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domingo, 21 de diciembre de 2008

Las maquinas y nosotros

Nuackchott 17 desembre 2008
Hubo un tiempo en que se desconocían las máquinas. La gente andaba o se desplazaba con asnos y caballos, el sentido del tiempo era otro. Alguien descubrió la rueda, la misma naturaleza había proporcionado su forma. Observó que una rueda está inscrita en las formas esféricas de los objetos vegetales. Todo lo que tuvo que hacer fue trasladar a un formato manipulable. La rueda dio lugar al carro y éste abrió un infinito campo de posibilidades sobre la máquina. Milenios después aparecieron locomotoras y vehículos a motor. A estos se les llamó automóviles. Automóvil es una palaba inadecuada para una máquina pero es la que ha prevalecido. Podía haberse llamado motormóvil o algo parecido. El único automóvil es aquel que se genera la fuerza de propulsión a si mismo. Un ser humano, lo mismo que un pato o un cangrejo son distintas formas auto-móviles, pero dado que la palabra inadecuada se ha internacionalizado de tal manera, cuando se menciona todo el mundo piensa en coches, Su contribución al maquinismo fue también quitándole de paso a un significante en exclusiva que tenia el ser humano. No solo se apoderó de la palabra también del rol del amo. La máquina que venía a prestar un servicio para facilitar la vida humana pasó a tomar el relevo de la voluntad humana en su programa de vida. A partir de su existencia la vida natural ya no volvería a ser tan fácil como antes. Gracias a los vehículos sus chóferes hacen transportes y ven sus trabajos enormemente facilitados, pero también toda la organización dela vida depende de ellos. He pasado muchos años de mi vida sin coche pero desde que uso vehículos reconozco que no sabría vivir sin uno. La sola idea de tomar taxis y buses o trenes ya me marea, claro que conducir por atolladeros urbanos no es que me haga muy feliz. La misma relación de dependencia tengo con otras máquinas, tales como los ordenadores. Si saco las cuentas llevo más tiempo de mi vida con manuscritos y mecanografías que no con digitografías. Accedí a ordenadores regularmente cuando ya estaba casi en los 40. Ahora antes de los 15 cumplidos los púber tienen ordenadores, los bachilleres los usan para sus trabajos y los universitarios pueden llevárselos al aula para tomar directamente allí los apuntes (supongo que lo están haciendo) y superar la antigua pose escoliólita de toma apuntes a mano. La relación hombre-máquina viene siendo reflexionada por la sociología desde hace mucho. Por muy crítica que haya sido su ensayística el proceso es irreversible. El maquinismo nos mecaniza. El salto del mortero al túrmix ya supuso un descalabro para las imágenes domésticas. Antes lo había sido el del caldero en la chimenea a la cocina de gas. Cada nuevo adelantado supuso una pérdida de antiguas formas, ni pocas de ellas muy caseras y entrañables.
Durante nuestro viaje venimos teniendo problemas con nuestras dos máquinas principales: el vehículo a motor y el ordenador. No son pocos los disgustos ocasionados por el uno y por el otro. Otras maquinas más simples, como la silla de ruedas, sin motor, ni batería ni sofisticación alguna, no nos ha creado ningún problema a pesar del terreno accidentado donde la hemos metido. Veamos que recuerde: la cocina de gas tampoco, el mobiliario de la furgo tampoco, los libros tampoco, bueno sí (alguno se ha deslomado por un encolamiento deficiente del fabricante y por el exceso de calor también). ؟Bolis, rotuladores? Perfectos, ninguna falla. ؟Papel, blocs, libretas, ropa? Bien, bien, gracias por preguntar. ؟Sandalias? Ahí he de reconocer que la falta de pegamento despegan las suelas. Me ha pasado con un par de ellas. Las que utilizo ahora (chancletas de las más baratas) van muy bien. Todo eso me lleva a una fabulosa conclusión epistémica: cuanto más complejo es un artilugio más variables concurren en su mecanismo y mayores posibilidades de errores concurren. Cuando el aparato se desactiva el chequeo de las causas se puede prolongar hasta el amanecer (de no sé que día). Para quien no tiene formación técnica o escasa entrar en ese berenjenal es lo peor que le puede pasar. Los problemas con el ordenador y sus desconfiguraciones espontáneas para las conexiones a internet los hemos ido resolviendo sobre la marcha. Los problemas con la furgo han sido completamente distintos. De un primer aviso en enero pasado de una pequeña raja en el parabrisas que, alarmados, nos llevó a llamar a la mamá RACC (ojalá nuestros problemas con el coche fueran de ese tipo) estamos sujetos al ultimo de posible suciedad dentro del depósito por el gasoil de baja calidad e incluso con la sospecha de agua mezclada en los dos bidones que cargué en la ultima gasolinera antes de salir de Gambia. Elegí lo que nunca hay que elegir en ruta: un poste de suministro al aire libre sin cubierta protegido de las lluvias. El agua se puede mezclar con el combustible por filtraciones no voluntarias por las instalaciones mal hechas. Eso también pasa en Europa. El taxista que nos devolvió a casa después de una entrevista radiofónica nos habló precisamente que le había sucedido en una estación de servicio de una red y marca importante. Otra posibilidad es que los inyectores estén sucios y haya que cambiarlos dificultando el suministro de gasoil al motor. Bosch, el establecimiento en el que hicimos el diagnóstico, en la zona donde están los concesionarios y los talleres de las grandes marcas (todos menos el de Fiat, aunque Afco tiene su representación solo tiene el nombre de su representación) tampoco nos deslumbró con un criterio de reparación: debíamos dejar la furgo 24 horas a 8000 cefas la hora y revisarlo todo. Envié varios sos a mecánicos. El del taller al que acude Mise, el