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miércoles, 29 de octubre de 2008

La Psicología Africana

Cocinando en el pasillo de la casa de Baffour
La clase-oficina que utilizábamos en St.P.School
Lamin 15 octubre 2008
Después de una semana en el GPI regresamos al recinto Saint Peters school, al pequeño barrio de profesores. Habíamos avisado de volver y los continuos cortes de luz en el alojamiento pastoral precipitaron la vuelta. Nos recibieron encantados. Iniciamos nuestra segunda historia con la familia Gomez-Llopy y vecinos. Mas o menos nos repartimos asi: usábamos la ducha de la habitación de Francis-Ana, el salón de Baffour para el canal francés de 24 horas, también el canal5 Monde África, y para las comidas, las cuales guisábamos en su cocina, es decir en un estante en el pasillo. En tercer lugar usamos un aula aislada del resto de pabellones de clases para trabajar donde nos pasábamos la mayor parte del día. Teníamos las llaves de la casa de Baffour, el cual nos dio absoluta libertad y al que veíamos a ratos entre sus 14 clases de matemáticas por dia, 14 horas como mínimo. También disponíamos de las del aula.
Esa aula se convirtió en el epicentro de la familia debiendo por nuestra parte regular horarios de visita para que el colectivo de críos nos dejara trabajar. Nuestra suite continuó dentro de la furgo cuya temperatura ambiente y su estacionamiento en la parte del patio que tenía sombra todo el día eran las ideales para esa época del año. La temperatura en esta época del año es ya resistible y el sentimiento de seguridad en la noche cerrada era absoluto. Los críos más pequeños de Anne pasaron la malaria. Medicados con un intensivo de pastillas tres días seguidos los dejó como nuevos. Louis David ya dejó de llorar por el color blanco de nuestra piel y Mary, la hija de Vero, también Grace, la hija de Baffour y Mathilda, aquella de unos 18 meses y esta de 6, tras la primera sorpresa visual con nuestra piel más clara nos aceptaron cómodamente dentro de sus parámetros panorámicos. Sin plantearnos nada volvimos a quedar sumergidos en la vida familiar. Tuve la sensación que esta experiencia es la que nos había estado esperando durante todo el año. Habíamos hecho stages monacales, vidas de barrio, hacer vida de familia con una familia africana nos hizo revisar algunos puntos de vista. Vic está mas entrenada para las multitudes domésticas que yo por ser hermana de una troupe de 14, yo con un solo hermano y a una distancia sideral de un lustro llevándome la delantera no tuve mucha vida infantil mezclada con iguales y contadas guerras de almohadas, el griterío materno no obstante substituyó el de un batallón entero al grito de banzai con bayoneta calada. En resumen, Vic soporta más los cuadros familiares, del tipo que sean y en cualquier país, idioma, temperatura, color y performance, que yo. Por mi parte me inicié en algunas prácticas de abuelidad. Ningún mérito. Anne es abuela desde los 39 o 40. Al principio estuvimos confundidos con respecto a la edad por sus dificultades aritméticas y la información inexacta que nos había dado. Hecha la resta entre su año de nacimiento y el actual el resultado fue fácil. Anne confunde algunos números y no se acuerda de la fecha de nacimiento de todos sus hijos.
