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martes, 18 de marzo de 2008

Por el suelo geografico


Clase de tortilla espanola

Cotonou barrio Donateh 11 marzo 2008-Portonovo 13 mar 2008
Cada ciudad, cada país, cada lugar tiene sus códigos específicos que lo distinguen. Cruzas una ralla y todo es distinto. Parece un absurdo. Es un absurdo. Cambias de geografía y te encuentras con los resultados de convenciones implícitas que regulan conductas y detalles. En Togo las campanitas en las mesas de los bares para avisar a los camareros nos llamaron la atención. Las hacen con hierros soldados de los que se usan para armar el hormigón en las construcciones, al menos con respecto al mango. Nos resistimos a usarlas aunque tienen su lógica: a veces el camarero desaparece en su trastienda y llamarlo con la voz lo hace menos localizable. El europeo no está habituado al grito llano, algo más practicado en África. Tenemos una teoría: una cultura es tanto más primitiva cuantas más onomatopeyas usa y mas evolucionada cuanto menos necesidad tiene de gritar. Es así que los españoles o los alemanes tienen más fama de brutos frente a los franceses o suizos por lo que hace a su cuota decibélica. En Cotonou un detalle clave son las scooter taxi. Una infinidad de motos de pequeña cilindradas con conductores que se ponen una camisola amarilla hacen de taxistas. Es la mejor manera de moverse por la ciudad aunque contribuyen enormemente a la contaminación. Cotonou es más ciudad que Lomé y nada más llegar divisamos talleres mecánicos. Es lunes y no podemos acogernos a los beneficios infraestructurales de la Casa cultural china o del Centre Culturale Français. Nos instalamos en un buvette donde pasamos pro el ritual de cocacolas-cerveza despues de beber leche de coco recién cortado y comer la pulpa. Hemos elegido el bar justo al lado de un monumento a las mujeres que cargan en sus jofainas los cocos. Hay dos mujeres muy jóvenes, la una carga con los cocos por partir, la otra con los restos de los ya partidos. Antes de que esta se vaya el tipo del bar la bronquea por haber dejado algún resto de corteza. Le tira al suelo despectivamente el barredor de mano. Ella limpia todo y mucho más que lo ensuciado. El barredor de mano (unas cuantas ramas finas atadas en un extremo) sigue siendo el más usado a pesar de que la escoba es conocida y de haber al menos un monumento con una mujer con escoba de palo en Bobo BF. Luego vuelve a cargar su jofaina y se va. Es admirable la destreza de esas mujeres con el machete agujereando primero el coco para vaciarle el líquido y despues troceándolo para poder arrancar su pulpa a medio crecer. Con un par de cocos a 100 cefas unidad incorporas suficiente energia hasta la próxima comida. El trabajo para recogerlos, cargarlos, abrirlos y trocearlos es mucho para esa cifra insignificante.
Por un momento el gesto soberbio del hombre del bar lo quiero tomar como excusa para no hacer la consumición en su establecimiento y buscar otro modo de protesta, pero para ese momento ya he contraído un acuerdo con la brodeuse de al lado para que nos haga costuras y bolsas de telas con el resto de tejido que ha sobrado de nuestros trajes. Además nos hemos aprovechado de la mesa del bar para comer cinco cocos entre tres. Lo cierto es que los hombres a escala genérica son los que mandan y los que más ociosos demuestran ser y la mujeres las que más trabajan. Esa es una recurrencia de todos los países visitados. En Cotonou vemos por primera vez mujeres vestidas de escaqueo que hacen de policía o pertenecen al ejército.
