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lunes, 5 de mayo de 2008

Existir.




Intro a la Existencia.
Existir, un verbo regular de la tercera conjugación. Koubri 24 Abril 2008
La idea de Un viaje Existencial nació un año atrás, en primavera del 2007. Vic y yo decidimos escribir un libro juntos sobe nuestros viajes. La idea nos puso manos a la obra inmediatamente. No aplicaríamos otro objetivo que describir las situaciones por las que pasáramos y describirnos a nosotros mismos además de tratarnos de explicar filosóficamente no tanto en las preguntas cruciales de los por qué últimos como en las cotidianas de los para qué circunstanciales. Quizás nos dejamos influir por la ironía de John Steinbeck o por la literatura que llevábamos consumida de otros viajeros y sus aventuras. Estábamos pasando unos días en Portugal y sus bibliotecas fueron nuestros despachos.Luego, en verano, no dedicamos tanto tiempo a escribirlo durante nuestro viaje a Turkia-Georgia a causa del ordenador un poco trasto. Uno Acer con el que nos estafaron en una de las tiendas de la calle Sepúlveda de Barna, al dárnoslo con la tecla de espacio atrotinada. La corrección de todo lo escrito (una línea continua sin interespacios) supone mas trabajo que reescribir texto original.
Actualmente lo estamos man teniendo en curso con cuatro meses africanos en nuestro haber sin faltar una sola semana a la cita con la elaboración de texto. No ha sido sino a partir de enero cuando nos hemos puesto las pilas para empezar a hacer realidad este proyecto privado que sin ser sospechosos de exhibicionistas lo vamos dando a conocer en nuestro blog como borrador en la medida que lo vamos produciendo. Criterios para hacerlo: escribir con dos puntos de vista en paralelo acontecimientos compartidos, sin discutirnos o censurarnos nada, ni conceptos, ni detalles. Preferimos caer en la repetición que no correr el riesgo de la pérdida de los matices personales.
Cuando nos planteamos pasar este año en África sabíamos que no íbamos a conquistar las grandes cimas del mundo ni escrutar las grandes profundidades de los océanos ni batir ningún récord de ninguna clase. No nos metieron dentro de una cápsula espacial ni dentro de un batiscafo, simplemente subimos a nuestro coche en Catalunya y tomamos dirección sur dejándonos llevar por los paisajes y las conversaciones. Cuando nos habíamos comprometido a escribir este libro juntos, inicialmente quisimos llamarlo el viaje de la vida. Titulo demasiado pomposo y excesivamente plagiado al encontrarlo multi-repetido en internet. Devueltos a la humildad sabemos que no hay un solo viaje de la vida, que cada vida es distinta, y no hay una sola que pueda decirle a las otras: ¡ey, tomad ejemplo de mi!.Cambiar el articulo determinado por uno indeterminado, he aquí el secreto. Cambiar la categoría de magistral por la categoría de distinto, esa es la clave. Solo cabe una tarjeta de presentación: la de ser únicos. No tenemos ni queremos duplicados.
Hay una confesión de la que nadie puede escapar: la de reconocer que ha vivido. (Neruda no fue el único confeso en su biografía.)Y vivir significa vivir situaciones por la que te toca pasar. No es exactamente una autobiografía lo que pretendemos hacer tanto como una memoria de situaciones durante los viajes que hagamos. Se supone/hemos de suponer que durante un viaje te enfrentas a situaciones fuera de tu vida ordinaria de sujetos sedentarios. Siempre decimos que en los viajes hacemos cosas que no solemos hacer en casa. Es cierto. Basta cambiar de geografía para que cambie el circuito diario. Para quien se aproxime como lector/a a nuestro relato siendo nuestros nombres completamente desconocidos no podemos garantizarle nada: que encuentre lo que busca ni siquiera el entretenimiento de un rato de lectura. No proponemos una guía de viaje ni una aventura imaginaria en la que el héroe vence al villano o el joven intrépido al dragón lanzallamas. Solo contamos lo que vemos y vivimos con nuestras armas: la observación y las experiencias proporcionadas por el contacto humano y sobre todo la transformación de la mirada europea, un tanto soberbia, para nuestra mezcla y convivencia de tu a tu con la gente que nos encontramos.
Estamos en Burkina Fasso, el país de los hombres íntegros, África. Queríamos venir a vivir la cotidianeidad africana y eso estamos haciendo. África es eso que forma parte del hemisferio sur, una denominación por la que teóricos de la economía mundial estuvieron entretenidos durante unos años hablando del antagonismo norte-sur para buscar una explicación sonora complementaria al antagonismo paralelo este-oeste algo que el presidente francés de hace unos años no perdió oportunidad de insistir y que el actual , Nicolás Sarkozy ha cambiado por el de valores occidentales-valores foráneos (entiéndase islámicos) siguiendo la batuta del discurso estadounidense. Una vez aquí nos esta tocando desmontar tesis previas sobre la noción que teníamos de ese continente y del significado de la negritud.
