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domingo, 4 de enero de 2009

El Robo

El robo: corolario para una historia no exenta de victimidad. Benzú 31 de diciembre 2008
Empezaba nuestro último capítulo de una historia que para otras lecturas podríamos habernos evitado. Una historia no tiene porque llevarte a hipótesis muy distintas de antes de hacerla. A veces te las confirma como sería en nuestro caso. Ninguna historia empieza con una experiencia cero y cuando termina tampoco lo hace con el top numérico que la agote. La experiencia personal anterior apuesta por la manera en que será vivida la próxima. Venir a vivir a África una temporada nos hizo más realistas de sus verdades y menos pavos por lo que hace a sus interpretaciones dominantes sobre el continente subdesarrollado. No abanderaríamos ninguna campaña por restablecer verdades (¿restablecer? Las verdades no suele ser los parámetros más establecidos sino que lo son sus contrarios). Que cada pío, solidario, voluntario creyera en lo que quisiera.
Este diciembre era especialmente frío (no lo recordaba de otros diciembres pasados en Marruecos). Dormimos con las puertas delanteras cuyo seguro no cerraba gracias al diseñador y a la plaisenterie del gendarme que nos paró. Con una cincha de lado a lado dado el cierre roto de una de las puertas No fue hasta la mañana siguiente que nos reinstalamos en la misma cafetería para desayunar y escribir que no echamos a faltar el ordenador de Vic. Los enfrentamientos convivenciales entre nosotros dos reducían nuestra capacidad de atención. Vic puede hacer la gran discusión por detalles absurdos (el pot de nuit de los dos privatizado para ella) y afectar una situación en la que desatendemos tato ella como yo otras cosas importantes. Su ordenador no estaba en el lugar en el que solíamos dejarlo (encastado entre los dos asientos). Por un momento pesé en la posibilidad que su ordenador se quedara en el carro de compra del Marjane, donde entramos con los dos ordenadores y las bolsas personales. Pensé en eso porque en una ocasión en un Lidl tras una compra de comida en Algeciras olvidé un par de latas de cerveza sin darme cuenta en uno de esos carros que inmediatamente las recogió u tipo que pasaba por ahí y que tenia aspecto de necesitarlas más que nosotros. La conciencia de este lapsus era más alarmante que la perdida concreta resultante del mismo. Pero, no, no pudo ser eso. Eche un par de ojeadas al carro despues de sacar las bolsas de compra y lso ordenadores y nuestras bolsas personales; una al separarlo de la furgo y otra al reunirlo con el lugar donde están todos concentrados. Además siempre miro a mis espaldas como criterio fijo cuando dejo una cosa o me levanto de un asiento o un espacio en el que he estado. Todo indicaba que lo quitaron del lugar guardado entre los dos asientos la misma noche que vimos la puerta abierta y que yo creí olvidada. Si bien el candado de la puerta corredera lateral estaba puesto no puedo asegurar que cerrara los seguros de las puertas delanteras (alguna noche durante este año había olvidado hacerlo. Hace años en Skopje dormimos estacionados en la calle toda, una noche con las llaves puestas en la cerradura exterior) Me pregunté si los vecinos autistas no lo eran tanto y no perdieron el tiempo. Eso explicaría que se fueran sospechosamente a mitad de la noche y hacerlo por ladrones a la escapada no por asustadizos de nuestra presencia, Avergonzado por nuestros errores no tuve ningún motivo para celebrar mi aniversario. Las desavenencias con Vic crecían considerablemente por sus errores y por los míos, por no poder tolerar yo sus broncas continuas ni ella mis observaciones (que también consideraba broncas).Sabíamos que nos arriesgábamos al deterioro de nuestra relación por ese intensivo de convivencia tan largo. Con este tercer ordenador robado era el tercero que perdíamos desde que teníamos alguno y el segundo quitado de la furgo o éramos muy