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lunes, 31 de diciembre de 2007

En nuestro propio tunel del tiempo

En nuestro propio túnel del tiempo.
Nosotros tambien hemos pasado por nuestro propio túnel del tiempo. Al estar revisando carpetas que por años guardábamos en nuestras estanterías del despacho y en un fondo de archivo de 30 o más años atrás chocamos con la evidencia de que lo guardado no volveremos a usarlo nunca y el deseo de rearchivarlo o tomar notas probablemente quedara en eso: en un deseo. Al principio las revisábamos lentamente costándonos renunciar a cada papel, cada revista, cada unidad didáctica, cada ficha, cada recorte de periódico, cada escrito o cada apunte. Cualquiera de las cosas tiene contenidas horas de trabajo y de lecturas desprenderse de ella nos lo tomábamos como un zarpazo. Según fueron pasando los días la velocidad de desprendimiento de ellas iba en aumento. Llenamos hasta unas 10 cajas de cartón semigrandes que embalamos y donamos. Podrían ser el ideal para una escuela: unidades didácticas de catalán, de inglés, docenas de gramáticas de lo uno y de lo otro, multitud de unidades de ciencias sociales, revistas de los años de la transición pero sus materiales especializados tal vez no convenzan tanto a la biblioteca donde las hemos donado, la de El Fonoll en la conca de Barberà. Ahí hemos ido de tarde en tarde a pasar unos días viendo como el pueblo se va reconstruyendo. Tal vez tengamos la oportunidad en el futuro de ir a pasar unos días y ayudar en la organización de los materiales si todavía los conservan y hacer una última mirada a las revistas clandestinas o semi de aquel duro periodo de la situación política española.