Un viaje existencial no es un viaje geográfico, es un viaje filosófico, reflexivo, discursivo, también narrativo (nada escapa a su narratividad). Debe de serlo despues de 150mil palabras y 200 páginas de pantalla de ordenador. Teniendo en cuenta que un libro grueso puede tener el doble, o si es muy, muy grande, el triple; todavía quedan cosas por delante para decir. Un viaje existencial no tiene porque pasar por los peligros ni tampoco por las grandes efemérides, cada persona tiene el suyo. Pasa por los actos cotidianos, por el encuentro con un chorro continuo de personas, y a veces hasta pasa por los quilómetros y por los cambios de las ciudades. La cuestión es que no se nos hubiera ocurrido escribirlo estando quietos en casa o sin movernos de metropolitanos barcelonautas, pero nuestros culos inquietos y nuestras almas viajeras nos proporcionaron los cartuchos para este dosier de artículos. Creamos el concepto para este viaje. A fuerza de pasar los meses nos vamos dejando influir por los acontecimientos personales. África era un pretexto para salir de casa, para reencontrarnos también con nosotros en otras latitudes. Un viajero geográfico piensa en recorrer lugares y hacerse su foto junto a la torre de Pisa, el Taj Majal o Keops. Un viajero de la vida piensa en vivir experiencias y termina por olvidar de hacerse la foto demostrativa de que es estuvo en tal o cual lugar o si se la hace porque tiene su interés, termina por olvidarla en el álbum donde la guarda.
Un viaje existencial es también el recorrido por las fijaciones, caer en la cuenta que las diferencias continuas que hacíamos, que todavía hacemos, entre occidente y oriente, primer y tercer mundo, desarrollo- infra desarrollo, no nos sirven tanto. Una vez en ruta el tiempo se hace pequeño y las grandes diferencias económicas o sociales no es lo más significativo si pones la escucha en todas partes y los ojos también vibrando con otras sensibilidades. Ponemos en duda las virtudes del desarrollo concretadas en más coches, más velocidad, más capital, más edificios, más asfalto, más electrificación que se paga con más accidentes, más muertes, más lisiados, más enfermedades, más trombosis, más incapacitación y más indiferencia interpersonal. Y advertimos un tipo de infra desarrollo que si bien no lo garantiza todo sigue protegiendo un fondo de humanidad entre la gente.
Existir también significa sacar fuera, proyectar, abrirse. Yo existo, tú existes, él existe, nosotros existimos, vosotros existís, ellos existen. La verdad que contiene cada una de estas afirmaciones seria suficiente para fundar una política internacional del respeto y apoyo mutuos. Algún slogan de una provincia olvidada utilizó este verbo para recordar su lugar en el mundo[1]. Existir pasa por decir, ey, yo estoy aquí, también respiro, también me muevo. Hago cosas. Yujú, no pases de largo sin mirarme. Bueno, la verdad es que uno existe aunque los demás no se den cuenta no ya del color de sus ojos o no recuerden lo que haya dicho, sino ni siquiera de que estuvo allí.
Una vez me encontré a alguien unos 20 años después en el mismo lugar que lo conocí veinte años antes. Esto era en Menorca. Despues de un rato de conversación lo reconocí. Ambos habíamos coincidido en casa de un conocido común, del que por supuesto él se acordaba pero no de mí. No hubo manera de explicarle quien era yo. Para este chico yo no había existido jamás puesto que ni siquiera había quedado la menor huella mía en su memoria. Para que se acuerden de ti tienes que hacer aspavientos. Eh, estoy aquiíiiiii. Tienes que ponerte de pie en plan circense sobre el sillín de la bicicleta mientras se mueve y mantener el equilibrio. Si no tienes esta habilidad estás perdido, nadie recordara un bulto pedaleando sin más entre otros muchos niños que hagan lo mismo. O te destacas por algo: contando chistes, haciendo el pino, siendo el primero de clase, hablando por los codos o siendo el mejor atleta o siendo el que liga más o no eres nadie. Luego la vida profesional adulta te da la oportunidad de tratar de hacer algo que te destaque en tu campo profesional, pero eso es otro asunto, el sesgo de tu perfil psicológico ya ha sido marcado desde mucho antes. Ordinariamente la conversación suele ser lo más apropiado para la mayoría de casos en los que llamar la atención. Si hablas llamas la atención si callas pasas a formar parte del ancho campo de la negritud o del inmobiliario olvidadizo del salón.
