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martes, 18 de marzo de 2008

En ascuas

Lomé 5 de marzo del 2008
Tras varios días de sosiego en Chez Alice cuyos rincones bajo la paillotte dan la categoría de hotel de primera con precios de tercera tenemos la cita con el mecánico acordada desde la semana anterior. Nos ponemos en funcionamiento al amanecer. Llegamos al taller de Romeo una hora antes de lo previsto para evitar que pueda no estar a pesar de tener acordado el encuentro por la mediación de Bruno. Fue él quien descubrió la pérdida de grasa en la transmisión. Al llegar, en principio todavía tengo la esperanza que la perdida de grasa de la transmisión sea por un olvido de los mecánicos de Sokodé en ajustar la goma del brazo de metal, el souflet. Una vez desmontada la pieza los dos receptáculos de goma a ambos extremos de la barra de hierra están rotos. Evidentement, e por la incompetente forma de trabajar de la troupe de inútiles del otro día en Sokodé. Me apresuré a felicitar dándole la mano al maestro de taller que subí tras la intervención que me tuvo en vilo durante más de 5 horas. Arregló –toca decirlo con la boca pequeña por si acaso- la rótula para desarreglar lo otro. Sin grasa en el mecanismo de transmisión el futuro de nuestro viaje está en suspenso. Peor aún, el mismo vehículo está en entredicho. Los 70mil kms que tiene son demasiado pocos como para pensar en deshacernos de este y comprar otro aunque tampoco sería la primera vez que nos deshacemos de uno con una cuota tan ínfima (el Peugeot 106 de Vic con el que colisiono hace unos años en el cruce para Aiguadolç tenia esa cantidad. Quedó para el desguace), De este todavía estamos pagando el crédito que tuvimos que solicitar para enfrentar los 18mil euros que costó.
Estamos sobre las brasas de la tensión. Trato de aplicar filosofía de alta intensidad para enfrentar la situación: toda adversidad –me digo- sirve para el reciclaje y ayuda a la experiencia. Finalmente se puede escribir de todo y de cada cosa y transformarlo en anécdota y entretenimiento. Un criterio maestro que anda falto de flema en el momento en que te encuentras metido en un pozo y te quedas sin uñas en sus resbaladizas paredes. Resulta difícil de operativizar el criterio mientras estas escuchando los martillazos sobre una de las piezas para separar una abrazadera metida a presión que sostiene uno de los vasos de goma en uno de los extremos del medio árbol de transmisión, que en francés tiene ese cómico nombre que a mi me suena igual que soufflé. Nosotros sí que estamos empastelados ¿Qué puede pasarnos en última instancia? ¿tener que abandonar nuestra querida furgo en el país y tener que regresar en avión? ¡No tan aprisa, boy! Ni el vehículo se ha caído por un terraplén al fondo de un barranco ni está tan cascado que no pueda andar. Tan sólo tiene un par de gomas de nada cascadas y la reparación es provisional, lo mismo que la de la rotula amartillada. (El martillo en lugar de ser la media icono de las banderas rojas del este europeo debería haberse usado como dibujo de las banderas africanas). De las peores pesadillas en las que un viajero no quiere encontrarse mientras viaja en coche es la de encontrarse con el coche despanzurrado con mecánicos faltos de herramientas. Es la segunda vez que nos enfrentamos a la misma escena. En el taller de Romeo tampoco hay foso ni hidráulico para levantar el carro. En cuanto a las piezas de recambio, es difícil encontrar las mismas. Tras la reparación, si consiguen repararlo, antes de viajar más hacia el sur deberíamos poner a prueba el vehículo durante al menos mil kms para ver el comportamiento que tiene. No puedo evitar estar preocupado por todo el asunto. De regreso a nuestro alojamiento pensaremoss i nos toca barajar las distintas posibilidades que tenemos. Me encuentro pesado, falto de movimiento. ¿soy tan adicto al coche? Pues, eso parece. Tengo una sensación parecida a la que experimentamos hace unos años en Netwark en New Jersey cuando Vic y yo estábamos de solilindos teniendo que utilizar transportes públicos hasta Rochester, algunos cientos de millas de New York. Hasta que no alquilamos un coche no recuperé mi sentimiento de la seguridad. Con Vic necesitamos un coche para los desplazamientos más mínimos. Sin vehículo estamos perdidos. Por otra, parte tengo nostalgia de otros viajes viajando con lo puesto, o casi, con un equipaje portátil ligero. Desde luego tiene sus limitaciones pero esta libre de la responsabilidad de llevar una casa a cuestas. La mayoría de nuestros compañeros de alojamiento de estos días viajan con el transporte público. Tal vez se priven de poder acumular souvenirs en sus mochilas, pero seguro que no cargan con las tensiones por las que nosotros -especialmente yo que me lo tomo demasiado a pecho - estamos pasando estos días.
En el taller de Romeo, con el descubrimiento de los dos souflets rotos me acordé varias veces de Djatoz Benoit, el maestro de la primera explanada taller. También de su hijo Djatoz Raul que fue el primero que le pregunté si el tema del desajuste de paralelismo lo podrían arreglar allí. Debía haber esperado llegar a una ciudad importante antes de admitir que tocaran nuestro coche nada más ver las condiciones limitadas de su explanada. Eso lo he aprendido luego. Estaba avisado de que la lógica del trabajo africana reclama ser revisada en cada punto del proceso, pero no estoy aprendiendo hasta ahora el significa real de eso. Sin embargo, por mucho que controles una situación para verificar cada pieza puesta, cada tornillo atornillado, tienes que meterte debajo de la panza del auto y verificarlo con tus propias manos. De no hacerlo así supones que los mecánicos han aplicado la lógica a la situación concreta. Divinas palabras ¿lógica aplicada? ¿¡Qué es eso!?