Con la casa patas arriba seguimos en nuestro proceso sin renunciar a nuestras actividades diarias.
Escribir a diario, ir a conciertos, a conferencias, seguir embalando. Embalar es un verbo que nunca nos habíamos aprendido tan bien como ahora, a pesar de una experiencia laboral que tuve puntualmente cuando viví en Paris como transportista de demenàge. Los franceses tenían o tienen un mayor ritmo en cambiar de casa que los españoles y se aferran menos al domicilio de por vida que éstos. Trabajé para una empresa especializada en trasladarlo todo de un domicilio a otro y recolocar las cosas en sus muebles exactamente igual que como las habían recogido. Los clientes podían dejar la vajilla incluso sin recoger de la mesa tras su última cena (no la de Jerusalén) y encontrarse con todo puesto en el siguiente domicilio a uno o pocos días vista (se supone que con la vajilla limpia). Ideal. No tenemos ni el presupuesto ni la confianza para ponernos en manos de nadie que haga esto, tampoco sabemos de nadie que lo haga en España. Es mejor así. El hecho de embalar es todo un proceso iniciático. Nos enfrentamos a nuestro pasado al abrir carpetas y desmontar estantes de cosas que no tocábamos en años. Muchas las tiramos, otras han formado para de la donación a una biblioteca pero la mayor parte han ido a parar lo que era nuestra biblioteca estudio. Poder embutir cientos de paquetes, cajas, carpetas de proyectos, maletas y bolsas ha sido un curso intensivo de ingeniería práctica del uso del espacio. Vic se quedaba a bajo con el coche aparcado en paralelo y todos los intermitentes puestos mientras yo iba descargando, ocupando el vestíbulo y luego subiéndolo todo al primer piso sin ascensor. No he hecho una estimación del número de escalones subidos y bajados pero deben ser miles. En las primeras semanas del almacenamiento he ido con mucho cuidado en poner cada caja en su lugar. Puedo dar clases de profesional experto sobre esto. En caso de necesidad y asesoramiento llámeseme sin compromiso. Las cajas deben estar completamente ocupadas en su interior para que no queden espacios que irremediablemente se doblaran con el peso de las de arriba torciendo las columnas y viniéndose todo abajo. Recuerdo de la experiencia parisina que mis compañeros de mudanzas más expertos se encontraban con estos reveses inesperados. La empresa además de trasladar también se ocupa del almacenamiento alquilándolo por metros cúbicos. Aprendí entonces que al occidental le cuesta mucho desprenderse de sus cosas aunque pasen años sin que pueda usarlas ni deje que las use nadie. Ahora también debemos reconocérnoslo en nosotros. Tanto Vic como yo somos unos perfectos acumuladores de cosas. Ahí donde hay una tienda Vic esta como cliente y por mi parte he sido un paseante confeso de mercados ambulantes y rastros. No creo que usemos habitualmente más del 10% de las que tenemos y aun es un porcentaje menor las que realmente necesitamos. La cantidad de frascos, frasquitos, botellas, garrafas, botes de pintura, de aguarrás, de disolventes y de elementos que tienen que ver con la limpieza doméstica y con la restauración de muebles –uno de los cursos que hizo Vic fue el de especializarse en reparación de muebles- ha sido tal, que sumarlos daría la cifra fronteriza indicadora de alguna clase de patología obsesiva. En los traslados, con las prisas, al menos cuatro frascos distintos se han derramado. A su turno el coche ha ido oliendo a amoniaco, disolvente o detergente. No somos/no soy tan desastre como lo cuento pero la falta de tiempo es mi coartada.
Las últimas incorporaciones de objetos ya han sido sobre los otros con no tanto cuidado. Los 25 metros cuadrados de superficie multiplicados por los, debe hacer, 2,50 de altura, lo que de en metros cúbicos, es lo que ocupa casi todo lo que hemos trasladado. Por no faltar no falta un mástil con la vela enrolladla de una tabla de surfing y un parasol. Cualquiera que acceda a esa habitación se encontrará con un minúsculo pasillo que lleva hasta el balcón. Recorrer los 5 metros puede demorar un cuarto de hora. Las plantas del balcón: una ficus y yucas especialmente han quedado a su suerte. Se han quedado con suficiente cantidad de agua para pasar medio año, a partir de entonces las he condenado a la deshidratación. Me siento culpable por eso. La idea inicial de trasladas y replantarlas en el jardín comunitario del que se ocupa Isaac en su inmueble no se ha concretado. Las cosas lo mismo que las fotos o las grabaciones musicales son pretextos para el recuerdo. Cada cosa te lleva al contexto en el que la adquiriste y lo que te dio como experiencia. Estas semanas de traslado hemos tenido tiempo de recordar por lo que hemos pasado, de donde venimos, qué sueños tuvimos. Propongo que tantas sesiones de ese traslado sean tenidas en cuenta para mi medalla de mérito al trabajo. Si debo ser tenido en cuenta como héroe para algo que sea por ese traslado. Nunca antes dediqué tanto tiempo a una cosa de este tipo a pesar de las bastantes veces que me he cambiado de domicilio. El viaje de un domicilio a otro es un viaje por el tiempo. Es la hora de tirar y deshacerte de cosas, también la de ridiculizar convenientemente objetivos y entretenimientos que habías tenido en el pasado y que ya son demodés o no tienen la menor actualidad. No me veo haciendo la misma heroicidad en el sentido inverso: trasladando todo del estudio almacén a casa cuando la recuperemos. Intuyo que por poco que podamos cambiaremos de casa a nuestro regreso buscando algo con más espacio, más diáfano y con menos objetos.
Dado que Vic tiene sus dudas que en el Estudio se puedan encontrar cosas, ha optado por llevar parte de su ropa y documentos a otras partes. Es así que hemos dejado unas cajas de documentos en casa de Ramón en Barcelona, el coche cargado con otras maletas y su moto eléctrica en uno de los garajes no usados de Federico en Madrid y una maleta y una gran bolsa de nylon en casa de Paco-Mari Carmen en Puerto Santa María. A pesar de todo este reguero algunas de las cosas que no vamos a usar durante se han quedado en la furgo.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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