ricos o contribuíamos involuntariamente a la alegría de otros a nuestra costa. ¿Qué clase de códigos tienen en sus subterfugios los ladrones para justificar sus actos? Demasiados errores para poderlos tomar a broma y contarlos como si no hubiera pasado nada. Ella, además, no había tenido la precaución de hacer copia de sus originales. Teníamos decidido a principios del siguiente años, comprarnos otro mejor para ella y yo usar el suyo de unas 12 pulgadas y mucho mejor que el mío con un precio que lo doblaba. Esa perspectiva de compra no atenuó el sentimiento de estúpidos. Perdíamos ambos, ella y yo. Yo iba a heredar el suyo dado que el mío tenia ya un exceso de sobreuso (la tecla ene ya se había perforado y en mis palabras con ene ese signo tenia que ser repasado). Ella no usaba el suyo a diario, por eso no advertimos la desaparición hasta dos días después. Esta perdida demostraba que los peores enemigos éramos nosotros mismos y no todos los demás asaltadores de caminos. Esa era nuestra lección: quienes nos crearon más incordios durante los meses precedentes no nos crearon tantas pérdidas como las sufridas en el país, supuestamente más seguro, Marruecos, y en todo caso con mayor cuota de turismo. Fuera de Agadir dirección Esssaouira elegimos ese lugar para pasar la noche por no encontrar las explanadas de campings libres. De habernos metido en el camping recintado y custodiado que descartamos por o identificar aquel ambiente probablemente no habríamos sufrido esa pérdida y solo habríamos gastado 80dh frente a los 1100e del ordenador. Además estaba por ver si no habíamos perdido otros objetos robados. En el estuche del ordenata también había el cable para descargar la memoria de la cámara digital, lo cual en principio quedaría paralizada de no encontrar un cable sustituto. Vic había decidido guardarla ella por no fiarse de mi custodia en mi bolsa de manuscritos (el objeto más celosamente guardado despues de mi ordenador y mi cabeza). En Saint Louis descarté comprar un portátil Fujitsu que habría obtenido por 200e. Quien lo vendía se molestó porque le pregunté si había sido robado. Con lo sucedido ahora el exceso de confianza tanto de Vic como mía nos ponía al descubierto lso restos de idealismo ante la vida que nos hacia un flaco favor. Yo reactualizaría mi lista de robos sufridos durante toda la vida (alrededor de una docena y media) y ambos repasaríamos nuestros criterios de autoprotección que a la vista estaba que no funcionaban. Nos habíamos dicho revisarnos el uno al otro nuestros objetos y bolsas y verificar los detalles de la furgo. A partir de la acumulación de mis ays por no encontrar una cosa u otra desistimos de las revisiones rigurosas.
Como siempre, la experiencia del robo reactualizaba filosóficamente la reflexión sobre pérdidas y restas. Mi mejor teoría sobre la adversidad y sus enseñanzas ayudó más bien poco a recuperar mi felicidad. Lo que era evidente es que cada robo superaba la cuantía de pérdidas del anterior. Eso también era un indicativo de que nos sobraban recursos que otros decían apoderarse de ellos. Luego entonces el ruido de bolsas de plástico que despertó a Vic en la noche de autos no fue la falsa alarma que creímos de cinchas de los bidones movidas por el viento (no hacía viento) sino por una mano intrusa tratando de llevarse algo más nuestro. Siempre que paso por la experiencia del robo me siento doblemente estúpido con nuestra banderita de pace y nuestros carteles de amor universal. ¿Qué le haría a un ladrón si lo pillara in fraganti? ¿Decirle, no lo vuelvas a hacer, niño-malo? ¿Cortarle la mano? Una vez me dijeron que Arabia Saudí era el país más seguro del mundo porque alguien podía dejar olvidado un maletín en algún lugar público, volver al cabo de varias horas y encontrarlo in situ sin que nadie se lo hubiera llevado. En una ocasión dejé olvidada mi chaqueta con mi cartera con dinero en el respaldo de la silla en la que había estado sentado