos, ella en su ordenata o haciendo prácticas de clarinete y yo con el mío o con un libro, aunque ella siempre acepta un beso de improviso cuando me levanto para hacer un paseo de diez metros para buscar el adjetivo o el substantivo que me faltan.
Vic nunca dice no o tal vez a propuestas de currículo vital: viajes, adquisiciones o placeres. Tampoco nos hemos propuesto por el momento ningún imposible como visitar el lado oscuro de la luna. Nunca ha pretextado su movilidad reducida como coartada para dejar de hacer algo aunque en ocasiones pueda parecer que el realismo de ella sea más limitante de lo que verdaderamente es.
Los dos juntos hacemos buena pareja. Somos un combinado dialectico estable de comprensión, equilibrio, amor de crucero y respeto. Raramente nos separamos cuando estamos en ruta. Dormir en camas individuales separadas o en habitaciones contiguas lo soportamos de mala gana. Aunque yo siempre me autodefino como el segundo de a bordo, ambos sabemos que somos iguales ante la ley según rezan las constituciones europeas. En serio, somos el uno para el otro tal como se copian las literaturas baratas de kiosco. Ningún año juntos presupone o ha presupuesto seguir el siguiente. Vivir con conceptos de libertad significa que cualquier dia podamos separarnos. Bien mirado, uno desde que nace no hace sino separarse continuamente de las cosas, de las referencias y de los demás. El mismo acto de nacer es un acto de separación, el de morir, por supuesto que también ; y, entretanto, las elecciones que se van haciendo llevan a tomar distancias de las opciones no-elegidas, además de la que se hicieron y dejaron de servir.
Vic es muy graciosa. Con los años lo es más. Le pone voz a todo: a las ciudades, a los objetos, a los árboles, a los animales. No tiene ningún inconveniente en hacer pequeños diálogos con lo que sea. Me parece absolutamente normal que hable con un gallo haciendo co-co-co-co, co co co co. El gallo, claro, al cabo de un rato responde despues de decodificar el significado real de las últimas intenciones de su interlocutora igualmente bípeda como él pero un poco más gruesa. Todo empezó al salir de una ciudad o al desacampar de un lugar, diciéndole adiós a tal sitio y añadiendo alguna otra frase como nos lo hemos pasado muy bien. Luego ha ido mejorando su arte y además de hablar ella en galliano, como antes ha quedado dicho, también le pone voz al supuesto sentir de lo que sea, a la furgo, a las cosas que tenemos o a las plantas. ¿Por qué no? todo tiene una onda y se la capta.
A veces me paso con ella por la cantidad de cosas que necesita por su estado. La silla y los bastones son objetos con los que convivo y con los que creo convivir bien. No es así. Me enfado en ocasiones cuando el espacio queda reducido. Injustificadamente me enfado. De una parte la silla de ruedas me parece confortable y nos solemos intercambiar. En un establecimiento público ella siempre prefiere la silla que haya por fea e incomoda que sea. Se desvincula lo antes que puede de la imagen de mujer sentada en una silla rodante. En ocasiones como en Togo debía poner dobles las horribles y frágiles butacas de plástico para que no se rompieran bajo su peso. Yo en cambio prefiero acomodar mi culo a la silla rodante que arriesgarme con sillas de baratillo que ofrecen muchísimos bares, restaurantes, etc, lo mismo digo de los asientos públicos en las plazas o parques.
Aunque Vic ya no es la chica de goma que rebotaba cuando se caía y volvía a ponerse de pie en un plis-plas (aquí no ha pasado nada) sigue el consejo de un antiguo proverbio chino: si caes siete veces levántate ocho. Su tenacidad por enfrentar los límites es inigualable. Por eso cuando alguna vez es vencida por el desaliento y llora frente a las dificultades de movimiento me desarma totalmente. Ella es más fuerte que yo y más fuerte que nadie que yo conozca. Su depre le dura poco. Al poco rato la oigo reír y tontear con críos que vienen a saludar. Estoy contento de que sea mi compañera y yo de ser su compañero, de habernos encontrado y estado acompañado durante nuestras respectivas medianas edades, de basar nuestra sentimentalidad en la sinceridad renovada y no en un compromiso legal que nos vincule por obligación.

2 comentarios:

pepita pulgarcita dijo...

..gracias. muchas gracias por mostrarme tu visión sobre alguien tan cercano a mí, cada vez más. gracias por compartir tus letras y todo lo que encierran

Unknown dijo...

orale, no me lo van a creer pero inicie buscando informacion de Naimey y aparecieron ustedes y me he quedado pegada a la pc leyendolos, un saludo muy grande desde México, y sigan así, los dos luchando por el simple y unico propósito que a mi gusto existe VIVIR.

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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