La brodeur sigue más o menos las instrucciones dadas pero abandono mi puesto de control y confío con ella. Eso significa que en lugar de hacer una primera costura en el borde de todo el tejido antes de confeccionar la bolsa la cose directamente sin aquella con lo cual queda menos reforzada. Creo que tal simplificación es un indicativo del síndrome de la costurera. Vic recuerda las muchas escenas a las que ha asistido dando explicaciones semejantes a mi madre, costurera de toda la vida, para reciclar telas para nuestros edredones y cosas semejantes. Aunque tengo menor experiencia con costureras que con mecánicos africanos y he de decir que sus trabajos son más predecibles la impecabilidad es solo una hipótesis. De los trajes encargados el otro día a Mme. Blanche, la camisola de Vic le va tan estrecha que ya tiene decidido darla y mis pantalones son tan anchos de cintura y algo cortos de piernas que me dan un aspecto de payaso. La mujer tomó medidas de mi cintura y del largo demás piernas pero aun así el resultado fue otro muy superior al de las cifras apuntadas. De momento voy con el traje entero puesto. Es lo habitual en África: los hombres utilizan pantalón y camisa del mismo tejido
Acompañé a Eric hasta el establecimiento de Migración para prolongar su visado de estancia, está en la misma calle que los centros culturales. En la frontera tan solo lo dan para dos días escasos y aquí le dicen que necesitan otros tres para prolongarlo. En los semáforos céntricos hay una avalancha de vendedores de todo; son muchas secciones del corte inglés sobre piernas: radios, planchas eléctricas, tablas de planchar, de todo. Mientras el semáforo no cambia de color tenemos rato para conversar. ¿pero qué queréis que hagamos con todo esto? No tenemos casa para usarlo. En los postes de los semáforos vemos carteles. Son eslóganes o citas religiosas escritas sobre cartones que son respetados. En nuestras andanzas mundanas solemos tomar nota de los eslóganes que nos encontramos escritos por los sitios. Es uno de los indicativos de los pensamientos mascados en el país. En Cotonou hay publicidades ideológicas tanto de tipo religioso como civil al cargo del ayuntamiento enseñando hábitos.
Tras un protocolo extraño conseguimos usar la biblioteca del Centre Cultural Français, en la misma calle que la embajada para tener un rato de sala con aire acondicionado, tranquilidad y electricidad. El encargado de sala me dice que le pregunte al del garito de admisiones y este me chuta por segunda vez a un responsable del establecimiento que esta hablando con una blanca en la sala de exposiciones. Le pido autorización para usar la sala. Lo concede no sin hacer varias preguntas de las veces que necesitaremos usar la sala. Nuestra condición de transeúntes le convence. La cuestión es que no son pocos los establecimientos públicos en todo el mundo que aun no contemplan tal fenómeno in crescendo: el de viajeros de paso por las ciudades que necesitan leer o usar las bibliotecas para seguir con sus ritmos intelectuales o sus ensoñaciones meditacionales abundantísimas. Nos pasamos el resto de la tarde en el local donde coincidimos con Eric que retoma el libro de la cultura du pays du Fons para sacar notas. Durante la hora de la comida hemos llevado nuestros boles con nuestra propia comida al mismo bar de anoche donde tomamos colas y flag y tertuliamos. El hombre del bar nos ha sorprendido interpretando “cielito lindo”. Vic lo ha acompañado como contralto. Hemos probado los paté, una especie de bollos fritos salados de harina acompañados de una picada de tomate y cebolla. Exquisitos. Se lo hemos comprado a una vendedora ambulante que pasa por delante. Las mujeres con las jofainas o las pequeñas cajas-vitrina a la cabeza son el espectáculo continuo de las calles. Su habilidad en el equilibrio es circense. Hemos llegado a ver como al final de la jornada el equilibro de la bandeja sobre las cabezas sigue manteniéndose cuando dos terceras partes o una cuarta parte de todo el contenido ya se ha vaciado y la que queda sigue concentrada en el mismo lugar de partid, por tanto excéntricamente. Amo la estética de esas mujeres en su forma pausada de andar que se corresponde c0on su forma pausada de hablar .África: el tiempo no existe, al menos no existe como concepto. Todo termina por suceder hagas lo que hagas. La convicción popular africana de este teorema es lo que hace andar las cosas o tal vez lo que no hace andar ninguna del todo. Visito la sala de exposiciones del centro y luego el patio donde hay mesas de bar y pantalla para proyecciones. Los centros franceses suelen ofrecer cine gratis. No nos quedamos a la proyección del día. Hablamos un rato con unos chicos, uno de ellos hizo su licenciatura en Lagos, los tres nos hablan de la cantidad de asaltantes nigerianos que hay. Uno de ellos, muy nervioso, ve peligros por todas partes y se espanta al decirle nuestro modo operandi en nuestro viaje. Cada vez es mayor el numero de gente de una o dos generaciones despues de la nuestra que no tiene vergüenza en expresar sus miedos a viajar por libre y pernoctar por los distintos lugares. Otro nos pide ir a España y que no tiene prisa, puede esperarnos hasta nuestro regreso. Ante esas demandas ya no nos molestamos en explicar su incoherencia. Damos nuestra palabra-password para que nos lean y punto, ni siquiera el email.
