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lunes, 31 de diciembre de 2007

En el Club de los Cojos


un mundo de plastico





El Puerto de Sta María 27dic2007
Algunas de las veces que hemos pasado por Arles una escultura que nos gusta contemplar es la del escultor arlesiano Jean Turcan,(1846-1895) l´aveugle et le paralitique, que esta ubicada en un recinto municipal. Durante años vengo perdiendo la vista que es uno de mis principales instrumentos de trabajo. Por su lado Vic aumenta en envergadura corporal y pierde la agilidad física para el desplazamiento. De algún modo ella iba a ser mis ojos y yo sus piernas. El cojo carga simbólicamente con el ciego en la escultura de Turcan. Esa previsión nos está fallando. El mes y medio de esfuerzo con la mudanza de las cosas de casa ha dañado mis rodillas. Salvo una sola vez en que fui ayudado todos los viajes me los he tragado solo. No creímos que fueran necesarios tantos viajes. Al número inicial estimado de una cincuentena de cajas o bultos hubo que sumarle el triple. Ando literalmente cojo por un dolor sobre todo en la articulación de la derecha. Creo que todo lo que necesito es reposo. Mientras tanto cojeo de un modo evidente. Tras varias horas de tener la pierna flexionada por estar sentado o conduciendo, al incorporarme me duele terriblemente. Soy un quejica. Creo que me he ganado los derechos de pertenencia a ser miembro del club de los cojos. Al principio de convivir con Vic y frecuentar su espacio en el Club de Vela Adaptada donde iban otras personas con la locomoción limitada quitaban hierro a sus déficits bromeando sobre si mismos y mencionando con ostentatación exagerada la palabra cojo. No me pareció ni bien ni mal aunque sí sorprendente el manejo del vocablo. La cojera no hace tantas décadas era sinónimo de pobrecito el que la padecía. En todo caso es uno de los déficits visibles y que da señales evidentes a los observadores con los que te encuentra. Aunque física y personalmente presenta sus desventajas Socialmente tiene algunas ventajas sustitutorias según las culturas y países. En Europa, por lo general es deferente con quienes llevan las marcas evidentes de su limitación motriz. De camino para Madrid nos detuvimos a comer en un área de picnic. Una mujer vasca que viajaba con un hombre hindú y el hijo de este en seguido echó flores a la heroína cuando supo de nuestra intención viajera. Vic tuvo que reclamar mi derecho al homenaje que yo también estaba hecho polvo físicamente.
No estamos en la edad del funambulismo ni estamos para hacer virguerías físicas. Eso Vic lo ha tenido como atributo biográfico permanente y los achaques no le vienen de nuevo. Yo estoy estrenando déficits. La analítica que, me hice para averiguar si tenia anticuerpos de hepatitis A detectó un exceso de triglicéridos y eritrocitos en la orina. No estoy para hacer de astronauta. Quiero suponer que tan pronto cambiemos de continente y pueda reposar en nuestra cama-útero de la furgo la felicidad resplandecerá en mi cuerpo. Estos días, entre Madrid y Cádiz, nos toca dormir por separado en camas individuales pasando por algunas interrupciones nocturnas por acomodar el body y por notar la ausencia del cuerpo calentito de Vic.
Me doy cuenta que tenemos la edad casi límite para viajar en el plano en que lo hacemos. De hecho no hay edad que limite un viaje. Continuamente vemos gente que nos sobrepasa en 15 o 20 años que va a bordo de sus casas móviles aunque priorizan los parkings en lugar de la acampada libre, pero es incuestionable que la mayor comodidad es la de saltar en avión de un país a otro y que te lleven a destino: sea un domicilio o un hotel. Es algo que no descartamos hacer en el futuro cuando no podamos con nuestros huesos. De momento seguiremos haciendo de caracoles.
En cuanto a la edad es subjetivo. El tiempo en realidad no existe, existen los calendarios y los relojes y junto a esto toda una industria del comportamiento para convertir a la gente en personajes neuróticos y estresados de sus prisas. Presuponer que alguien tiene que hacer o ser algo o alguien en función de su edad es algo ideológico que no tiene nada de biológico.