Tuvimos que volver al taller de Romeo (nos fuimos ya con este trato y él dijo que su reparación estaba garantizada para 6 meses) ya que le dije que si encontraba abrazaderas metálicas (que el no encontró o no se ocupó en buscar suficientemente por la ciudad) para los dos souflet volvería para qué las sustituyera. Además hubo que poner uno de los 7 tornillos de la tapa de cartón duro de los bajos. Eso solo llevó un rato. Fotos con los mecánicos y promesa de meterlos en nuestro blog. Nos quedamos a pasar la tarde en el barrio Cluví, (calles de arena más que de tierra) donde ya somos conocidos después de tantas visitas. El pequeño taller de Marcel está a un par de calles del de Romeo y el magazine de Bruno no muy lejos. Aprovechando nuestras visitas hemos encargado a una coutoure que nos haga trajes típicos (pantas y camisa conjuntados con la misma tela) a Vic y a mi. La Madame Blanche se ocupa de ello. A ver… ¿Cuándo fui por ultima vez a un sastre? Creo que fue por la boda de mi hermano. Eso era a mis 18. Aquí puedes vestirte a la medida, por menos de 3mill cfas te puedes hacer un traje, precio del tejido a parte que puedes conseguir por otros 7mil. Si nos quedárarnos a vivir en Lomé pronto tendríamos un par de docenas de sitios que nos abastecieran para todas nuestras necesidades. Al fin y al cabo es lo que se hace en una ciudad, tener unos cuantos sitios seleccionados a los que vas, de los que te provees y que son tu red de recursos.
En la embajada de Ghana nos han confirmado la necesidad del permiso internacional para entrar con un vehículo en su territorio. De otra parte, la representación diplomática española en África es escasa. En Lomé hay un consulado cuyo contacto telefónico sólo ha conseguido dar con empleados francófonos afirmando la ausencia del cónsul que esta en España y proporcionando el numero de móvil de su colaborador, el cual nos remite a la embajada en Accra para hacer o informarnos sobre la obtención del documento, también el de la prolongación del permiso nacional.
Veníamos hablando desde hacia semanas de ralentizar el viaje y que debíamos integrarnos bastantes días seguidos en alguna parte para saber de qué van las cosas. Estar en ascuas por lo del coche nos ha obligado a eso. La mañana del recorrido por la ciudad en moto, Romeo, conduciendo con los tics de todo loco al volante, yo de paquete jugándome la existencia y encomendado a ese ángel que está missing últimamente con unos de los cabezales del árbol de transmisión en una mano para buscar los souflets de marras, fue una experiencia indescriptible. Ni siquiera los de la Camel superan eso. Tras ir a unos cuantos establecimientos de suministros aprendí algo más del país: en los más chic comprar un objeto, una abrazadera metálica por ejemplo que cuesta 500 cfas, pasas primero por la cajera que recibe la pasta, te da dos copias de la factura y se queda una, luego vas con estas a quien te entrega la pieza que ha sido una persona distinta a quien te la ha vendido. Además de la pieza te llevas un papel por el mismo precio con dos tamponazos. Todo un objeto de la ritualística del control que puedes enmarcar si eres muy critico del naif, posteres y otros pintajos para tus paredes.
De haber sabido lo que sé, una semana después no habría confiado el vehículo tal como lo hice a la primera troupe de mecánicos, ahora que lo sé no tengo la seguridad de no volver a caer en otra trampa similar. Hasta que no pasen unos cuantos kilómetros de rodamiento no sabremos el comportamiento de la transmisión y el futuro de nuestro viaje. Espero que no estemos reportando nuestra visita al desguace o algo similar. Entre tanto, he enviado un email a la casa Difisa (nuestro concesionario Fiat en BCN) con un sos. Si están al corriente de las objeciones expresadas en el capitulo anterior (Rafa dijo que nos seguiría. Rafa: mutis a la dirección del concesionario) a lo mejor no nos atienden debidamente. Parte de la culpa la tiene la misma marca. Fiat no es conocida en esta zona de África. Las marcas francesas están por todas partes. Por otra parte, cuanto más nuevo es un vehículo, menos piezas de recambio encuentras. Es lógico. Debíamos haber venido con una mercedes de los 80 en lugar de arriesgarnos con un vehículo tan nuevo.
Mientras han ido pasando los días hemos ido descubriendo mas detalles y haciendo vida ordinaria. La gente nos conoce y reconoce. El cadeau-cadeau ha desaparecido como grito de coro. Incluso los ensuciaparabrisas y los vendedores de paños (100cfas la unidad) de los semáforos nos saludan. Nuestro paseo con la silla de ruedas por el margen del asfalto (ir por la cuneta es imposible dada la arena) generaba saludos. Cualquier día nos aplauden como héroes nacionales o locos de remate. Habrá que preguntar la diferencia al tribunal de los honoríficos.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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