en un bar en Ripoll. Unas cuantas horas después, cuando ya había cruzado la frontera con Francia, advertí el olvido y regresé sobre mis pasos. Recuperé la chaqueta sin que nadie la hubiera tocado. Un premio a favor de los parroquianos de aquel lugar. Algo parecido me pasó al menos tres veces con la misma cámara fotográfica de las de antes de la era digital dejándola en el respaldo de la silla (en un restaurant chino en el Médano, en otro restaurant de Sant Cebriá de Vallalta y en otra ocasión más volví sobre mis pasos cuando deje una cafetería atiborrada de gente en Sitges para recuperarla también dejada en la misma forma que las otras). Eso da un perfil de lasitud o de déficit de auto vigilancia. Hubiera preferido otro perfil de dotación y afirmar: nunca jamás he olvidado nada, he perdido nada y nadie me ha robado nada. Ya no sé que es peor si ser victima de una pérdida por negligencia personal o serlo por robo a mano armado secuestrado en casa ay cortándote en pedacitos (primero un dedo, despues la oreja, luego un tajo en la nariz y asi sucesivamente hasta quedarte solo con la boca y la legua para seguirle diciendo a tu criminal: he dicho no, no y mil veces no) para que le des el pin de tus tarjetas de crédito. A mis propios lapsus de olvido he de añadir los de Vic. Somos dos a los que bastaría poner alguien a seguir para ir recogiendo lo que pierden o se dejan robar. Desde siempre le reprochaba a Vic que es un agujero permanente en su bolsillo y no muestra tener mucho cuidado con el control del dinero o las matrículas de cursos pero la verdad es que ambos hacemos un buen equipo para ganar el guiness de robos y pérdidas.
La cuestión es que el robo de este ordenador os llevaría a declararlo para tratar de que el seguro de la visa nos lo cubriera. Ya sabíamos que el del coche no lo hacía por la experiencia de robo del anterior del mismo coste que éste. Eso alteraría los planes inmediatos. Yo debería continuar el año próximo con mi hp viendo como las letras seguirían despintándose y perforándose y Vic al menos dejaría de jugar a los solitarios. Tras cada robo el sentimiento de inseguridad crece algo más, los dispositivos de autoprotección deben aumentar algo más y las conductas personales quedan modificadas siempre en virtud de la hipótesis de victimidad. La tesis de un futuro mudo de paz, seguro y fraterno, fiable y tranquilo volvía a alejarse más de mi perspectiva de campo. Para cuando nos hubiéramos restablecido sentimentalmente de esta perdida Vic, que estuvo llorando de importancia, me diría que hay que confiar en lso demás, que la gente es buena y que no se puede vivir la biografía desde el drama, y yo, yo, le diría que no, que la gente no es buena sino que construye protocolos y semblantes para darte el pego de que lo es, que no se puede confiar en ella, que la desconfianza es la pandemia más universal de todas y que una biografía intensa es inevitablemente dramática, especialmente cuando dejas abiertas tus puertas (tanto en el sentido metafórico como literal). De hecho cada vez que cierras candados, pones cancelas, levantas muros, pones alarmas, cambias las puertas por unas de planchas metálicas, pones dobles cerraduras y ves aumentar tu manojo de llaves, estas demostrando que el mundo sigue en guerra. Eso ya lo dijo Hobbes que acusó de hipócritas a aquellos que se sorprendían por su filosofía desesperada ante la condición humana. Les vio a decir que alababan una condición potencial inexistente mientras al mismo tiempo nadie se fiaba de nadie encerrándose e sus casas y cerrándolas a cal y canto al salir de ellas.
Toda historia aventurera que se precie necesita al menos un robo de envergadura. Siempre habrá alguien que nos dirá que es mejor eso que no haber salido físicamente perjudicados. De acuerdo con lo que pienso cualquier historia que se pueda contar, por llena de adversidades que haya estado, es siempre mejor que no tener boca en vivo para contar ninguna.