Sorprende que gente de un cierto talante progresista –o que al menos tiene el look de tal- opine bajo manga que nuestro viaje es una locura o que nos ve muy lanzados. Parece que la gente tiene un chip fijo con respecto a lo que tenemos que hacer todos según la edad por la que pasamos. Para esta gente, alguna amiga, un europeo en su cincuentena tiene prohibido viajar por libre a África o a un continente con variables problemáticas que suelen estar controladas en su latitud. Desde que tengo 30 años no he parado de escuchar, de una voz u otra, el recordatorio de que ya tienes una edad y que hay cosas que no puedes hacer. Mi memoria analítica me dice que este tipo de advertencias existen desde siempre. El neonato nace y aun en el paritorio con la vagina echando humo de la que ha salido la comadrona o el medico le dice, no tienes edad para…lo que sea. El dedo justiciero del adulto se pasa la vida diciéndole a los demás los que deben y no deben de hacer. Lo más curioso es que van pasando los años y luego resulta que es gente más joven de edad –pero más terca de neuronas y conservadora de ideas- la que señala con el índice normativo. Los hijos controlan a sus padres en ese sentido. Hay que confiar un poco en la inteligencia ajena y en la facultad para decidir sus caminos. Nosotros no tenemos duda de la nuestra ni de lo que queremos hacer y nos divierten las objeciones sutiles sobre nuestra decisión. La verdad es que como en casita no se está bien en ninguna parte pero ya andábamos necesitando cambiar de registro desde hace un tiempo. Por otra parte el mundo no pasa por tu casa si tú no pasas por el mundo. Todo lo que te llega de él por la tele tiene algo de fraudulento.
Vic y yo somos un tándem que funciona. Ella es la especialista en gestiones y en relaciones públicas, yo soy el chofer y me ocupo de la intendencia. Ella es una organizadora sistemática del espacio que compensa mis desórdenes y despistes yo la cuido como mi protegida aunque eso no le guste mucho. Paloma, una de sus hermanas, me recordó que estaba literalmente en mis manos. Debe ser así aunque yo no lo expreso de esta manera. Somos socios con nuestras imperfecciones y déficits mutuos. Desde que estamos juntos nunca he tenido el sentimiento de que sea una persona deficitaria. Quizás mi ceguera, no la visual sino la interpretativa, me lleva a verla como un ser completo, muy completo. Es dura de carácter, nada la vence, puede con todo, siempre está alegre, dispuesta, es de carácter tranquilo, es solidaria, afable,..En definitiva un ser excepcional sin copia en todo el género humano. No verla como alguien anómalo tiene sus ventajas ya que se traduce en no-discriminación de ninguna clase y en desventajas (a veces olvido que ella anda más lenta que yo y yo me adelanto sin darme cuenta y me quedo hablando solo). Ser cojo de temporada no es lo mismo que serlo de por vida. La asincronía de las piernas en el movimiento crea una escena rota como primer impacto visual pero inmediatamente queda compensado con la mirada a los ojos. La cara de Vic y la dulzura de su mirada hacen olvidar inmediatamente su déficit. Ella es la primera que quiere disimular sus bastones o la silla de ruedas cuando sale en fotos, a mi no me parecen objetos tan trágicos.
Pertenecer al club aunque sea circunstancialmente te recuerda el significado preciso del movimiento corporal y esa valiosa facultad para determinadas acciones. Las personas que he conocido, la mayor parte a través de Vic, de esa área de limitaciones, son generalmente encantadoras y con una mayor capacidad para ponerse en el lugar de los demás. A Tomas Lozano, que se mueve con una silla de ruedas propulsada con una rueda delantera, por Barnápolis y que lleva a su hijo a bordo hasta el colegio, le hemos prestado el triciclo que Vic compró hace dos veranos. Desde entonces apenas la había usado y ha estado en el rellano de casa dificultándole el acceso con su moto eléctrica. Paco Llobet, otro amigo de Vic y capitán nato en vela adaptada, hizo saltar las lágrimas sentimentales de Vic cuando le dijo que si a la vuelta a Catalunya no teníamos donde ir mientras buscábamos una casa podíamos usar uno de sus apartamentos que no usa en la Costa Brava.

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Fragmentos y descripciones de viajes geográficos sobre una silla de ruedas movida por energias insospechadas. (Los textos pertenecen o a nuestro libro, en curso, el Viaje de la vida).

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