del taller al que acude Almu, también a Rafa, nuestro hombre de Difisa de Sabadell. Este fue el único con varias pronto-respuestas que nos dio varias ideas de lo que podía estar pasándole al motor. Hablando con otros mecánicos: los de Top Pneu, donde por cierto trabajan dos canarios Víctor y Carlos amplifiqué mi perspectiva de la cuestión. En Top Pneu entramos para arreglar un pinchazo (otro palillo astilla calvado) y cambiar la rueda con que lo había substituido. Quedamos en pasar al dia siguiente para que un mecánico evaluara la situación y de paso pagar los 5000 cefas del pinchazo vulcanizado. No lo hicimos por temor a la nueva tanda de stops de la pasma. Le dejamos a deber esa cantidad. Habíamos ido el dia anterior en Bosch donde sacaron el neumático pinchado pero que aguantaba la presión, por otro de reserva pero con el dibujo de la goma bastante gastado. Bosh, esa importante empresa que vende coches de alta gama, no pudo resolver ese agujerito de nada por no tener el kit con la T y los cauchos de reparación. Nada más poner esta rueda la vibración del volante que nos alarmó tanto en Togo volvió a aparecer. Ahora todo cuadraba. El maestro de taller en aquel país al que le felicité (،ingenuo y precipitado de mí! sin duda por las enormes ganas que tenia de encontrar gent com cal que se dice en catalán) por la supuesta reparación que hizo de una pieza de la transmisión, la rotula, es decir, que le dio un par de martillazos tras 8 horas de trabajo, no arregló nada aunque sí ocasionó desperfectos tal como quedó documentado en su momento. Lo que recuperó la estabilidad al coche fue el cambio de neumático y solo eso. En el sufrirésmetro que estoy dispuesto a inventar habrá que recoger algún grado de sufrimiento sutil en relación a estar a merced de mecánicos. Con la información de unos y de los otros he llegado a comprender a nuestra furgo. Despues de tantas carreteras rotas, traquetreos y gasoil de pésima calidad la máquina, que tiene su sensibilidad y estoy por decir que su corasonsito se está quejado diciéndonos: no puedo más, dejadme respirar, quiero carreteras de verdad, luz, amabilidad, suelos ciertos, sopas de buen tragar. El problema no es la máquina sino el hombre, en este caso nosotros, maltratándola. Ya sabíamos que no veníamos con el mejor de los vehículos pero tampoco supusimos que fallara tan pronto. El viaje del año pasado a Georgía marchó correctamente a pesar de recorrer no pocos quilómetros por las peores carreteras del planeta. Pero tanto sobreesfuerzo por lo inadecuado pudo convertir durante este año africano a la suite-furgo de la que estábamos orgullosos en una suite sobre ruedas paradas.
En la zona de concesionarios y talleres importantes no pudimos sacar gran cosa en claro. Calculamos los riesgos con la información tenida y decidimos salir de Dakar dirección Saint Louis. Cargamos más de 70 litros de agua potable para retrasar nuestra esqueletización prevista en el desierto si nos íbamos a quedar en pana: la perspectiva de estar clavados ahí, junto a tantas reses pudriéndose en las cunetas, o dejaba de tener su encanto cinefílico. Propuse a una amiga que cuando cruzara el Sahara en el futuro, al pasar por la zona de nuestra desaparición tirara una flor por la ventanilla y recitara al viento un responso escrito expresamente.
En Dakar moverse con la furgo era arriesgado. Policía que nos veía hacia el gesto de pararnos o nos paraba. Llegué a la conclusión que lo mejor era no hacerlo. Despues de la experiencia del de Thies, todos los policías africanos sin excepción son para eludirlos. El problema es que sabiendo su actitud de darle al pito frenéticamente y parando sin causa legal para hacerlo (sin ninguna transgresión de tráfico) cualquier contacto policial solo puede ser desagradable. Mientras África tenga esas policías ningún europeo debería ayudar a ningún gobierno africano. Lo seguiré repitiendo.
En la embajada mauritana no aceptaron poner el visado en mi pasaporte con todas las páginas repletas de visas. Tuve que pedir una prolongación en la embajada española. Conchita Pardos, que en un principio expuso dudas para hacerlo, fue diligente y lo tenía listo al día siguiente. Costó 11mil cefas que valió la pena invertir. Alberto, su colega, que nos atedió amablemente en agosto a propósito de la renovación del permiso de conducir, os saludó. De él recordábamos un detalle brillante, había aprendido catalán aunque era de origen de otra región de España. En los ratos de espera con el policía de puerta nos contó que vivían en un hotel y que podían suspender su tiempo de permanencia e ese destino a voluntad propia también alió el tema de las oenegés. Incluso él opinaba que hay muchos Con esa prolongación flamante (uno definitivo no lo pueden hacer en la embajada salvo para residentes) en la otra embajada una tipa joven con música cristiana beatífica puesta en su ordenador pero bronqueando a un anciano solicitante de alguna credencial que le faltaba algún detalle, me dio los dos pasaportes tamponados librándome de 40mil cefas de nuestros fondos.
Redocumentados y con el icono-alarma del panel de la furgo a ratos apagado y a ratos encendido pudo relajarme algo despues de unas 3 noches insómnicas durmiendo muy poco. Vic consiguió del director del Sacré Coeur una reducción considerable pagando 5000 cefas por días por nuestro despacho-apartamento en lugar de los 7000 pactados y aceptando el pago en euros, de tal manera que nos librábamos de volver al centro para acudir a un cajero bancario y así reducir encontronazos con la pasma de cruces y rotondas.
Sisé, uno de los guardeses de noche, me recordaba cada vez que me veía que le comprara una botella de vino que de alguna manera acepté hacerlo pero que no me dio tiempo de comprar. A fin de cuentas era quien nos cuidaba la casita rodante.