El signo de esta pérdida afectó la última semana del año. En Esssaouira solo nos detuvimos unos minutos para tomar un baño tras superar la franja de algas. Al tipo del parking con un talonario tratando de que le pagáramos le dije que solo iba a tomar una ducha en cinco minutos y que nos íbamos. No insistió en cobrarnos aunque resistiéndose a hacernos ese gran favor, repitió una de esas frases que una voz en eco siempre te repite en todos los escenarios: "en la vida no hay nada gratis, se paga por todo". En el parking un gran cartel decía que no podían estacionar campers. Esssaouira es una ciudad que nos gusta. La idea que e principio teníamos de comprar más cajas de madera de tuya en el barrio de artesanos tal como hiciéramos otras veces en el pasado, no la llevamos a cabo. Volvimos sobre nuestros pasos a 7 kms para tomar el desvío de la costa y reseguir para el norte. Nos detuvimos en Oualidia para usar un establecimiento chic que anunciaba internet wifi y seguir con nuestros ordenadores, no, perdón, con mi ordenador. Empecé a escribir todo esto para sacarme el demonio del cuerpo, el mal estar, saber que tocaba integrar la experiencia y seguir para adelante, mañana sería otro día y lo más importante pese a todo era la memoria biológica de uno y no todo lo que pudiera contener una memoria digital.
Retomamos la ruta hasta El Jadida, una de las ciudades más bonitas del Atlántico africano. Recordamos la ultima vez que estuvimos aquí dos años atrás. Vic no pudo hacer su práctica de clarinete aquel dia ni el resto del viaje, estando al principio de su carrera de clarinetista, porque el instrumento se cayó accidentalmente rompiéndose la boquilla. Pensé al evocar eso y otros adversos que se presentificaron que tenía motivos sobrados para fundar un club de los desgraciados, en el que a la postre fuera el socio que le tocara pagar más por la patente de la idea. Vic me dice que no cotara que ella y que en todo caso montaría un club oponente. Si hay alguien que quiera comentar y comparar su lista de infortunios con los nuestros para esto sí puedo dar citas al amanecer frente a una taza de té humeante y unas pastas crujientes. El paseo marítimo de El Jadida es largo y usado. En las formas de andar, los vestidos ceñidos de las chicas más jóvenes, las parejas abrazadas o tocándose sabes que esta es un África distinta.
Decidimos pasar la noche en esta ocasión en el paseo eligiendo hacerlo delante de un hotel Ibis. Un francés de otro autocaravana nos dijo que nos podría echar la policía por nuestra propia seguridad. A pesar de la advertencia decidimos quedaros. La policía que vio nuestras intenciones o dijo nada, esperó hacerlo pasada la 1 de la noche. No hay (había) ningún señal de prohibición. La policía más civilizada no deja de cumplir con el rol de hacer de perros de su amo. Para el mánager del Ibis que alguien se instalara frente a su hotel sin pagar los 440dh por pasar la noche y aprovechándose de su iluminaria y de su guarda le resultaría demasiado provocativo. Ibis pasaría a ingresar la lista de nombres con que no querría tener nada que ver en el futuro. Probablemente nunca alquilaría en el futuro ninguna de sus habitaciones en ciudad alguna. Eso no era resultado de un frio y rencoroso cálculo sino de algo más natural: una interiorización simple de asociar este nombre a su presión contra los caravanieri por aparcar una noche en un espacio público. Eso me recordó que en una ocasión en una estación de carburante de la Shell no admitieron servirnos por no aceptar nuestra tarjeta de crédito perfectamente válido. No recuerdo el país. El caso es que en aquel tiempo solo admitían tarjetas de pago emitidas por la misma cadena. Este detalle unido a la lectura de críticas que circulaban de la Shell fue suficiente para que no eligiera una gasolinera con la concha para ir a repostar a no ser que fuera inevitable. Ojalá eso fuera resultado de mi vengatividad. Es algo más rutinario: descartar unos nombres y marcas en mi relación de consumidor lo mismo que lo hago con otros productos envasados que me defraudaron tras probarlos.