Detalles que podrían ser una calamidad en las latitudes de nuestros cuarteles al norte de Tánger, por aquí pasan con toda la naturalidad mundana. Vero se deshizo de un cabello artificial para pasar por una sesión de caza de piojos en la que intervino Cadi. (A Cadi la llamamos la cenicienta del grupo porque es la que la vemos trabajar más sin rechistar nunca, es la hija es una sobrina de Anne adoptada por ésta). Luego se cubrió el pelo previamente alcanforado con un pañuelo. El olor le duraría una semana pero los animales saltarían a otras cabezas donde buscar cobijo. Una de ellos bien podria ser la de Vic que es muy aprehensiva con esa clase de noticias y la sugestionan para que le pique todo. Vero no tiene 17 años sino 20 y así la aritmética familiar nos cuadró un poco más. Eso no significa nada, hay niñas con 12 años que han sido madres. Baffour nos refirió el caso de una alumna del Saint Peters. Suenan las alarmas, las abuelas se ocupan de los bebés de sus hijas. Sin duda la irresponsabilidad total pero eso no queda zanjado así. Los africanos crecen más rápido. Lo que para el parámetro europeo es una salvajada para la ley natural de vida es eso, una ley. Vivir con una familia africana, vivirla por dentro, hasta donde la condición de visitante o huésped se puede hacer, cambia un tanto la perspectiva. Los niños no tienen juguetes y ninguno va con chupete, por supuesto no se ven cochecitos a los que mantener a distancia del calor paterno materno. De tarde en tarde vemos a algunas jóvenes madres que en lugar de llevar a los bebés atados con el tradicional pañuelo a sus espaldas los llevan delante.
Las comidas en la paillote de Anne y sus vástagos con las manos directamente de la misma jofaina se convirtieron en una escena natural. Ver a Fada-Bruno, o al otro criajo, Louis David, con toda la cara llena de restos de comida y los mocos colgando en un cuadro nada naíf, tras las primeras horcajadas de asco nos pautó para posibles propuestas fotogénicas. Que Francis comiera por su lado con un grupo de hombres, a los que llamaba company, en las escaleras junto a la habitación de Mr.Cofee en el mismo edificio del aula, también pasó a parecernos normal. Por nuestra parte, sujetos de otra generación antecedente a la de nuestros anfitriones y vecinos, apalancados y sin demasiada motivación para recorrer las curiosidades del país dejamos pasar los días. Llegó otro domingo y convertimos ya en ritual ir con la furgo hasta la iglesia dentro del mismo recinto. Vic se dio otra sesión de martillazos, que incluía además del ritual del sacerdote mitineros de alguna asociación católica que proponían compras de objetos o lo que fuera; los niños un primor, todos vestidos de domingo, yo me quedé embutacado en la weel chair en las tramoyas de los encargados de la misa, los que preparan el incienso más los que siguen los sucesivos actos del rito. A mí me reconforta la sonoridad de las corales religiosas. Lo de menos es la religión y puestos a preferir me apuntaría a las guturales voces de los maestros tibetanos, en canto meditacional al menos y a sus longuíneas trompetas, pero eso queda demasiado lejos para tener nostalgia de ello. Por el momento me conformaba con lo que me encontraba: en alguna parte de mi inconsciente los canticos a Jesús, el crucificado, deberían congratular a mi narcisismo o a mi suerte por no haber pasado por esa tesitura. Nadie baja vivo de una cruz, le leí a Cortázar. Aceptado. No creo que él hiciera un estudio exhaustivo de los crucificados ni creo que llegara a conocer a ninguno pero por lo que sabemos de ellos como frase es genial.
Enseguida quedó claro nuestro ritmo que a pesar de no salir o salir poco dl recinto, fue apreciado como de muy activo: ordenadores, flauta, armónica y ahora con la tele de Baffour, reincorporados a nuestros puestos de un sofá como telespectadores. El cine francés suele dejarme en la perplejidad pero al menos parte del que pasaban estaba subtitulado en el mismo idioma y no había la posibilidad de la excusa de haberse perdido matices en la audiofonía. Seguimos resignadamente el alarmismo internacional sobra la caída de las bolsas de los mercados. Nos reímos un rato con eso de “la crisis de confianza” y estimamos que nuestra pasta depositada a un 5% no sufriría descalabros.
A Baffour, invariablemente, le proponíamos compartir nuestras comidas pero su firme criterio de una sola comida por día, para rebajar el volumen de su abdomen, lo mantenía al margen de los platos. Además esa comida la hacia con sandwichs en alguna parte de Serekunda, donde casi cada dia iba haciéndose llevar y traer con taxis una o dos veces. El tercer plato en la mesa, el suyo, casi siempre se quedaba in situ sobre la mesa sin ser usado.