En un restaurantito cercano, un fast food con una larga lista de bocadillos pero que solo permitir optar por 3, junto a otro igual de minúsculo de pret a porter, vimos una leyenda que decía algo así como: tú eres lo que llevas puesto. Cuando llegó la propietaria con su vehículo flamante y su vestido ídem hablamos de que eso no era cierto, que nosotros íbamos con nuestras peores prendas de vestir y yo con chancletas, y todo el mundo nos confundía con ricos. En aquellos momentos una manada de críos bien vestidos y bien nutridos nos venia a decir que no habían comido, Seguimos comiendo de lo nuestro sin compartirlo con ellos. Es posible que desde la sensiblería europea y desde la perspectiva de los gritos de socorro para ayudar a los necesitados eso no se entienda. África no pasa hambre, o al menos no la pasa en ninguno de los lugares donde hemos estado. Recientemente el dato de la hambruna en el mundo ha aumentado. Se habla de 862millones de personas, 178millones, niños. Pero ya estamos acostumbrados a la variabilidad de esa cifra y a su conveniente explotación no diré que para conciencia sino para que la gente suelte pasta. Hay dos discusiones a hacer a las cifras de este tipo: una sobre la fiabilidad de la fuente emisora estadística. No existe una oficina como observatorio internacional que lo haga, sino un centro de cálculo que suma todas las cifras aportadas no verificadas. Conociendo las formas gubernamentales de funcionamiento de los países atrasados lo menos fiable de sus informaciones son los números que aportan no ya sobre este tema sino sobre cualquier otro. Un segundo punto sobre el tema es que las posibilidades materiales para la agricultura existen (ya vimos las campañas que se hacían en el Sahel sobre ello) otro asunto es que el trabajo para explotarlas falle. A menudo al plantear estas cuestiones a los nativos dicen que para trabajar por salarios indignos es mejor no hacerlo. Existe un problema grave con las leyes y con los contratos. Hay gente que trabaja y que no recibe su sueldo y eso se puede prolongar durante meses, pero los recursos potenciales siguen estando ahí: bosques, espacios abiertos, mar, para trabajar en ellos. Hay algo del africano que nos cuadra menos que nunca: su lasitud. Los banners pidiendo ayudas con consignas como ،apadrina! son discutibles. En el contrato de la CCONG para la que hicimos (tontos de nosotros) la colaboración del transporte de cajas sanitarias, es de tal magnitud la lista de colaboración, que en lugar de ser una contribución al desarrollo tienen la potestad para ser el desarrollo mismo. Un tema a revisar a escala internacional es el parámetro de cooperación y desarrollo por su conversión en la práctica de sustitución de los trabajos locales de los lugareños.
Rafa (de Difisa), que trabaja en el almacén, nos dio valiosas ideas consultadas al mecánico del taller sobre la impotencia de nuestra furgo. Los 4 inyectores oxidados y la trampilla para acceder al depósito. Nos recomendó que no hiciéramos los 6000 kms que teníamos por delante hasta volver a estar en terreno seguro (،Oh Europa, primer mundo!). Pero ؟qué otra cosa podíamos hacer si no arriesgarnos? Por su lado Paloma Sales nos dijo que en Marruecos podíamos contar con asistencia técnica del RACE. Dakar-Agadir iban a ser, si llegaban a ser recorridos en esas condiciones, los kilómetros más inseguros de toda mi vida.
Salimos de Dakar de madrugada para evitar el tráfico de Rufiski y los controles. Despues de equivocarnos en un par de tentativas para tomar la ruta correcta desde la autopista nueva, seguimos por su proyecto en construcción aprovechándonos del poco tráfico. Stop policial a la entrada de Thies. Aquí se retorna la ruta hacia el norte, para Saint Louis, después de salir del cabo de la capital. Para estar seguros que seguíamos la ruta correcta hacia el norte el lunazo de la luna llena nos estuvo acompañando a la izquierda de nuestro sentido de marcha. Cuando amaneció por la derecha la coexistencia por una hora de luna y dia naciente fue un espectáculo del que solo tomamos dos fotos por falta de batería en la cámara digital. Durante el camino, el ay continuo de quedarnos clavados de nuevo reapareció. No fue hasta llegar a Saint Louis unos 260 kms después, y ralentizar la marcha que la potencia volvió a fallar. La primera desconexión de motor fue ante el famoso puente de hierro. Por un momento lo atribuí a mi propia exageración interpretativa confundiéndolo con dejar de apretar el acelerador pues venia haciendo con el pie desnudo. Un rato después el vehículo deja de andar. Preguntamos a un hombre con un taller que sin hacer pruebas de arrancar o acelerar dijo que era un problema de la bomba y que esto lo arreglaba en 3hymedia. Despues de discutirle el precio y aceptar que hiciera su intervención, el hombre, que tiene un almacén de suministros, sencillamente dejó pasar las horas sin ponerse manos al asunto. Tampoco estaba tan claro que fuera problema de la bomba. Un rato despues dijo que la reparación era cosa de una sola hora pero siguió sin hacernos el menor caso a pesar de insistirle varias veces. Entretanto buscamos otro mecánico al que seguimos hasta Elton, una estación de combustible, con el cartel de Bosch, donde nos volvieron a pasar el mismo diagnóstico, que ya nos pasaran en Dakar antes, de los errores para repararlos, según ellos, desde el mismo ordenador. El programa hizo un chequeo del motor y señaló la existencia de 8 errores: desde el código de la llave equivocado, (el actual filón de tragedia empezó con eso) a la falta de corriente de los 4 inyectores, a la válvula de regulación de la presión del gasoil inadecuada a problemas con el tubo de escape. El programa, desde el ordenador, puede dar la orden de eliminar los errores poniéndolos a cero, tras lo cual la lucecita del icono de aviso de los problemas queda borrada. El mecánico sin ensuciarse las manos nos dijo que estaba todo resuelto. Le dijimos que no, que el problema reaparecería al poco rato como así fue. Ese mecánico se violentó con nuestra oposición a pagar una reparación que no había sido hecha y sin revisar el circuito. Ya me cayó mal desde el momento en que se molestó al ponerme a comprobar a su lado como hacia el diagnostico desde el ordenador, con ese programa el Logicel, diciéndome el muy capullo que a los operarios no se les tenía que molestar. Volvimos al taller, donde El Hadji Majete Dioup y Amadou Ndiaye, se enfrentaban por primera vez a un motor como el de la Fiat Ducato 11 2.0 JTD, un diesel EDC 15 C7. Yo trabajé con