Nos trasladamos de madrugado hasta la siguiente población, Azemmour, para pasar el resto de la noche. Al amanecer buscamos otro bar-despacho mientras nos dejamos mimar por las imágenes de buceos y animales marinos de Animaux, un canal francés. Comentamos que las personas que se dedican a la etología deben ser incomparablemente más felices que las que nos dedicamos a la sociología o a la psicología. Las ciencias naturales son más gratificantes para el observador que las ciencias sociales para el analista que encima cree ir de protagonista de acontecimientos.
Marruecos muestra una actividad laboral que no hemos visto en lso otros países al sur. La escolarización es notoria, la actividad callejera empieza temprano y es voluptuosa. Los aparcacoches y los individuos que viven de guardar lugares de estacionamiento públicos son un pequeño gran ejército.
Vic me dijo que su club se llamaría Los Optimistas Empedernidos y que el mío seria de Los optimistas mal informados. Me sugirió algunos nombres de reparto como posibles socios dentro de mi cantera de amistades. Un repaso somero de ellas arrojar. En nuestros ratos tontos y para descargaros de tensiones y otras roñas hablábamos de chorradas como ésta.
Seguimos ruteando para el norte tranquilamente, ahora disponíamos de tiempo. Pasamos una noche en Assilah dando una vuelta allegar por la explanada del aparcadero de autocaravanieris donde el grupo mafioso local quiso sacarnos 50dh para estacionar sobre el barro. Ni siquiera comentamos nada y nos echamos a reír para enfado de los oportunistas de turno, este tipo de gente que nada mas verte llegar con tu vehículo salta como saltamontes tratando de apoderarse de tu ingenuidad. Nos trasladamos ante el hospital donde pasamos tranquilamente la noche tras hablar con los guardeses del garito de custodia. Al día siguiente proseguimos hasta Tánger donde relocalizamos la calle (una de las peores de la ciudad que siguen sin arreglar, con el asfalto muy degradado y muy empinada. Consejo para los vecinos: tener un 4x4) en la que el padre de Vic compró un pequeño terreno en la época en que estuvieron viviendo en la ciudad. Íbamos a ver si el oso, (según esa disposición a la metáfora de Alfonso), seguía en posición de ser cazado o había alguien que ya lo había hecho por su cuenta. Se halla en un barrio que está muy degradado y muy húmedo en el que el terreno esta escasamente valorado por esa doble circunstancia a pesar de que hay levantadas unas cuantas mansiones.
Dos eneros atrás estuvimos haciendo gestiones por dos días en organismos para el titre de propieté y conocer el estado legal del terreno así como las posibilidades del mercado local para comprarlo (oferta del momento: 300dh el metro cuadrado. En un momento en que el metro cuadrado en el centro de la ciudad superaba los 10mil dh). El contacto con la burocracia marroquí no tuvo desperdicio pagando por cada papel, es decir por cada fotocopia. Algún funcionario disculpó sus monsergas burocráticas justificando que las habían aprendido de los españoles. Conseguimos un par de posibles compradores y un par de intermediarios. Uno de aquellos un farmacéutico que estuvo interesado durante mucho tiempo enviando notas por email. Vic subscribió una cesión de poderes a Alfonso, el experto en jurídica de la familia, en una reunión de hermanos en la que decidieron que de los tramites para la venta se ocuparían él y Rafael. Vic es la mejor hermana, cuñada, compañera, hija, madre, amiga, colega, camarada, socio que una persona pueda tener e este mundo. Por mi parte cuando me enteré de esa conclusión con la que no estuve de acuerdo seguí los consejos del manual del perfecto cuñado y ese sentimiento quedó en el silencio. Solo vaticiné que ese terreno seguiría sin ser vendido diez años después de esa reunión. ¿Y despues de esa cifra de tiempo a quien le interesaría su venta cuando todos ya seríamos viejos? Tampoco era tan importante. Tal vez algún sobrino con ansias arabistas retomara la historia y montara un container en el terreno y se fuera a vivir allí para edificarse su torre de vigía del mundo, debería ser alta, puesto que el terreno seguiría estado en una vaguada, el espacio ideal para autoencierros, mimetismos con el terreo y sueños húmedos.