Llegó el dia del aniversario de Vic- cincuenta y seis años bien puestos y una cabeza unida al resto del cuerpo- y le preparamos una fiesta no tan sorpresa. No hubo manera de organizar una coral para lo del happy birth day to you pero yo repetí hasta la saciedad con el clarinete los acordes, a ver si los consolidaba de una vez por todas sin hacer pitos. Luego Vero cogió uno de esos bidones amarillos de aceite de palma y lo utilizó como tam tam, los demás bailaron. Yo hice pruebas de video con nuestra cámara de pockett que supera las videocámaras anteriores que hemos tenido. A ver si un dia de estos dábamos el salto tecnológico definitivo al estrellato de las webs incorporando videoimágnes.
Anne siguió teniendo toda nuestra admiración. Debe ser el prototipo de la mujer africana, fuerte, dura a rabiar, segura de lo que dice y hace, sin ningún asomo de desfallecimiento en ningún momento, insistiendo en esa preferencia por una de esas tetas para dar de mamar al baby, con desparpajo y con una voz de dirigente nata. Ninguno de sus hijos le replica lo más mínimo. A la hora de comer todos se reúnen, todos menos el padre, junto a la jofaina y el horario escolar lo cumplen a rajatabla. Lo más sorprendente de todo es la falta de ansiedad ambiental. Todo sucede porque es seguro que va a suceder. La tensión paterna no se notaba por ninguna parte, tampoco entre los adultos del vecindario. Esas mismas condiciones en cualquier lugar de Europa, con las culturas de allá, antes de una semana habrían producido alguna clase de roce. En casa de Baffour nos convertimos un poco en sus secretarios. Continuamente llegaban alumnos preguntando por él. Algunas noches nos acercábamos hasta el minimarket para beber cerveza, a falta de la Carlsberg probamos la JulBrew, gambiana y bebible. Nos pasamos una semana entera sin salir de Lamin antes de intentar. Para los críos fuimos el centro de esa temporada. Seguramente se acordarían de nosotros toda su vida, nosotros desde luego de ellos sí lo haríamos. A mi me resultaba excesivo ser sobado a la menor oportunidad por todos los críos que se ponían a mi alrededor y me tocaban los brazos, el ombligo o los pezones (en el sentido literal). Todo el tribalismo familiar no tenía resuelto el tema del contacto físico. Tampoco se lo planteaba como problema. Aunque todos están muy educados con dar la mano al visitante los besos de mejilla no es una imagen frecuente. Introducirlo por nuestras propias costumbres les sorprendía. Las manifestaciones de cariño entre lso cónyuges seguían sin darse, tampoco los contactos verbales. Lo más probable es que nos fuéramos del lugar sin enterarnos de sus razones en hacer las cosas, en como las hacían. Hay algo de la psicología africana que sigue resultándonos inalcanzable. La nuestra debe serlo aún más. Nos veían cumplir cada dia con nuestras dedicaciones de oficina que, por cierto, empezaron a ser algo más extensas al decidir empezar a trabajar con el PowerPoint, ese programa que conocemos desde hace años y que su manejo es muy sencillo e ideal para hacer exposiciones, pero que nunca antes habíamos usado. También empezamos a probar la grabadora de sonidos para poner voz, la de Vic, a mis antiguos poemas acompañándolos de la música que yo improvisaba con mi armónica. Aunque no tenemos necesidad de hacer todo esto y podríamos balancearnos en nuestras hamacas de árboles cambiándolos a discreción (la hospitalidad de los árboles no tiene parangón) uno quiere creerse que tiene grandes cosas que ofrecer a sus semejantes y que su corazoncito late bañado en puro arte sentimental.
Esa presunción era difícil llevarla para adelante cuando cada atardecer (en Gambia, anochece muy temprano) el aula era tomada por la niñada y Anne que reposaba del cansancio del dia sin perderse detalle de su prole. Simplemente para estar a nuestro lado. . Francis aparecía un rato con su Bruno preferido.