ellos aplicando aire a presión a todas las terminales eléctricas y contactos. Se desmontó otra vez el electrovan y descartamos de desmontar la bomba, aunque sí sacamos los dos tubitos y metimos aire en el interior de la misma para intentar arreglar algún posible desperfecto de su interior. Después de todo esto, y especialmente a partir de lo último, uno de los síntomas, el de la demora de unos segundos del motor en parar después de la desconexión de la llave, desapareció. Recuperamos la potencia pero con el ay en el cuerpo más en el mío que en el de Victoria que durante el proceso pudo ir a comerse tranquilamente una pizza a un pequeño y cuco local y luego ocupar asiento de butaca en primera fila en el taller durante la revisión de componentes físicos que no la reparación. Por mi parte apenas estaba con ganas de negociar la ganga de un ordenador portátil de la fujitsu siemens que un africano vendía por unos 250e Estábamos en una tesitura compleja: de un lado tenia la seguridad de que la avería reaparecía despues de unos cuantos kms, de otro malgastar ese margen de kms dado vueltas por la zona quedándonos dentro del país significaba desaprovechar la oportunidad de llegar a Nuackchott, al fin y al cabo a distancia de otra etapa parecida a la de Dakar-Saint Louis. El primer rato que estuvimos en Elton tuvimos una fuerte discusión por querernos hacer pagar por el borrado de los defectos desde el ordenador, cosa que finalmente hicimos, otros 20mil cefas tirados, aún asegurándoles que la reparación no estaba hecha. En el segundo rato de trabajo compartido nos hicimos amigos delos dos mecánicos, en el fondo nuestros posibles salvadores. Para llegar hasta su taller,(una de esas naves junto a la estación de repostación) nuestra furgo se detuvo unas 15 veces para recorrer un trayecto de 1 km, con la consiguiente incomprensión de los otros chóferes de la via pública que creían que nos complacía bloquearles el paso sin entender que pudiéramos tener una avería no parando de claxonearnos y gritarnos (el mundo real es éste, el de la calle, no el de los noticieros, y ese mundo real de la calle es tan duro que dan ganas de llorar). Despues de esta revisión que no reparación, fuimos a buscar recursos. Entramos en el recinto católico de Notre Dame. Vic se ocupó de la gestión de pedir acogida. El abbé Jean Louis no puso ningún problema. Yo estaba psíquicamente tan extenuado que dormí dentro de la furgo hasta anochecer. Mi pesadilla era un argumento simple pero obsesivo: conducía un vehículo que no permitía ser arrancado.
En Saint Louis, con los plazos de tiempo de estancia en el país, límite del seguro, el tiempo de visa mauritana ya consumiéndose sin haber entrado en el país (por esa afición que tienen las embajadas mauritanas a poner la fecha de inicio de visa la del dia de su solicitud y no la del dia de la llegada a su país) empezamos a barajar distintas hipótesis: desde arriesgarnos en la carretera y pedir que alguien nos remolcara en la próxima parada que tuviéramos a pedir que viniera alguien de España a remolcarnos a otras opciones como regalar o tratar de vender nuestras pertenencias y volver en avión. Por si habíamos querido aventuras ahí la teníamos servida. Definición de aventura: no tener ni puñetera idea de cuales van a ser tus siguientes pasos y estar a merced de eventualidades y factores que no controlas. Conducir un vehículo que sabes que se puede quedar parado en cualquier momento produce un efecto estresante que no recuerdo haber experimentado nunca antes, ni siquiera con los coches más cascados que tuve (un GS, un Renault 8). Vic me decía que ahora era ya mayor y por eso me afectaba más. Los sacerdotes nos informaron de un establecimiento que podria arreglarnos la avería. Por el momento lo que podíamos hacer era descansar todo el domingo y esperar al lunes para una nueva consulta con mi lista de Ps (P1671m PO404, PO191,PO201, PO202, PO203,PO204, U1600, nomenclaturas de las averías. Esta lista aumentaría en el siguiente paso por el programa). El problema de la avería es que no estaba localizada. No había una pieza concreta verificada que estuviera estropeada que pedir a Europa para cambiarla. Por otra parte desmontar la bomba o el tubo de distribución del gasóleo a los cuatro inyectores requería un dominio para el que de momento no habíamos encontrado ningún mecánico que lo garantizara. Todavía, en otro estado de carreteras arriesgarnos a hacer un recorrido de una tirada es posible que el motor aguantara. En África, con los continuos stops policíacos y los baches, el problema técnico inicial se agravaba considerablemente. Estábamos jugando a la ruleta con el número equivocado. Suponíamos que todo eso podía ser motivo de relato en el futuro si salíamos bien parados del asunto. Un problema nunca es un problema tan grave si lo puedes contar algún dia y reírte del mismo. Pero mientras sucede es como salir a escena sin tener el guión aprendido y sentir que haces un ridículo espantoso. Filosóficamente, de las adversidades se hacen grandes construcciones; psicológicamente, quedas hecho polvo cuando el panorama de las incertidumbres supera la tenencia de segurizantes. Necesitábamos amigos en Saint Louis para intentar compartir con alguien el viaje al menos hasta Nuackchott con alguien para que nos remolcara en caso de problema (esa era otra hipótesis). Seguía flipando. Mientras pasábamos por lo nuestro la gente que venia a pedirnos pasta o lo que fuera goteaba a nuestro alrededor. Incluso uno de esos tipos con una de esas llaves para bloquear ruedas con cepos vino a pedirnos que pagáramos por estacionar frente al primer taller en el que su dueño dijo de arreglarnos la cosa y luego no movió un dedo. Ante detalles solidarios como esos finalmente decides claudicar no por el hecho de pagar sino por creer en la gente. En el Elton, la segunda rueda de recambio, la de cubierta gastada, aquella que venia con un quinto tornillo mal puesto desde que habíamos comprado el vehículo y que tantos problemas nos creó para sacarlo del agujero roscado, al pedir ser equilibrada Dioup dijo que era imposible. Aún así la conservamos sobre el techo por lo que pudiera pasar. Mas vale conducir con una rueda desequilibrada hasta la posibilidad de su substitución que no poder conducir por no tenerla. Ese no era el principal de nuestros problemas. Ojalá los problemas de la locomoción fueran mecánicos, incluso como los de la transmisión a las ruedas y los soufflés con la grasa agujereados. Algo reparable frente a los misterios del circuito eléctrico.