A la salida de Tánger nos instalamos en un restaurant para comer y enchufar el ordenata. La elección de nuestros establecimientos pasa primero por averiguar si hay una toma de electricidad, despues `por si es posible usarla y en tercer lugar por encargar las consumiciones. En el norte de Marruecos mucha gente habla castellano y hay ya muchos vehículos circulantes de nativos con matriculas españolas. Tras comer y cenar en el mismo sitio reemprendimos la ruta de noche hasta Martil donde ya habíamos estado el penúltimo dia de diciembre pasado. Contábamos tal vez en encontrar a Lucia y pasar el cambio de año cosa que desistimos de hacer el año anterior por las muchas escaleras hasta su apartamento y por la perspectiva de una velada con humo.
Estacionamos en el mismo lugar junto al mar y pasamos una noche apacible. A la mañana siguiente el motor no arrancó tal como ya nos pasó en Boujdour tras una noche fría tal como fue también ésta pero en esta ocasión hacer el puente con la batería de otro coche no sirvió para arrancarlo. Mientras se quedó instalada Vic en el salón de Thé Glacier au coin de la corniche yo fui a buscar un lugar donde comprar tarjetas magnéticas para llamar al numero de socorro de Race. 30 dhs de gasto y tras tres tentativas de teléfonos sin funcionar al cuarto pude coordinar con el corresponsal de la cía. de seguro en Casablanca que nos viniera a buscar una grúa. Pasé por el edificio donde vivía Lucia si o había cambiado de dirección. La puerta de la escalera estaba cerrada, era muy temprano y no recordaba el número de timbre de su puerta, así que no llamé.
El conductor de la grúa no siguió nuestras indicaciones y nos llevó al representante de Renault que nos dijo, algo que ya sabíamos, que no se podía ocupar de nuestro vehículo por no tener competencia. Luego fuimos hasta un taller de Service Fiat en Hassan II que ya conocíamos de dos diciembres atrás cuando vinimos en otros viaje de navidades a Marruecos y trajimos estropeada la puerta lateral cuyo cierre se estropea sistemáticamente que es tratada de abrir al mismo tiempo por dentro y por fuera. En esta ocasión también íbamos a venir a este taller por ese mismo asunto porque un policía de carretera le dio a la empuñadura de la puerta de mi lado al mismo tiempo que yo la accionaba por dentro. Esto se arregló espontáneamente en Assilah encontrándola reparada a la mañana siguiente tras manipular varias veces los dos cierres de seguro de las dos puertas.
Tras la peripecia de llegar a este Fiat Service el chef de atelier nos dijo que desde hacia algo mas de medio año no tenían la autorización de ocuparse del Fiat y que si se trataba de una reparación grave no podría asumirla. Namadi el hombre del taller que se ocupó de nosotros, dijo que el aparato de diagnóstico no señalaba fallas eléctricas. A los 4 inyectores llegaba el gasoil. El problema tal vez era la bomba. Una bomba nueva con el supuesto electrovan que no era tal sino un auto regulador de presión costaba unos 200000dh.(otro precio de referencia que nos dio el chef de taller fue de 9000dh) Con este precio se podía comprar una furgo usada nueva. De ser ese el problema quedaría la opción de comprar la pieza en un lugar de desguace.