Puse una cierta distancia para no ser tan sobado y para que las inquietas manos de los juveniles no sometieran nuestros equipos a posiciones de peligro. En Lamin estuvimos bien pero aislados de las experiencias viajeras. A Baffour le aseguramos que no queríamos ser molestos. Por su parte estaba encantado que estuviéramos en su casa y que no pondría ninguna objeción si decidíamos quedarnos un año. Nosotros todavía no teníamos decidido cuanto tiempo quedarnos. En algún momento de ese viaje habíamos perdido el furor viajero, la pulsión de explorarlo todo, visitarlo todo. Nuestra vida era totalmente rutinaria, lo era con una curiosidad: podríamos estar haciendo exactamente lo mismo en cualquier otra parte del planeta rodeados de cualquier otra clase de gente. Debe ser la edad, hemos encontrado el centro poliédrico equidistante de todos los ángulos y aspectos de la vida. Pase lo que pase más allá de las ventanas asistimos a la vida ajena como observadores tranquilos y a la propia como protagonistas convencidos de que nos pegamos una vida padre.
Hace un par de años Vic me propuso ir sola a un país anglosajón para practicar el (maldito) inglés. Una estudiante veterana como ella de cursos de academias, centros y clases de toda clase aprendiéndolo necesitaba el prácticum de la convivencia con nativos del idioma, más del que ya había hecho tempranamente en la época de mochila, 23tacos, por supuesto un sujeto del todo sospechoso, ¿sería por no llevar muletas de recambio y en cambio venir devuelta con un paraguas saliente por detrás de su nuca (un británico sin paraguas no es nadie y un visitante extranjero de UK aprecia el valor de las meditaciones bajo uno cuando llueve intensamente, con lo cual compra al menos uno de regalo como hizo ella para su mamá)? . Aquella idea, la de irse 4 o 6 meses a practicar anglo-british o anglo yanquee, fue dejada de lado, por el momento, y ahora en Gambia, país en el que los británicos han dejado sus estragos (los enchufes complicadísimos), podria cumplirse su deseo. El inglés gambiano sin embargo no es tan fácil de entender, cuando hablan de Dalasi entiendes dolars y cuando dicen thank you, oyes chanquiu. Hasta ahora las mayores dificultades idiomáticas no han sido por falta de idiomas europeos sino por falta de idiomas locales, a los cuales seguimos sin dedicarnos aunque Vic, una cazadora intuitiva de significados al vuelo no necesita mucho rato para saber de lo que está hablando la gente.
Con nuestra nueva dosis de enfamiliados, los ratos de autogestión de nuestro tiempo del anterior alojamiento quedaron para la nostalgia. Ahí pudimos pasarnos buena parte de una de las tardes escuchando música de nuestra selección de cds. Con un mensaje de Rosa Leon “en la noche viajeros y del tiempo los amos” nos identificábamos como credo y con otro de José Cano “todo el mundo es mío teniéndote a ti” recordábamos que del mundo lo más cierto es a quien tienes a tu lado y está dispuesto a jugarse su vida por la tuya. Cada lugar tiene su historia y nosotros que vamos de pasada por muchos sitios nos integramos humildemente en la suya por unos días. Los ratos de familia en el aula (ventiladores y fluorescentes con más luz) nos los llevaríamos como recuerdo de un grupo bien avenido. Cuando Anne daba la señal de irse a la cama todo el mundo la seguía, nosotros nos podíamos quedar un rato más para recuperar la tranquilidad. Vic dominaba cada vez a su máquina siguiendo con los solitarios a los cuales encontraba matices insospechados para mí. Llegué a la conclusión que era su forma de vengarse con los ratos de ajedrez que compartíamos.