Seguía asistiendo a esas clases puntuales de mi curso de mecánica del automóvil para las que no tenía la menor gana. Una máquina, un coche, lo mismo que un organismo vivo, tiene sus circuitos, sus partes, sus piezas, su ensamblaje, sus sinergias. Basta que falle una cosa para que se vaya complicando todo lo demás. Quizás con los primeros avisos del panel de iconos en Tambacounda debíamos haber tomado la decisión de volver para Cádiz en lugar de seguir para el sur hasta Gabú. Decirlo unos cuantos meses después cuando ya tal vez era tarde no tenia el menor sentido, salvo el testimonio de una decisión no tomada. Si todo esto nos estuviera pasando a bordo de un vehículo viejo y empleado para el viaje con la intención de abandonarlo o venderlo cuando fallara y volver en avión el impasse no hubiera generado ninguna ausencia de perspectiva inmediata y ninguna ansiedad. En la furgo teníamos mucho equipaje (encima la Corá, un voluminoso y delicado objeto). De todos modos renunciar a la furgo había que pensar en que estábamos obligados a su devolución a España para no perder la caución bancaria de unos 5000 euros que subscribimos con RACE para el carnet de passage. La lectura de todos los elementos de la cuestión en una lista era extenuante. Hablar con uso y con otros sobre toda la trama me hacía ponerme en el lugar de la furgo y sus complicaciones para andar como le toca a andar a una máquina. Amadou descartó totalmente que el problema fuera de los inyectores ya que en ese caso el motor marcharía a trompicones. No sabíamos el final de esta historia pero sí su desenlace y las causas colaterales a todas estas dificultades por llevar un vehículo con déficits, que desconocíamos, por topografías duras.
Todo se resumía a cuestiones de dineros y pagos. Otra visita a un cajero de CBAO para sacar otros 50mil cefas y enfrentar el pago de una reparación que no era tal. Al cajero accedí despues de que los dos guardeses uniformados se quedaran extrañados que preguntara directamente por su ubicación sin saludarles ("d’ abord, bon jour"). Mi mente estaba en otra parte como para estos detalles aunque siempre saludo con la cantinela en cuestión. Tras sacar el dinero de los dos guardeses el que no dijo nada y estaba sentado como los hacían los pugilistas en su rincón del cuadrilátero de cuerdas puso unos ojos como platos al oírme per no contesto a mi pregunta de si había cajero, el otro que sí me indicó donde fue el autor de la frase anterior entre paréntesis. Vivir para aprender.
Vic conseguía dormir, yo escribía sobre esos problemas para crear la ficción de sentirme por encima de ellos. Luego también me desconecté por la via de la cama intentando dormir la mayor cantidad de horas posible. La mente descansada sería la mejor aliado para enfrentarlo todo ؟todo?, bueno casi todo. No podía sucumbir al desasosiego. Vic enfrentaba la situación leyendo una novela histórica, jugando al solitario o haciendo un autodefinido. Si hay una persona tranquila, ésta es ella.
África no dejaba de sorprendernos. El periplo de la factura en Bosh de Dakar no tuvo desperdicio. Debí ir como cliente al almacén a comprar un filtro de gasoil de recambio. Esto generó una factura distinta a la del diagnóstico por ordenador. Con ambas fui acompañado hasta el establecimiento de al lado, el de la Citroën para pagarlas. Las facturas eran casi dossiers con arias hojas que se iban quedando en los distintos sitios incluyendo un volante en la puerta de entrada de la nave-taller. Antes, para acceder hasta aquí había que responder a un montón de preguntas del guardés vigilante que rellenaba un cuestionario y otras tantas a la salida con el de otro guardés. Ahí donde hay más modernidad africana, también hay más complicación y ralentí. Siguen copiando la forma externa pero no la función.
Acompañados por Etienne, fuimos hasta un representante de la Peugeot (nuestro motor es Peugeot aunque la casa del coche es Fiat) que dijo tener ordenes de no poder tocar otras marcas (algo aparecido ya nos había pasado en Lomé). Nos reenvió hasta otro lugar con un flamante cartel (comandancia de marina) para encontrarme el mismo mecánico que nos condujo hasta Elton y al que le dimos en mano 30500cefas dos días atrás. En principio se negó a echarle una mirada al vehículo porque no entraba en su recinto (una explanada cualquiera junto a un edificio en ruinas y con un tallercito de 4 metros de fondo u dos de ancho con montones de chatarra. Decidimos sacar la bomba de inyección y el filtro (sumergidos en el depósito). En el filtro aparecieron un par de gotas de agua y un poco de suciedad, tampoco tanta como para explicar el problema. Esta bomba funcionaba perfectamente bien. Tras reinstalarla cambiamos el filtro de gasoil. Todo eso con un mínimo de herramientas, hasta el puto que para desenroscar este filtro tuvimos que utilizar un cordón duro nuestro a modo de abrazadera. Supervisé todas las operaciones: cada tornillo, cada movimiento de brazos, cada detalle, cada guiño de ojo, cada observación. Por supuesto tampoco tenían llave inglesa y usamos la de nuestra pequeña y paupérrima cajita de herramientas. Recordé al francés que conocimos a la entrada del desierto en Marruecos y nos regaló una cincha que transportaba un carromato taller detrás de su autocaravanning. El hombre-tipo ideal para venir a África.