A la salida asistimos a una bronca descomunal entre un conductor de un 4x4 que ha sido pillado in fraganti mientras conducía hablando por el móvil y los dos policías que tratan de multarlo frente a su griterío efervescente y agresividad (en algún momento ataca a uno de los policías). Estos llevan unos chalecos refractarios con lucecitas intermitentes que les dan un aire de cómicos. Aguantan la avalancha argumental del que ha cometido la infracción frente a un grupo de espectadores. Nos vamos antes de asistir al acto final. Uno de los policías monta guardia en la puerta del vehículo para que el otro no entre y se lo lleve. Seguramente este esquetch representa el África real en aquellos países en que la ley trata de ser regularizada. Otro ejemplo en el que hay que dar la razón a los malos que obviamente no lo son siempre.
Tomamos la autovía de salida que en un momento dado se convierte en peage sin preaviso. Cotonou es la ciudad más organizada de todas las visitadas hasta ahora. Hasta que no ruedas por ella no te enteras que el carril de la derecha esta enteramente reservado a las motitos, que con toda seguridad superan las de Ouaga. Es una constante africana que las motos te adelanten por la derecha y se acerquen peligrosamente a tu vehículo. No tocar o chocar con alguien no depende de la probabilística sino de las posibilidades milagrosas de cada momento. A pesar de eso decidimos cambiar de ciudad al anochecer y en hora punta, circunstancias ambas y cada una por separado de suficiente peso como para no meterse por rutas desconocidas en esa clase de países. A mitad de la autovía elegimos el carril de los camiones para poder salir ya que el máximo de altura de los otros es de 2,5 m y dudo que con nuestros bidones y cofres podamos pasar por debajo. Pagamos el triple por punibles. Unos kilómetros despues nos equivocamos tomando la carretera hacia Lagos. Damos media vuelta teniéndonos que detener dos veces en el puesto de duana en el doble sentido. Para cuando llegamos a Portonovo enseguida localizamos un establecimiento católico. Pido por pasar la noche en el patio. N’hi ha pas de probleme. Salimos a cenar al restaurant cercano. Les pommes sautés tiran mas a fritas y el espaghetti sencillo excelente. Con el dueño quedamos sin concretar en que le enseñaré dos de mis especialidades: la tortilla española de patatas, y la tortilla de harina a la catalana (una tortilla que ha evolucionado a partir de mis investigaciones aunque no me consta que Arguiñano y otros afamados cocineros la hayan incorporado a su recetario). En ocasiones nos hemos encontrado con que ofrecen la tortilla española pero que es de Ambas tortillas harían furor en el África pobre aunque ambas necesitarían la importación del aceite de oliva.
A la mañana siguiente nos enteramos que estamos junto a un colegio. Cientos de niños pasan a ambos lados de la furgo. Una voz juvenil nos despierta al leer nuestra pizarra. Un rato despues, Eric que ha dormido dentro de su mosquitera en el suelo junto a nosotros, viene a decirnos que son las 7:30. Antes de salir de la cama Vic y yo participamos de nuestro rito diario de caricias. Tras un rato de búsqueda de la llave de la toilette que se nos proporcionó a la llegada (Eric, a su cargo, la busca por todas partes hasta encontrarla en el suelo de la cabina) el agua está cortada y la ducha no es posible.
