Etiquetas

PSICONEWS

martes, 7 de octubre de 2008

La danza del cisne.





Serekunda (Gambia), primeros días de octubre.

Es la próspera ciudad cerca del convento de monjas de SALOM, SEREKUNDA (me encanta como suena), nos instalamos en el centro cristiano de acogida:”Gambia Pastoral Institut” porque dichas monjas cerraban todo este mes de octubre. La habitación es espléndida, muy limpia y soleada, a pesar de tener la ducha y el WC dentro no huele a humedad como en otros sitios donde hemos estado. Estamos solos en el pabellón de invitados donde hay una cocina y comedor comunitarios. Después de organizar nuestras cosas, comer, ducharnos, lavar ropa y teclear, decidimos salir a dar un paseo en silla y buscar bancos. Eran, aproximadamente las 18h cuando nos aventuramos a tal paseo. El sol todavía iluminaba el día. Las calles estaban llenas de jovencitas y jovencitos luciendo sus mejores galas. Ellas con vistosos trajes siempre de falda larga y la mínima expresión en su tronco, todo ello bien ajustado y los tacones casi de aguja en zapatitos transparentes o brillantes como el del cuento de la Cenicienta, complementan el atuendo; las niñas de unos seis o 10 años también imitaban a las más grandes pareciendo pequeñas señoras o enanitas. Ellos, con trajes completos: casaca larga y pantalón haciendo juego en colores pastel predominantemente. Se celebra el fin del Ramadam y en todos los países donde el Islam es mayoritario, es fiesta. En casi todos los puestos callejeros venden cosas especialmente para estas inmensas pandillas de jóvenes y niños musulmanes que recorren las calles infatigablemente, luciéndose y comprando despilfarradoramente. Efectivamente es un día especial para el islamismo, es como si los ciudadanos de otras religiones se los hubiera tragado la tierra. La calle está prácticamente tomada por la felicidad y la alegría musulmana. Jes, como Indiana Jons, empujaba rauda e infatigablemente la silla y a su ocupante (yo). Aceras llenas de barro o con charcos-piscina nos obligaban al salir al asfalto estrecho o roto en grandes muescas debido a los efectos de la lluvia. El tráfico es una locura y no hay suficiente espacio para la silla y los coches: mi brazo intenta relajar a los conductores y recordarles que somos más vulnerables que ellos. Insospechadamente, un gran vehículo se para con el fin de dejarnos atravesar para llegar al banco con expendedor de tarjetas de crédito, le dijimos mil veces gracias con nerviosos gestos y expresiones de agradecimiento en nuestras caras. Nada, sólo acepta tarjetas locales y de su titularidad. El guardián del banco nos informa de un amigo que nos puede cambiar dinero. Viene el tal cambista, a Jes le parece justa su propuesta y cambiamos 100€ por 800 dalasi que ellos denominan “dala”, así cuando hablan deprisa piensas que te dicen “dolars” en americano; el joven se le ve serio y formal (32 dalasi=1€), después del negocio nos presenta supuesto de plátanos y naranjas de importación, carísimos y nos despedimos contentos por ambas partes. Vamos a tomar una cerveza en un agradable local de una señora con aspecto de ser muy lista e inteligente. Hablamos un poco con ella y esto nos confirma nuestra intuición. Ya es de noche y decidimos volver a deshacer los casi 2 kms de accidentado y caótico camino. Nos ponemos nuestros frontales para ser vistos y, como siempre, Jes coge la directa como si estuviéramos en pleno día. Yo me aferré a la silla para no salir despedida a causa de un traspié o de una frenada brusca debido una piedra u obstáculo invisible en la negra noche; mi conductor sigue teniendo mucha prisa y el asfalto por donde vamos no ofrece garantías de seguridad, a pesar de nuestras luces y de mis gestos; nos adentramos casi a ciegas en el mar de fango de la acera. Y...¿qué pasa? ¿Dónde estás Jes, qué hago yo clavada y acostada en el barro con los pies para arriba como una tortuga boca arriba y aferrada a la gran sandía que acabamos de comprar? Jes también está en el suelo con su pierna derecha oculta por mi respaldo y peso y su pierna izquierda tiesa y desobediente en posición de deslizamiento como si fuera un bailarín de danza clásica que hubiera caído expresamente en esa postura después de un precioso salto en el aire. No, en la oscuridad las pistas deslizantes que proporciona el barro son imposibles de ver y Jes pisó una de ellas en su carrera contra la noche. El fuerte y bello cisne quebró su elasticidad forzando las posibilidades de sus piernas, en medio de la oscuridad y desafiando a su naturaleza ya no tan joven.
Depués de reposicionarme y él ponerse de pie, le pedí que nos acercáramos a una especie de banco donde pudiera descansar; dejar la maldita sandía para tener las manos libres y poder darle algún pequeño masaje de urgencia. No le pude ni tocar, parece que un nervio trasero de la pantorrilla izquierda ha sido afectado; así que, con su pierna muy dolorida, decidimos continuar antes de que lo que parece una distensión muscular se enfriase y le doliera todavía más. Pero como Jes es “genio y figura hasta la sepultura”, aún tenía ganas de pararse en un super de filipinos en busca de cervezas: rampa vertiginosa, más sobreesfuerzo, y rechazo de las birras por tener el mismo precio que en el bar; lo único positivo de esta última incursión fue que compramos un multiconenctor de enchufes que necesitábamos. Todavía un kilómetro de caminata dolorosa. Por fin llegamos a casa y le puse una milagrosa crema que actuó de anestésico. La noche fue un poco toledana, pero durante le día de hoy parece que se mueve aunque cojeando.