Yo ya tenía la decisión tomada que a un mecánico no se le puede sacar el ojo de encima. En el mejor de los casos que arreglara una cosa estropeaba otra como también sucedió en esta ocasión dejando de funcionar el indicador de carga. El mismo dia por la tarde, de uno de los muchos cazadores de blancos dejé que viniera Ibrahim a recogerme con su moto, una mobylette (en realidad la marca era piaggio) para llevarme hasta un supuesto albergue que era suyo, pero que luego no lo era, donde había varias auto caravanas de extranjeros estacionadas. Me pareció raro por esa referencia a la pluralidad pero acepté acompañarlo. Antes fuimos a ver otros dos mecánicos: Mustafá que volvió a la hipótesis de la bomba de alimentación estropeada pero que para intervenir antes había que aplicar un tensiómetro (un manómetro) para medir su presión. Me envió a Omair que supuestamente lo tenía. Una vez localizado este no tenia el tensiómetro pero sí el ordenador dentro de su oficina-taller caótico con otro programa de diagnóstico (el Autodat) en el que -para agregar un poco más de sal a la salsa de toda esa historia- no venía nuestra marca o no la supo localizar. Tanto el uno como el otro me inspiraron confianza pero este ofreció hacer el diagnostico por ordenador (para nosotros sería la tercera vez), asegurándole que esos programas no lo detectan todo y que todo nuestro circuito había sido revisado a excepción de la bomba de alimentación. Despues de ese par de visitas, a bordo de la mobylette, en realidad una piaggio, de Ibrahim con medio culo mío fuera de asiento y abrazándolo por la cintura fuimos hasta el auberge Ocean junto al hotel Dior, lejísimos, en la isla de los pescadores, donde supuestamente habría los caravanieri. Por el camino cambiamos de piaggio por otra peor y en la carretera hasta el albergue se paró en seco. ؟por qué no se me ocurriría tomar un taxi? En el albergue ni rastro de autocaravannings pero sí hubo uno que se había ido este medio dia. A quien sí conocí fue a una pareja Elena y Nacho de Asturias, que habían cruzado por la frontera de Rosso, viajaban con una cama-car y querían pasar unos meses en África (venían sin el carnet de passage y para cruzar esa frontera les quisieron sacar 150e que al final quedaron en 50). Siempre comentando la misma historia: cambian los escenarios y los personajes pero el esquema situacional es el mismo siendo los negros los cazadores y los blancos los cazados. Por la mañana durante la reparación habíamos conocido a Miriam y José que habían venido en avión con una remesa turística. Estos, a diferencia de la otra pareja un tanto amantes de la ayuda solidaria. Por todo el recorrido con Ibrahim en las condiciones que lo hicimos (،nunca más, lo juro!) le di regalos (las socorridas gafas de sol en celofán pero que vienen rotas) y le pagué el combustible pero me pidió el doble. No se lo regateé aunque pagué la carrera más cara que si la hubiera hecho en taxi (؟qué me dices de la emoción, cara al vent, reviviendo la voz de Raimon, olor a pescado podrido, viaje turístico de aventura por las dos islas, con un rato incluso para negociar con un vendedor comprar los pequeños djambée, 1500 francos en Dakar, y aquí 15mil unidad?). Al dia siguiente este Ibrahim me trajo un hombre que me ofrecía toda clase de ayuda.
-Mira tu eres un busnessman. Tu no has venido aquí para ayudarme si no para obtener tu propio beneficio. Sobre esta base si la reconoces aceptaré tu honestidad y podemos hablar, si sigues con el otro moco no quiero perder un segundo más contigo.
Eso lo recolocó. Después de un rato de hablar acepté que me llamara por teléfono alguien, que el contactara, y que hiciera la misma ruta al norte, con nosotros en un vehículo potente para ir en caravana. Ibrahim insistió en volver luego para seguir dando vueltas.
-No, por favor, con una vuelta ya tuve suficiente.
La tenacidad africana no tiene límites. Tienen el tiempo que si bien es una ventaja para quien lo tiene no lo es tanto para quien lo gestiona de otro modo (nosotros) y no está para malgastarlo con el ultimo que se sube a bordo de tu biografía.
Con nuestros tres anfitriones cada uno haciendo su trabajo y bastante despegados los unos de los otros, sin demasiada comunicación, nos pareció, entre ellos (Jean Louis se sentó a la mesa con dos auriculares puestos porque seguía un programa de radio) compartimos una comida en la que hablamos del camino de Compostela, de los mecánicos africanos y de las amantis, quizás las únicas que tienen más claro que nadie en toda esta historia que la vida pasa por comerse al congénere. En la paroise Notre Dame, nos sentimos como en nuestra propia casa (bueno el colchón de 8cms sobre barras de madera con un inter-espaciado de vacío no fue lo mejor). Usamos su despacho para acceder a internet y la sala de la habitación para cambiar de registro viendo un par de pelis y poniéndonos al dia de los fríos europeos. Aquí volvimos a la ducha fría notando que estaba realmente fría.