Desde Casablanca el corresponsal de Race llamó para interesarse por nuestra situación. De no resolver la cuestión aquí, el siguiente paso era volver a llamar una grúa para que nos remolcara hasta otro taller. El cambio de año que nos esperaba tenía la pinta de que iba a ser muy divertido. Llegó la hora de cierre del taller y los overos empujaron nuestro vehículo para dejarlo mejor posicionado. Fue la peor ubicación de todas las pernoctaciones que hicimos. Los traseros de dos edificios altos llenos de parabólicas nos miraban. Un gran foco de una obra en el descampado proyectaba la silueta de la furgo en la pared del taller. Supuse que en la obra habría un guarda. Me encontré con un chico joven que por gestos le indiqué que íbamos a pasar la noche ahí y que echara un par de ojeadas por si acaso. Seguramente no lo iba a hacer pero esto nos proporcionaba un argumento de seguridad. Vic durmió si problemas o mejor dicho durmió todo lo que la dejé dormir porque yo tuve insomnio intermitente. No teníamos la menor idea de si al día siguiente quedaría resuelto el tema.Otoman, otro mecánico distinto al del dia anterior vino a apiadarse de nosotros. Durante toda la noche la batería se había estado recargada pero todos sabíamos que el problema no era de batería. El paso siguiente a dar fue substituir la válvula reguladora de presión (la que está unida a la bomba de alimentación y que los senegaleses llama electrovan) por otra idéntica de otro vehículo para ver si marchaba. Eureka. Funcionó. Solo que en lugar de probar una de las furgo bóxer que estaban en el taller con el mismo tipo de motor Peugeot 406 o 407 ya enviaron directamente a un desguace a uno de los muchachos para comprar la substituta sin consultarnos.1400dh de esto mas 360 de mano de obra (en realidad no pasó de 1 hora de tiempo real de trabajo aunque entre una intervención de 10 minutos y la siguiente de otros tantos pasaran horas). Lo pagamos a gusto. Volver a escuchar el sonido de arranque tras darle a la llave de contacto fue como escuchar las trompetas del Edén. Volvíamos a tener movimiento, libertad de movimiento, libertad. Al guardia civil que le advertí que no se asustara del caos de nuestra furgo (la silla de ruedas, dos de lso cuatro bidones dentro de la furgo, las latas de gasoil, polvo incrustado por todas partes) no insistió en una revisión. Le anunciamos a él de estar contentos de volver a pisar tierra firme. Contra nuestros pronósticos salir de Marruecos no costó tanto como otras veces. Sus procedimientos o eran más ágiles o no había tanta gente haciendo cola. De Tetuán a Sebta volvimos a comprobar la modernidad acelerada de sus ciudades. M’ Diq o Fnideq se habían convertido en ciudades de lujo cuando años atrás era la viva imagen del subdesarrollo o del bálsamo del submundo. Desde Sebta llamamos a Puerto Santa María anunciando que estábamos a punto de cruzar tan pronto consiguiéramos el pasaje de ferry al mejor precio.
Llegamos costeando hasta Benzú y nos instalamos en un bar con una fantástica vista envuelto por los rugidos del mar. Le pedimos al dueño que nos dejara usar la toma eléctrica. Para eso desplegué nuestra bobina de cable para conectarla al vestíbulo y poder trabajar desde la mesa de interior de la sala de no fumadores a falta de enchufes.
Ahora que había pasado un año parecía que fue ayer que lo comenzamos. El salto al 2009 lo mismo que el 2008 lo pasaríamos solos. El 1 de enero del 2008 empezó encontrándonos dormidos junto al mercado de Larache. Para el siguiente no buscaríamos ningún cotillón en el que darnos besos con desconocidos deseándonos felicidades para el nuevo año. 2009, ¡uauh! eso sonaba a cifra grande. Nuestro viaje existencial continuaría bajo otras formas que esperábamos no pasaran por tantos mecánicos, por tantas gestiones aduaneras y por tantos policías. En cuanto a la furgo no habíamos recuperado por completo la confianza. Deberían pasar miles de quilómetros sin darnos huevos sustos para hacerlo. Por de pronto habíamos decidido pegarle un cartel menos político y más comercial: Se Vende.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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