Preparamos té y café de nescafé en la misma ubicación. Invitamos a te al contable del colegio. Le pido por recargar mi ordenador. Me ofrece un enchufe pero no una mesa. Estoy unos minutos para recuperar un último texto y guardarlo debidamente en cuanto la batería de mi ordenador no ha dado para más.
Visitamos la ciudad y el museo etnográfico. Pasamos el día entre varios establecimientos: bares y cyber, también un rato en la paroise François Javier donde hay sacerdotes españoles pero con lso que no conseguimos hablar por estar en su ronda confesional. Uno de los trabajos de campaña de los curas es ir a confesar a distintos puntos. Cae una tromba de agua que soportamos sobre el suelo enlosado de esta parroquia. Aprovecho para estrenar el paraguas de colores de parchís que compramos y también para limpiar un poco los cristales y algunas partes de la carrocería. Tras la lluvia todo vuelve a relucir. Nos dejamos llevar tranquilamente por la ciudad. En el hotel de Ville preguntamos para pasar la noche en su recinto custodiado. El hombre encargado acepta tras un si destilado con una cierta lentitud. Despues de una conversación sobre animismo del que es un firme defensor (los muertos vuelven para vengarse) nos vamos al Restaurant Prsident, donde ya cenamos la noche anterior y con quienes convinimos la clase práctica de tortillas.
A la hora indicada una troupe de unos 8 esperan. Para nuestra supresa, todos los preparativos que hemos pedidos que tuvieran en una visita expresa por la mañana están a la espera de nuestra intervención. La cocina sucia pero grande, un par de paellas con mangos de tubo metálico soldados al resto. Hago dos tortillas de una docena de huevos cada uno. La de harina con unos 35cl de cerveza flag, el resto la engulle el cocinero visitante. Vic, que no puede abstenerse de constituirse en ama y señora ahí donde ve una cocina se desmarca de su inicial de condición de pinche y se ocupa de una de las tortillas mientras yo hago la otra. A final hacemos dos tortillas de harina, que presento como tortilla de pobre a la catalana, y una de patatas, la verdadera tortilla española. No han salido tan mal. Tratamos de montar algo parecido a una celebración en dos mesas alargadas para el equipo. Unos vienen, otros no. Ningún acompañamiento a las tortillas, ninguna iniciativa. Ferdinand, el cocinero, togolais, y otro ayudante toman nota. Willy, el barman vive encantado la experiencia. La tortilla española triunfa en los paladares africanos, la de harina. Algunos la prueban y la devuelven s la bandeja, sin duda la tortilla de harina necesita más investigaciones. En realidad se mejora con queso de derretir pero entonces ya deja de ser tortilla de pobre.
Willy no quiere cobrarnos las consumiciones y tras la experiencia y una conversación con el único que se queda en la mesa con nosotros, Ferdinand, para completar instrucciones técnicas y las posibilidades que tiene un local como el suyo para tenerlo lleno cada día en lugar de lo vacio que suele estar nos vamos a nuestro alojamiento por una noche.
Los guardas del recinto del hotel de Ville nos esperan como si fuéramos de la casa. Pasamos una noche con toda la seguridad. A la mañana siguiente desayunamos en la pequeña cantina del lugar. Luego nos acercamos al hotel Detente para ver las posibilidades de dar un paseo por la laguna con una piragua vontratada y alguien que nos lleve. Lo desestimamos.
Cargamos algo de combustible. En Benin el gasoil está a 430 cefas. Aprovecho una fosa de mecánico con rampa para subir la furgo y echar una ojeada a sus bajos. No advierto ningún problema en la transmisión. Nos separamos de Eric ahí mismo. El se queda en la Gare Routiere y nosotros tomamos la carretera secundaria para Pobé. Objetivo: recorrer Benín hasta el norte. Vamos pasito a pasito por el suelo geográfico.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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