La naturaleza de Jes parece de hierro, ha sufrido en sus piernas y en su cuerpo accidentes gravísimos, autodiagnosticados y curados por él mismo: una vez saltó una portería de fútbol de dos metros jugando a ser funanbulista, cayendo de talones sin romperse nada, pero con dolores que le duraron muchos meses. Otra vez estuvo cogiendo fruta todo el día sobre una escalera y, cuando quiso moverse, las pernas no le repondieron y se le paralizaron durante días. En otra ocasión se estrelló con una furgoneta rajándose el antebrazo: le cosieron y él continuó el tratamiento poniéndose emplastes de arcilla hasta conseguir cicatrizarla. Así con casi todas las cosas que le pasan. Él escucha a su cuerpo y sabe lo que ha de hacer con él. Pero su intrepidez y gusto por el límite de sus posibilidades no han mermado a pesar de que, cada vez más, los años, a todos, nos hacen más volubles y menos ágiles.

El bello cisne ahora tiene que empezar a releer su cuerpo porque está cambiando y acumula más de una cincuentena de años: es el resultado de una vida muy intensa y empieza a estar cansado. Los paseos empujando mi peso por lugares casi impracticables requieren de la gran habilidad en el manejo de la silla que Jes tiene, pero de unas condiciones físicas excepcionales, como las que hasta ahora ha tenido. En nuestras conversaciones sobre este viaje y los futuros, yo insisto en que se requerirá de una infraestructura diferente para que los dos seamos y nos sintamos útiles. Cualquier vehículo que yo no pueda manejar será una carga para ambos. Todavía estamos en la etapa de priorizar el coste económico sobre el coste del desgaste físico y psicológico de ambos en estas aventuras. Yo espero que algún día consigamos viajar en igualdad de condiciones, llevándonos mutuamente y no uno “paseando” al otro.

Domingo 5 de octubre, parece que, estos días de reposo y sin paseos le han sentado muy bien a la pierna de Jes. Sólo le molesta cuando le toco el nervio afectado, pero no al caminar. ¡Qué suerte! ¡Qué naturaleza la suya!

No hay comentarios:

Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

Flash en el Grafito

Flash en el Grafito
GrafitoEnmarcado