Con Francis los ratos de convivencia fueron los menos. Para nosotros era la permanente figura ausente aunque invariablemente correcta y discreta. Con Anne no volvimos a sacar el tema del amor doméstico de pareja, no había suficiente lenguaje para hacerlo, solo nos sonreía cuando veía que yo hacia alguna caricia a Vic en presencia de los demás. A Francis le recomendamos que leyera le Petit Prince, que debe ser uno de los libros más vendidos y leídos de toda la historia de la literatura, por lo que hace a uno de sus relatos sobre el bebedor que bebe para olvidar (declaración de él sobre su propio alcoholismo) y al preguntarle el principito que es lo que quiere olvidar le responde, que lo que quiere olvidar es que es un bebedor empedernido. El cuento es muy conocido.
Nuestra vida de vecinos y amigos nos gustaba. Nuestro inglés siendo insuficiente bastaba para la comunicación básica y Baffour no daba señales de estar molesto con nuestra presencia ni con nuestros pequeños detalles de colonización de su espacio. Todo lo contrario nos invitaba a que lo visitáramos en Ghana, donde su casa tiene 6 dormitorios y hay espacio para sobrado, nada a ver con el que tiene en el recinto del Saint Peters.
En Lamin teníamos todo lo que necesitábamos para nuestras ocupaciones y aunque no quedaba muy claro en calidad de qué estábamos allí en principio no vino nadie a cuestionarnos nuestro derecho al uso del aula, la cual de vez en cuando venían a usar para alguna conferencia. Ese solo detalle sería impensable en Europa. Nos sentíamos como profesores invitados sin tener que hacer la contraprestación de dar clases (la conferencia que le propusimos a Bruno, el director, quedó como gesto de cortesía que no se concretó en nada).Un mediodía una avalancha de estudiantes tomaron el espacio y yo me retiré con mis cosas al salón de Baffour, a la vuelta el esquema a tiza de la pizarra eras una exposición sobre tuberculosis. Me llamó la atención que no borraran un texto que llevaba un par de días pintado con trazos gruesos y ocupando el centro del encerado. Otro detalle de deferencia, en este caso, excesiva.
La vida doméstica nos proporcionaba la beatitud y una considerable reducción de variables. Joyce me llevó de paseo por el jardín del que se ocupa (una enorme extensión de plataneros) y de la que se siente orgulloso, también por el campo de maíz y entramos un momento en la granja de las gallinas, las cuales se acercaron a la puerta esperando comida. Probé un plátano maduro adelantado y me llenó con una bolsa de mazorcas de maíz que di a Anne para que las guisara para sus hijos. El plátano había formado un tubo interior con sus paredes endurecidas, algo con lo que nunca me había encontrado antes, por lo demás estaba maduro y bueno.
Posiblemente de África nos acordaremos más de las escenas cotidianas como las que vivimos relacionadas con la amabilidad de nuestros no pocos anfitriones que de los reveses en las carreteras y con las burocracias. Hay una forma de vivir y una manera de ser de la que se puede aprender mucho a pesar de su subdesarrollo tan publicitado, el cual no impide priorizar el goce en algunas ocasiones (de pronto, el presidente del país decretó fiesta nacional un lunes porque la selección futbolística ganó a Senegal. Increíble pero cierto). La vida puede ser más o menos feliz según los parámetros con los que se viva. A una mayor envergadura de necesidades más complicaciones para gestionarlas. Vivir con mínimos no significa vivir bajo mínimos, por otra parte ¿qué caramba quiere decir eso? Quien se acostumbra o nos hemos acostumbrado a vivir en el superávit nos cuesta entender como otras personas viven con lo más elemental sin comerse el coco para garantizar el futuro (la definición del cual también es algo bastante oscuro).