Mucho antes de ese episodio había coincidido con algún antiguo compañero de escuela básica. Yo por aquel entonces solía ir de la casa a la escuela recorriendo el camino con mi primo, mucho más extrovertido, fuerte y alto que yo. Lo que más recuerdo de él es que le gustaba jugar al futbolín, romper cristales y tragarse ocasionalmente pequeñas dosis excrementos de caballo para demostrar su hombría. Al coincidir con algún compañero común una o dos docenas de años despues no tenía pajolera idea de quien era yo pero tras un rato de conversación me pudo identificarme como el primo de mi primo pero no por valores propios. ¿En todo caso cuales? No recuerdo haber tenido alguno salvo poner la cara de angelito en un tiempo en que el rictus o la mueca de la seriedad no se había apoderado de mi rostro. Vivir la vida desde el desapercibimiento tiene sus ventajas. Nadie te persigue para descargarte en el cuerpo el tambor de su revólver o para que le des tus ahorros. En contrapartida, alguna vez, al paso, alguien me saluda por mi nombre y yo apenas si recuerdo su perfil. Lo uno por lo otro. He sido lo suficientemente público como para aparecer en las guías de teléfonos y en las facturas de compañías de servicios y lo suficientemente privado como para no tener un club de fans montando una colonia en la puerta de mi edificio asfixiándome a besos y estrujones cada vez que entrara o saliera. En ese ancho intermedio sucede o puede suceder todo. Existir supone poca o mucha extroversión. No hay nada mas insoportable que alguien que calla a tu lado y cuando habla lo hace de un modo tan imperceptible que no te enteras.
Existir no es lo mismo que ser. Ser o no ser es la gran cuestión antes y despues de Shakespeare. Pero existir viene dado te guste o no. Nacer te hace existir. Para existir necesitas la vida pero una vez la tienes prácticamente todo lo demás es cosa tuya, también respirar o dejar de hacerlo. Desde el momento en que tu cuerpo no cabe en el claustro materno o en la incubadora te toca existir te guste o no. Antes de que sepas quien eres ya llevas bastantes años de existencia siéndolo. Antes de enterarte donde estás y a vienes formando parte de ello desde mucho tiempo atrás. Existir, he aquí el gran verbo. Si yo existo, tú existes y los demás existen cabe aceptar que estamos compartiendo una existencia: un espacio y un tiempo en los cuales existimos, un planeta en el que ponemos nuestros pies o nuestros cauchos. Sé de otras opiniones que a lo que llamamos existir llaman vida y existir siempre es una vida proyectada, consciente o asumida, un programa. No voy acudir a la diferencia etilomológica entre lo uno y lo otro. La vida biológica es para mi la existencialidad de un ser vivo que ocupa un lugar o lugares durante un tiempo o una sucesión de tiempos. Propongo una definición consensuable para seguir estando juntos en esta escritura-lectura: la vida es un compromiso tácito con la existencia y no es posible ninguna existencia sin la vida previa. Pero existir es dotar de contenido a una vida. De partida todas las vidas requieren del mismo proceso biológico para que existan. Un adulto jamás salda la deuda con su pasado por mucho que le devuelva la cantidad de semen al padre, tal como hiciera el segundo Salvador Dalí. Mientras viva, estará en deuda con sus antecesores. De la mayor parte de los cuales no tendrá la menor noticia. Puestos a vivir, lo mejor es llevar la mejor de las existencias posibles. Lo mejor que se puede decir de alguien que la palma es que vivió todo lo que quiso vivir y fue afortunado no tanto por el dinero y patrimonio que retuvo como por las experiencias que vivió e hizo.
Vic y yo llevamos años diciéndonos que somos privilegiados. Vivimos las vidas que queremos vivir, aquellas con las que habíamos soñado cuando éramos enanos. No nos espera más obligación que la deser felices y ni siquiera de ésta nadie nos va a pasar cuenta salvo nosotros mismos. El viaje a África no es mas que una forma de continuar el viaje de la vida, un viaje existencial que en nuestro caso pasa por donde pasa, dejándonos acariciar por los acontecimientos o según otras circunstancias, enfrentándonos a reveses. Que convenientemente reciclados nos hacen decir que en cada revés encontramos un acierto solapado. A ratos tenemos alguna nostalgia de nuestras cosas y nuestras amistades dejadas unos miles de kilómetros al norte pero también sabemos que este no es mas que un viaje con un principio y un fin y que antes o despues nos volveremos a reunir con los escenarios y las personas de siempre.
Para quienes todavía no puedan viajar lo suficiente F. De Croisset dijo que la lectura era la forma de viajar de quienes no podían tomar el tren. Los primeros viajes que hice fueron exclusivamente mentales a través de lecturas. La imaginación puso lo que la economía doméstica no estaba en condiciones de poner. Desde que los hago físicamente, quisiera para mi la habilidad descriptiva para hacer sentir a quien me lea que está en el mismo lugar donde estoy yo. Para eso hay que describir formas, meterlo todo dentro del retrato, no olvidar ningún detalle. Aunque el retrato de cada detalle, de cada persona y de cada lugar puede eternizar una crónica. Tenemos tiempo. Recomiendo no buscar el dato urgente dentro de un relato pausado a no ser que no sea tan urgente esa búsqueda. De nuestro viaje no se puede desprender una lista de recomendaciones: lugares aconsejables, donde ir, donde comer, donde comprar, qué comprar, a quien ver, qué visitar. Nos sentiremos sobradamente complacidos si excitamos el interés para que te tomes el ancho mundo como un vecino con suficiente curiosidad para recorrerlo.

[1] Teruel también existe.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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