Vic y yo, como si el mundo se pudiera estar hundiendo, seguíamos con nuestras grabaciones de poesía, mi armónica armoniqueando (armoniquear es otro neologismo de Vic) y acompañando a su voz, y cruzando los dedos para que el futuro inmediato nos fuera favorable. Al dia siguiente de limpiar un filtro y cambiar el otro, tras esperar el reposo del vehículo todas las horas de la noche, sabía que nada más arrancarlo advertiría si el síntoma de la disfunción motora persistía. No me refiero al simple indicador rojo, sino al sonido al arrancar. Eureka, nada más arrancar el motor adquirió potencia de inmediato, tampoco hubo los segundos de más para parar el motor que seguía en acción. Eso no significaba ninguna garantía pero me dio algo más de confianza para tratar de hacer la siguiente etapa hasta Nuackchott. Tuve que tomarme todo el revés: como si estuviera matriculado en un curso de mecánica a la fuerza pagando lecciones prácticas supercaras. Una máquina tiene su lógica como todo. No es un ser vivo pero como si lo fuera, hay que tratarla así. En ese como si lo fuera debe estar la clave de todo. No se entra a operar a saco para mantener entretenido al usuario con la cara pasmada poniéndose en manos del (supuesto) experto, sino que hay que evaluar la situación. Los modernos motores eléctricos son más complejos. ،Qué tiempos aquellos en los que la mecánica elemental de un 2cv, un 850, un GS incluso, te permitía arremangarte y resolver el asunto! No, no es que fuera un experto en nada de eso, pero nunca antes había sufrido estrés porque un coche me hubiera fallado. Claro que me pude permitir el lujazo de abandonar un par de coches sin que sufriera por ello, además de motos. Vic me critica mi exceso de paternalismo hacia ella y que mi tensión es en parte debido a eso, la otra parte es porque remite al psico-cuadro dramático de la autora de mis días, de la cual es amiga. La furgo constituye otro asunto. Es nuestro símbolo, nuestro batiscafo de superficie, un nautilus con ruedas, nuestras piernas, nuestra libertad de movimiento, además de nuestro transporte de todo lo que llevamos de equipo y mobiliario. La perspectiva de volver sin él, algo que contemplamos, a parte del descalabro económico (la caución bancaria de 5000 euros y su posible venta muy por debajo del precio real) representaba un ataque a nuestro esquema mental, que por mucho que estuviera abierto a todas las posibilidades, en el fondo no contaba con que ésta fuera posible. Ramón, ante uno de nuestros emails de socorro, estaba pronto-dispuesto a venirnos a rescatar solo que su coche no tenia bola (nuestra tampoco para amarrarse a una). Íbamos a echar la moneda al aire y a ver lo que pasaba. Tal vez, despues de toda esa experiencia yo me atreviera con la mecánica de nuestro otro coche o de otros del futuro. Dados los tiempos que corren en que los coches de trinca salen erróneos en un porcentaje al final de la línea de montaje tampoco creo que con cuatro conocimientos estuviera dispuesto a dedicar mi tiempo a eso. El vehículo en pana hizo que no disfrutáramos de Saint Louis. No visitamos el segundo parque-reserva, así considerado, en una época en que llega toda una variedad de pájaros, tampoco que fuéramos por la cité a pasear y a mezclarnos con otros blancos para hablar de lo mal que está África o de lo perdido que anda el ser humano. La verdad es que la imagen tan estandarizada de parejas de extranjeros o de minúsculos grupos moviéndose por zonas turísticas, deteniéndose en las tiendas de souvenirs es una performance tan universal que uno termina por inferir algo increíblemente extraordinario: la gente hace miles de kms a todas las partes del mundo para terminar haciendo la misma conducta y entreteniéndose en toda esa barrera de souvenirs sin mezclarse con la sociedad real. Vic compara este comportamiento como el de los cerdos ante los comederos que se abocan sin pensárselo dos veces (como lo dice en francés, couchons, no suena tan mal). No, si ya no éramos turistas en enero todavía lo éramos menos en diciembre. Todo lo que hice fue cruzar varias veces el famoso puente de hierro que vino de Europa y que las reparaciones de mantenimiento han sido también europeos. El suelo es de tubos cuadrangulares de metal con unos socavones impresionantes (África es experta en socavones, incluso los tiene en las planchas de metal de los firmes).Por lo demás si me preguntan sobre las efemérides africanas no sabré citar ninguna, aunque algo parecido me pasaría si me las preguntaran de mi propio país.
Alejandro Othegy, de Radio Vallekas, una radio libre cuya página web está muy bien organizada, que seguía nuestro bloc, nos propuso radiar en un par de fechas el cuento Toubab de Vic y que pusimos en soporte audio. Ironizábamos que nos esperaba un futuro artístico en alguna parte pero primero debíamos salvar nuestros intereses más materiales y volver a terreno seguro, sanos y salvos. Claro que había que ser muy optimista para pensar que Europa era segura cuando seguían matando a gente de 16 años con un disparo de los que matan. Los campos de batallas estaban servidos: fuegos reales y enfrentamientos con la policía. La misma historia de siempre. ؟Dónde estaba la cultura democrática de los últimos 30 años? Lo que estaba claro es el alto voltaje de indisposición social. Quemar coches y oficinas nunca resolvió gran cosa. Lo sabe el historiador con más cates en su carrera universitaria, también el revolucionario mas torpe para el análisis social, pero la descontención popular necesita pegar a petates o a lo que sea. Eso no resuelve nada pero sirve para precalentamientos y gimnasias alternativas, también para que todos digamos, el mundo está mal, mal, mal, verdaderamente mal. Vivir en Saint Louis, vivir en Barcelona, podria significar exactamente lo mismo con un chute de relativismo pero no, mejor dejar cada cosa en su sitio y no hacer tanta teoría con calzador de que todo es lo mismo, quedaba decir de meter a cada uno devuelto a su lugar.
Se acercaba final de año y una eficiente y puntual agente bancaria de Abacus nos informaba de los intereses anuales de nuestro depósito en su plan de ahorro (más de 2mil euros que podrían compensar todos los agujeros y errores de pérdidas sufridos últimamente). Hablando de sufrir en un relato imaginario el sufrirésmetro empecé a concebirlo como una especie de arco por el que
Etienne, paciente, me acompaño al comisariat, en frente de la parroquia, para hacer un trámite del que veníamos hablando desde hacia meses: declarar la pérdida o robo del permiso de conducir, para al menos parar a próximos extorsionadores con algún papelajo a falta de cinta americana con que sellar labios. La anécdota de esa visita no tuvo desperdicio. El mostrador alzado de obra en el vestíbulo, copia del estilo de los usados por Scotlad Yard, hacia el atestado: un certificat de declaration de perte. Ese documento, como todos los documentos, tenia que llevar un timbre de 100fr que Etienne, previsor y conocedor de la idiosincrasia ya traía en su bolsillo de la camisa. Con el papelito fuimos a un primer despacho a poner un tampón, luego a uno segundo a poner una firma. El hombre de la firma era un hombre a un pitillo pegado del que no se soltó en ningún momento. El procedimiento fue más diligente de lo que esperaba. Etienne es conocido y eso facilitó las cosas lo mismo que el dia que fuimos al taller acompañados por él que a la primera rotonda, primer policía, con su pito nos paró y al verlo nos dejó continuar sin pedirnos nada. El rato del vestíbulo en el comisariat, una celda de paredes de barrotes a la vista de todo el mundo contenía los detenidos de la noche. Mientras hacíamos nuestra diligencia trajeron algún otro esposado. La escena le parecía natural a todo el mundo aunque eso violara los derechos humanos.