Nos abastecimos en Serekunda, tanto de Dalasi (que conseguimos a una unidad mas, es decir 33 por euro) como de algo más de comida. Más problemas con el recurso de internet. Volvimos a Le Palais ese pequeño local donde se reúnen libaneses y anglos y tienen wire less y donde ya fuimos en otra ocasión a perder toda una tarde sin apenas conseguir con mi ordenador ,mucho peor que el de Vic, poder navegar. Despues de muchas penalidades y conseguir la conexión tampoco conseguir navegar con fluidez. Algunas webs me piden el java que misteriosamente se ha deshabilitado y otras sin pedirme nada se mantienen bloqueadas. Mientras nosotros tratábamos de ser universales a través de nuestras pantallitas y yo me desesperaba viendo cantidades de facturas y cargos de tarjeta de crédito no controlados, una impresionante tromba de agua daba a la calle el aspecto del último día del mundo. Despues de media noche volvimos a la carretera completamente despejada. El inevitable control policial me pidió los documentos, también al coche anterior al nuestro, eso si parándolo en medio del asfalto e interrumpiendo la circulación. La anécdota policíaca sigue sin faltarnos a pesar de que en Gambia por primera vez nos hemos encontrado policías de tráfico que hacen de policías de tráfico, es decir que dan señalas explicitas, con gimnasia gestualística homogeneizada, de stops o vía libre, sin esperar a que tu infieras lo que quieren decir con muecas o guiños o gestos ambiguos. No fue advertido mi permiso caducado y un policía más del reino de los policías esa noche creería haber cumplido con su deber por interrumpir el tráfico, pedir documentos que no sabe interpretar y molestar a ciudadanos tranquilos y propuestos para santos, como nosotros. En Serekunda descubrimos el Youth Monument como uno de sus centros neurálgicos donde me acogí a la oferta de 3 botellines de Heineken por 50 Dalasi. Un comentario inevitable de la Heineken, todo lo que tiene de nombre famoso no lo tiene de calidad. ¿No era la marca qué proponía en su publicidad el slogan de piensa en verde, jugando al doble sentido de la propuesta ecológica cuando en realidad solo se refiere al color verde del cristal de los envases? Un caso patético que demuestra como lo malo puede ser encumbrado con la técnica persuasiva adecuada.
Entramos un rato en un hall donde los evangelistas practicaban su música a toda marcha con batería (a los evangelistas se les distingue por las baterías y las músicas mas envolventes que a los católicos, también por que el baile-balanceo de la feligresía extiende los brazos y muestra las palmas de manos a lo que sea). El nombre de Jesús (Jesus loves you, Jesus help you, Jesus wait you,etc) es usado con profusión. Por fin se me reveló la verdad: cada vez que tenga una pérdida de autoestima o un déficit en la mención de mi nombre ante el de Vic por ejemplo, como tantas veces sucede, no tengo más que ir a un acto de los evangelistas y recargar mis pilas. Yes I’ m Jesus, soy la verdad, soy el camino. (A estas alturas del año es cuando me toca saltar de la excentricidad al delirio neto.)
Los problemas de conexión a internet se convirtieron en una razón poderosa para decidir anticipar la vuelta a Senegal reduciendo nuestra estancia en Gambia.
En el aula de meetings seguimos haciendo vida prácticamente todo el día salvo los ratos de la comida y del desayuno en casa de Baffour y las noches en la suite. Tan pronto la criaturada terminaba la escuela venia a querer estar con nosotros. También Anne. A ratos pasábamos tiernos momentos de familia unida y a ratos yo acusaba la densidad humana haciendo de glomérulo pegadizo a mi alrededor. Hasta Cadi, la cenicienta, empezó a dar señales de vida y muestras de interés por las fotos y videos que habíamos tomado del grupo y que paseábamos por las pantallas de nuestros ordenadores. Anne descubría sus tetas y alimentaba al pequeño baby, siempre con la derecha. De ser yo escultor a Anne le propondría como modelo para hacer una escultura para la plaza Catalunya para darle el relevo a algunas de las veteranas que están allá.
Apenas hicimos convivencia con los otros profesores del Saint Peters, aunque alguno vino a visitarnos a nuestro puesto de trabajo que nunca quedaba muy claro en calidad de que era.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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