Las comidas con los 3 padres fueron enfamiliadas. Filomena, cariñosa, no volvía hasta su casa hasta despues de que hubiéramos cenado todos, los gastos de cocina eran escrupulosamente apuntados en una libreta, su pequeña hija Elene que la acompañaba en la cocina cuando estaba cansada dormía sobre dos taburetes juntos, recogida, ajena a todo, hecha un nudo recogido.
Los días de Saint Louis o tuve la menor gana de ir de visitas culturales o de compras o de paseo. Vic insistió para que saliéramos, una y otra vez, hasta que lo hicimos: silla de ruedas sobre arena y baches hasta el puesto más cercano de cacahuetes (compramos todas las micro bolsas de 25 cefas hasta dejar sin existencias a la pequeña cacahuetería). En ese puto decidimos volver a nuestro alojamiento sin haber recorrido siquiera medio quilómetro. Yo me deslomé en el intento y Vic se dio cuenta del absurdo de ese frenesí de ir a buscar cacahuetes diciéndome que volviéramos cuando ya estábamos en la calle. Han sido pocos los paseos con la silla rodante de este año que fueran agradables y ninguno sobre suelos mínimamente aceptables. Evidentemente el subtítulo de este libro "un viaje sobre ruedas" pasó a tener bastante de demagógico. No se puede venir a África con una silla de ruedas y creer que el mundo te abre paso y te rinde homenaje. Con las comidas con los curas introdujimos algunas conversaciones. Creen que la critica feroz de la sociedad francesa al catolicismo (u país que al menos los edificios de las iglesias son patrimonio del estado) permite la pujanza del islamismo pero también reconocieron que los primeros tiempos de introducción del catolicismo los blanco chantajeaban a los nuevos adeptos no dejándoles comulgar si el dia anterior habían practicado sus danzas.
La noche antes de dejar Saint Louis probé el arranque de motor que daba señal de potencia pero advertir una nueva señal: una macha de gasoil en el suelo e la vertical del filtro. Por la mañana del último día compartimos el desayuno y nos hicimos fotos. Cruzamos los dedos y arrancamos. No pasamos a ver al mecánico que desmontó la bomba de inyección y estropeó al recolocarla el indicador de carga ؟para qué? ؟Para dejar que estropeara otra cosa? En África aprendí a relativizar no cumplir la palabra dada en una cultura donde impera el oui irresponsable para todo y el pas de probleme afirmado desde la ignorancia.
Decidimos erróneamente cruzar por Diama. Los 50 kms de pista asegurados se convirtieron en 120, 35 de los cuales equivocados por no encontrar señalizada la ruta para Nuackchott. Con la incertidumbre de que el vehículo se nos parara durante el camino por pérdida de potencia y con más de 30 kms de pista con vadenes o cambios de rasante a causa de las dunas, (una de las cuales estuvimos a punto de embarrancar y nos vino de medio metro más no hacerlo) que frenaban la velocidad confundiéndolo con el problema de inyección de gasoil de las semanas anteriores. Una vez alcanzada la carretera asfalta, tras recorrer 160 kms despues y pasar 7 controles policiales llegamos a la paroise católica de Nuackchott. El padre Victor que conocimos en Keur Moussa nos había invitado. Una vez instalados en la habitación, limpia y confortable, nos dijo que el alojamiento costaba 20e por persona y día pero que si dados nuestros problemas no podíamos contribuir él asumiría esta suma. Comentamos de compartir la mesa con ellos por la compañía y la comunicación. Vino a decirnos que la comida no estaba prevista para nosotros y que no era posible. Un católico se parece a otro lo mismo que dos pájaros de distintas especies a juzgar por la enorme diferencia entre ellos, la que hay entre los curas de Saint Louis (Jean Louis Coly, Bruno Kane y Etienne Sarr) y los de la paroise de Nuackchott era una más entre tantas. En esta había dos blancos franceses (pere Jean, et pere German) y algunas monjas españolas que vinieron para no perderse la misa de ese día. A los blancos no mostraron mucho interés en compartir la mesa.
Nuackchott era solo una etapa. Lo duro estaba por llegar. La idea era hacer en una etapa única el salto hasta Marruecos, donde, en principio, estaríamos salvados porque al menos tendríamos asistencia técnica del RACC o el RACE si nos pasaba algo. El plan era no desviarnos para Nuadibú y mucho menos para Chinguetti (los más de 100 kms malgastados entre la pista del parque Diawlig y otra mas de 30 kms en obras, sin un solo obrero a la vista, los podíamos haber dedicado para esta histórica ciudad, pero mi energía estaba a cero y mis deseos de continuar viendo mudo también. Desplegué el ordenador sobre la mesa de la nueva habitación, que superaba los dos dormitorios anteriores usados, para contarle todo el asunto y completar el capítulo a falta de un hombro en el que llorar.
No puedo decir que me sienta traicionado por las máquinas porque ellas son las primeras que sufren conmigo sometiéndolas a un sobreesfuerzo para el que no fueron diseñadas, pero eso no quita la sensación de ir vendido con ellas tras pasar por la experiencia de fallos como los que tuvimos. Para recuperar la confianza con la furgo, tendrían que pasar miles de kilómetros rodando perfectamente.
Al menos salir a la calle, a la carretera, genera más detalles en directo para reportar del mundo y más palabras con qué hacerlo.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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